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Estados Unidos Debe Tocar Retirada

Que la ocupación es el problema lo vienen diciendo varios partidos iraquíes desde hace un tiempo. Hace poco, partidos sunníes, entre ellos la Asociación de Clérigos Musulmanes y el Partido Islámico Iraquí -que formó parte del gobierno interino- se declararon dispuestos a participar en las elecciones si Estados Unidos accedía a iniciar negociaciones y fijaba un plan gradual de retirada de las tropas. Es una propuesta que a va a la raíz del asunto y es sensible, pero fue rechazada. Si los analistas que temen que Estados Unidos ha llegado a Iraq para quedarse no tienen razón, esto es algo que se tendrá que hacer tarde o temprano. Cuando se hizo la propuesta, era todavía posible realizar las elecciones el 30 de enero. Ahora sería muy difícil. Ahora la resistencia querrá transformar las elecciones en una suerte de referéndum sobre la ocupación. Y parece claro que las elecciones empeorarán los problemas, antes que solucionarlos.
Los problemas en torno a las elecciones son sin embargo claros. Legitimarían la exclusión de los sunníes, que desde el licenciamiento del ejército iraquí y del llamado programa de desbaazificación es un hecho que los sunníes se niegan a aceptar y que ha dado un decisivo impulso a la resistencia. Es posible que muchos encuentren legítimo que los chiíes asuman ahora el poder, después de décadas de opresión. Pero esto justamente empeorará la situación e impedirá que se imponga en Iraq el concepto de ciudadanía por encima del de pertenencia a comunidades tribales o confesionales. El ajuste de cuentas que empezó Bremer vienen abonando el terreno de lo que parece una inevitable guerra civil. Un gobierno chií, por otra parte, seguirá dependiendo de tropas extranjeras, haciendo de su retirada un asunto todavía más delicado e imprevisible. Si, además, como temen muchos, se inclina este gobierno hacia los iraníes, la instalación de una teocracia será inevitable.
Los partidos sunníes han pedido además, en el marco de las esperadas negociaciones con Estados Unidos, la intervención de tropas árabes y de Naciones Unidas para dar garantías de la retirada de las tropas americanas y ofrecer una protección necesaria a sunníes y chiíes y evitar una guerra civil. No lo han dicho con tantas palabras, pero un plan semejante implicaría probablemente el fin de la guerra santa fundamentalista. Estas propuestas no fueron aceptadas en su tiempo, y ahora es quizá demasiado tarde. Las elecciones seguirán adelante, servirán de ejercicio en democracia y se formará un gobierno de mayoría chií. Finalmente los sunníes tendrán que aceptar los hechos que resulten de ellas. Pero no pondrán fin a la resistencia ni a la violencia. Para demasiados iraquíes el problema de Iraq es la ocupación, no las elecciones. Iniciar siquiera conversaciones con la resistencia allanaría el camino hacia una solución de largo plazo. Estados Unidos tendrá que discutir su retirada.

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