Excesiva Cautela de Gobierno Chileno
Cuando el juez Garzón intentó procesar en España al ex dictador, el gobierno chileno adoptó una política incomprensible para impedirlo, argumentando incluso que se violaba la soberanía chilena. Eso es mucho más que "excesiva cautela [...] basada en el temor a una inestabilidad". Como se sabe, la denegación de justicia para miles de chilenos continúa hasta hoy, y continuará eternamente si se acepta el vergonzoso decreto del presidente, que declara secreto de estado la identidad de los ejecutores de los crímenes cometidos durante la dictadura. No tiene motivos legítimos el presidente para ese decreto, y demuestra que sus declaraciones de que este proceso debe quedar en manos del poder judicial es una hipocresía. Pretenderá el gobierno que si Pinochet es juzgado, podemos pasar de perseguir a los ejecutores. Pero eso equivale a introducir en el derecho penal criterios primitivos, animistas, para hacernos creer que el juicio del sátrapa absuelve mágicamente a los ejecutores de esos crímenes.
No es admisible que intervenga el presidente en casos que atañen a los tribunales, ni que continúe en sus intentos de proteger a quienes deberían estar hoy tras las rejas. Nadie le ha autorizado a perdonar a los criminales. Si actúa así respondiendo a amenazas de la clase militar, debería tomar medidas drásticas para deshacerse de esos elementos que atenazan al estado de derecho chileno. Los argumentos políticos de esos elementos son llanamente falsos, pues no hubo en Chile guerra civil ni son comparables los crímenes de un régimen dictatorial con los que cometieron los patriotas para defenderse de ese régimen y devolver al país su libertad. Esta política de protección del crimen envía además una muy mala señal a los otros países de América Latina que intentan todavía hoy ajustar cuentas con sus propios dictadores y criminales.¿Podrá este Chile estar a la altura para el delicado cargo de conducir a la OEA? Este perdón será visto como amenaza a las esperanzas de justicia en toda América.
En una pieza de teatro del filósofo y dramaturgo chileno Juan Rivano un joven es detenido por las tropas de Alejandro. Este demuestra su magnanimidad, perdona al joven -que ha matado a un soldado defendiendo a una vieja en el mercado- y le devuelve su libertad. Cuando sale de la prisión, se encuentra con sus amigos gritando contra el dictador. Lo invitan a unirse al coro. "¡Pero si me acaba de devolver la libertad!", dice el joven. "Por eso mismo", responden sus amigos. La libertad deja de ser tal cuando se recibe de un dictador; la justicia igualmente deja de ser justicia cuando la definen criminales. No corresponde al presidente Lagos atribuirse funciones de juez y dar él mismo por concluido ese obscuro episodio de la historia de Chile. Al proteger a los criminales no contribuye a la paz social, sino agrega un nuevo capítulo a los horrores de la dictadura. Chile debe dejar de ser rehén de esos elementos criminales.
No es admisible que intervenga el presidente en casos que atañen a los tribunales, ni que continúe en sus intentos de proteger a quienes deberían estar hoy tras las rejas. Nadie le ha autorizado a perdonar a los criminales. Si actúa así respondiendo a amenazas de la clase militar, debería tomar medidas drásticas para deshacerse de esos elementos que atenazan al estado de derecho chileno. Los argumentos políticos de esos elementos son llanamente falsos, pues no hubo en Chile guerra civil ni son comparables los crímenes de un régimen dictatorial con los que cometieron los patriotas para defenderse de ese régimen y devolver al país su libertad. Esta política de protección del crimen envía además una muy mala señal a los otros países de América Latina que intentan todavía hoy ajustar cuentas con sus propios dictadores y criminales.¿Podrá este Chile estar a la altura para el delicado cargo de conducir a la OEA? Este perdón será visto como amenaza a las esperanzas de justicia en toda América.
En una pieza de teatro del filósofo y dramaturgo chileno Juan Rivano un joven es detenido por las tropas de Alejandro. Este demuestra su magnanimidad, perdona al joven -que ha matado a un soldado defendiendo a una vieja en el mercado- y le devuelve su libertad. Cuando sale de la prisión, se encuentra con sus amigos gritando contra el dictador. Lo invitan a unirse al coro. "¡Pero si me acaba de devolver la libertad!", dice el joven. "Por eso mismo", responden sus amigos. La libertad deja de ser tal cuando se recibe de un dictador; la justicia igualmente deja de ser justicia cuando la definen criminales. No corresponde al presidente Lagos atribuirse funciones de juez y dar él mismo por concluido ese obscuro episodio de la historia de Chile. Al proteger a los criminales no contribuye a la paz social, sino agrega un nuevo capítulo a los horrores de la dictadura. Chile debe dejar de ser rehén de esos elementos criminales.
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