Terrorismo y Violencia Fascista
El mes pasado se publicó el informe de la Fundación Ana Frank y de la Universidad de Leiden sobre la violencia de extrema derecha en Holanda. Como ya se intuía, se confirmaron algunos temores de la ciudadanía. El terrorismo de extrema derecha aumentó fuertemente después de que el ministro del Interior, tras el asesinato del columnista Theo van Gogh por un militante musulmán fundamentalista, llamara por cadena nacional a la guerra contra los musulmanes. Entre la primera semana de noviembre y fin de mes, hubo 174 incidentes violentos. Se cometieron 47 atentados contra mezquitas.
Los políticos de extrema derecha, y el gobierno, sostienen que son incidentes menores y se niegan a clasificarlos de actos terroristas. Les llaman "actos de violencia política" y naturalmente no han propuesto ninguna medida especial para combatirlos, a diferencia de las numerosas medidas anunciadas contra el terrorismo musulmán tras el asesinato del columnista. La ministro de Extranjería, la hija de Hitler', negó en esos meses protección policial a las mezquitas y otros centros de reunión de ciudadanos musulmanes. El jefe de la bancada del partido de extrema derecha elogió los actos de terrorismo cometidos por lo que llamó "la rabia del pueblo". El jefe de policía declaró que los atentados de la extrema derecha no tenían prioridad. En contraste, los sermones de los clérigos en las mezquitas contaban con mayor interés de parte del servicio secreto.
Así, los simios fascistas hacen de las suyas con la completa colaboración del gobierno y de las autoridades. Escandaloso entre otras cosas es que la policía detuvo tardíamente a los autores de uno de los atentados, después de que vecinos de la localidad dijeran por televisión que conocían desde hace tiempo la identidad de los autores. Aun así, la policía declaraba no saber nada y que continuaban las pesquisas.
La violencia fascista no es cosa nueva ni es inocente como afirman los ministros. En agosto se colocó una bomba en un centro de refugiados que no llegó a estallar. De haber estallado, según los informes de la policía de la localidad, no se descarta que hubiese habido víctimas mortales, dada la potencia del artefacto. Sin embargo, y a diferencia de otros casos relacionados con terroristas musulmanes, el gobierno prohibió a la prensa informar sobre ese atentado frustrado. Hasta la fecha no han detenido a nadie en conexión con ese hecho.
Los atentados fascistas no son nuevos en el país. Se han recrudecido desde 2002. Cada año hay atentados contra mezquitas e incendios provocados de templos y lugares de reunión de musulmanes. Cada año hay cientos de agresiones racistas y otros actos de violencia de grupos de nativos de extrema derecha que quedan impunes. En los últimos años han renunciado varios concejales y otros políticos regionales a sus puestos tras ser amenazados, y en algunos casos, golpeados por elementos de extrema derecha. Sin embargo, el gobierno pretende que la violencia es reciente, y que proviene fundamentalmente de los musulmanes o que la violencia racista es una reacción. Esto último, como se lee en el informe de la fundación Ana Frank, es completamente falso. Se diría que lo contrario es verdad: que los escasos actos de violencia fundamentalista es una reacción al terrorismo de extrema derecha y a las medidas que viene tomando el gobierno contra la población musulmana del país -sin olvidar tampoco que el gobierno declaró la guerra a Iraq y participa en la ocupación de ese país junto a tropas norteamericanas.
El gobierno, lamentablemente, ha optado por identificarse con los grupos de extrema derecha. En varias ocasiones sus ministros se han referido a ellos y otros criminales como "nuestros jóvenes". En varias ocasiones los ministros han elogiado el terrorismo fascista. Y este terrorismo, junto con el gobierno que lo ampara, se ha transformado en una urgente y grave amenaza para el país.
Los políticos de extrema derecha, y el gobierno, sostienen que son incidentes menores y se niegan a clasificarlos de actos terroristas. Les llaman "actos de violencia política" y naturalmente no han propuesto ninguna medida especial para combatirlos, a diferencia de las numerosas medidas anunciadas contra el terrorismo musulmán tras el asesinato del columnista. La ministro de Extranjería, la hija de Hitler', negó en esos meses protección policial a las mezquitas y otros centros de reunión de ciudadanos musulmanes. El jefe de la bancada del partido de extrema derecha elogió los actos de terrorismo cometidos por lo que llamó "la rabia del pueblo". El jefe de policía declaró que los atentados de la extrema derecha no tenían prioridad. En contraste, los sermones de los clérigos en las mezquitas contaban con mayor interés de parte del servicio secreto.
Así, los simios fascistas hacen de las suyas con la completa colaboración del gobierno y de las autoridades. Escandaloso entre otras cosas es que la policía detuvo tardíamente a los autores de uno de los atentados, después de que vecinos de la localidad dijeran por televisión que conocían desde hace tiempo la identidad de los autores. Aun así, la policía declaraba no saber nada y que continuaban las pesquisas.
La violencia fascista no es cosa nueva ni es inocente como afirman los ministros. En agosto se colocó una bomba en un centro de refugiados que no llegó a estallar. De haber estallado, según los informes de la policía de la localidad, no se descarta que hubiese habido víctimas mortales, dada la potencia del artefacto. Sin embargo, y a diferencia de otros casos relacionados con terroristas musulmanes, el gobierno prohibió a la prensa informar sobre ese atentado frustrado. Hasta la fecha no han detenido a nadie en conexión con ese hecho.
Los atentados fascistas no son nuevos en el país. Se han recrudecido desde 2002. Cada año hay atentados contra mezquitas e incendios provocados de templos y lugares de reunión de musulmanes. Cada año hay cientos de agresiones racistas y otros actos de violencia de grupos de nativos de extrema derecha que quedan impunes. En los últimos años han renunciado varios concejales y otros políticos regionales a sus puestos tras ser amenazados, y en algunos casos, golpeados por elementos de extrema derecha. Sin embargo, el gobierno pretende que la violencia es reciente, y que proviene fundamentalmente de los musulmanes o que la violencia racista es una reacción. Esto último, como se lee en el informe de la fundación Ana Frank, es completamente falso. Se diría que lo contrario es verdad: que los escasos actos de violencia fundamentalista es una reacción al terrorismo de extrema derecha y a las medidas que viene tomando el gobierno contra la población musulmana del país -sin olvidar tampoco que el gobierno declaró la guerra a Iraq y participa en la ocupación de ese país junto a tropas norteamericanas.
El gobierno, lamentablemente, ha optado por identificarse con los grupos de extrema derecha. En varias ocasiones sus ministros se han referido a ellos y otros criminales como "nuestros jóvenes". En varias ocasiones los ministros han elogiado el terrorismo fascista. Y este terrorismo, junto con el gobierno que lo ampara, se ha transformado en una urgente y grave amenaza para el país.
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