El Atentado de Londres 2
Que los servicios de inteligencia no hayan detectado este atentado, no exculpa a los terroristas. Son crímenes atroces, y banales. Contamos con un buen montón de leyes para esos delitos. Los crímenes que cometen los asesinos en serie son también atroces. También hay leyes para eso. A la hora de juzgar las atrocidades de BTK -el asesino en serie de Bond, Torture, Kill- no se toma en cuenta que dice que estaba poseído por el demonio. Igual de estrafalarias son las teorías de los fundamentalistas, y sus referencias a profetas oscuros de hace varios siglos. Tampoco debiesen interesarnos. Tampoco interesan las teorías de los serbios para justificar sus crímenes en la antigua Yugoslavia. Ahí están los hechos: una enorme cantidad de víctimas civiles -vidas terminadas por las alucinaciones de imbéciles. El terrorismo no tiene justificación. Nadie puede adoptarlo como legítimo. En ninguna parte. Por ninguna razón.
Para los terroristas somo moneda de cambio. También nos usan así nuestros gobiernos. La guerra empezó con el bombardeo de un edificio civil, cuando Bush adelantó su ultimátum e hizo arrasar un restaurante donde se suponía que cenaba Saddam Hussein. En ese atentado no murió el dictador, sino incontables civiles iraquíes que estaban en sus casas. Esa decisión realmente no tiene nombre. Ha marcado la guerra americana con un total desprecio por normas elementales que regulan a la mayoría de las sociedades democráticas de Occidente -donde democracia, derechos humanos y estado de derecho están inextricablemente unidos. Tampoco han mostrado los terroristas respeto alguno por esas normas -que no han suscrito nunca. Todo lo que sabemos es que los terroristas nos pagarán con la misma moneda. Quieren que presionemos a nuestros gobiernos para retirarse de Iraq. Si acaso, que no lo sabremos sino cuando se atrape a los autores.
Si a veces se carga contra las autoridades es porque ellas están jurídica y moralmente obligadas a actuar guiadas por nuestras constituciones y leyes. No tiene ningún sentido pedir a un terrorista que respete los derechos humanos -sí lo podemos exigir de ministros, de funcionarios, de policías y de soldados. No exigimos que los terroristas sean eficientes; exigimos que nuestras policías sean eficientes. Tan eficientes que no pretendan que, incapaces ellas de prevenir el terrorismo, encerremos a los árabes en campos de concentración para evitar que los terroristas ocultos entre ellos cometan atentados. Necesitamos dirigentes responsables que no pretendan que el estado de derecho se puede defender desmantelándolo -como los norteamericanos que mataron a la gente de Milay para salvarla del comunismo. Así piensan los mediocres, la mala calaña, el demonio. El terrorismo se acaba encarcelando a sus autores, y dejando de matar a sus parientes.
Para los terroristas somo moneda de cambio. También nos usan así nuestros gobiernos. La guerra empezó con el bombardeo de un edificio civil, cuando Bush adelantó su ultimátum e hizo arrasar un restaurante donde se suponía que cenaba Saddam Hussein. En ese atentado no murió el dictador, sino incontables civiles iraquíes que estaban en sus casas. Esa decisión realmente no tiene nombre. Ha marcado la guerra americana con un total desprecio por normas elementales que regulan a la mayoría de las sociedades democráticas de Occidente -donde democracia, derechos humanos y estado de derecho están inextricablemente unidos. Tampoco han mostrado los terroristas respeto alguno por esas normas -que no han suscrito nunca. Todo lo que sabemos es que los terroristas nos pagarán con la misma moneda. Quieren que presionemos a nuestros gobiernos para retirarse de Iraq. Si acaso, que no lo sabremos sino cuando se atrape a los autores.
Si a veces se carga contra las autoridades es porque ellas están jurídica y moralmente obligadas a actuar guiadas por nuestras constituciones y leyes. No tiene ningún sentido pedir a un terrorista que respete los derechos humanos -sí lo podemos exigir de ministros, de funcionarios, de policías y de soldados. No exigimos que los terroristas sean eficientes; exigimos que nuestras policías sean eficientes. Tan eficientes que no pretendan que, incapaces ellas de prevenir el terrorismo, encerremos a los árabes en campos de concentración para evitar que los terroristas ocultos entre ellos cometan atentados. Necesitamos dirigentes responsables que no pretendan que el estado de derecho se puede defender desmantelándolo -como los norteamericanos que mataron a la gente de Milay para salvarla del comunismo. Así piensan los mediocres, la mala calaña, el demonio. El terrorismo se acaba encarcelando a sus autores, y dejando de matar a sus parientes.
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