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Pinochet de Paisano

El reciente indulto otorgado por el presidente chileno Lagos a un brutal suboficial que asesinó, degollando, a un dirigente sindical, es quizás una de las páginas más negras de la historia de la todavía inconclusa transición chilena a la democracia. Demuestra lo mucho que falta todavía para que Chile vuelve a ser una democracia normal. Hoy, siguen mandando los militares, la casta de criminales que asoló y robó en el país durante 17 años. El indulto es una demostración del poder militar, y deja ver la patética posición del presidente civil, que repite aparentemente los dictados militares, diciendo que contribuirá a la paz social. Es prácticamente imposible llevar a buen término el proceso de democratización con un presidente que es elegido, pero que sigue sirviendo los intereses de los criminales de antaño. La democracia chilena ha sido secuestrada.
Resulta todavía más repugnante el otro motivo que dice el presidente que tuvo para aceptar la orden militar: cometió su crimen, dice, por orden superior. Eso le parece al presidente que exime de responsabilidad al autor de ese atroz y cobarde asesinato. Pero la verdad es que, dada la naturaleza de ese y otros crímenes, en condiciones normales, y con un poder judicial independiente, ese criminal debía estar ya ejecutado y enterrado, y no libre y en las calles, donde la peligrosa bestia es un peligro para la ciudadanía. Pero el hecho de que ya haya obedecido órdenes habría sido un motivo más para su merecida condena a muerte, porque violó, al obedecer, leyes y normas más importantes que la obediencia. Eso es lo que debe castigarse todavía más severamente.
Reintroducir la pena de muerte para crímenes violentos contra los derechos humanos, cometidos por las fuerzas del estado, es algo que el poco varonil presidente no hará. Al contrario, ahora se propone sacar a la calle a la peligrosa jauría de la que se valió el clan Pinochet para imponer su reino de terror. Lagos pretende comprender el terror. Y con la decisión de indultar a ese criminal, refuerza una ideología repugnante -la de no responsabilidad individual como ciudadano- que hace imposible legislar sobre derechos humanos. Los proyectos de derechos humanos -por ejemplo, convertir en punible la obediencia de una orden que viola los derechos humanos- no tienen en Lagos a un partidario.
El amor de Lagos por Pinochet es casi proverbial. Le salvó de la cárcel y de un juicio en España con la complicidad de la hipocresía inglesa. Le ha salvado de juicios por derechos humanos en Chile. Ha protegido a otros criminales, decretando que sus nombres no sean conocidos en 50 años. Secreto de estado. Ahora empezará a indultar a esos monstruos. Y Chile volverá a estar en peligro. Mientras la ciudadanía piensa que esos animales deberían estar bajo tierra, el presidente los hace renacer y los suelta en las calles de ese pobre país.
¿Qué tipo de democracia es Chile, de todos modos? ¿De dónde saca el mandarín chileno el derecho a interrumpir el curso de la justicia? Los jueces ya habían condenado a este animal, ¿quién ordenó a Lagos sacarlo de la cárcel?

¿Para quién trabaja Lagos? ¿Es un Pinochet de paisano?

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