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mérici

La Obsesión contra los Perros


columna de mérici

[Ante la inminencia de la aprobación en Chile de una ley que prohíba el asesinato de perros, los defensores de la muerte no cejan en sus intentos de implantar el terror. El siguiente texto responde a la infame campaña lanzada por un profesor de la Universidad Católica.]

En una carta enviada a algunos de los senadores de la Comisión de Salud, un señor Bonacic defiende furiosamente el exterminio de los perros que sean hallados en las calles, pero sin ofrecer razones válidas ni fundamentos para esta medida. Bonacic refiere en primer lugar a la organización PETA, la que promueve y practica activamente el retiro y asesinato de los perros en situación de calle. Pese a los desmentidos de algunos de sus seguidores, este grupo ha tenido encuentros con la justicia de su país por matanzas ilegales1 y por engañar al público que deja a su cuidado sus mascotas con la esperanza de encontrarles nuevos hogares adoptivos, para terminar sacrificadas por sus funcionarios apenas los tutores les dan la espalda. Se trata de una organización de corte criminal, que explota la buena fe de unos, y la lascivia de otros muchos, pues basa sus campañas en la exhibición de actrices pornográficas y modelos en tetas. No creo que esta organización merezca respeto alguno -no por el oficio de muchas de sus partidarias, sino por la flagrante inmoralidad de su postura.

La descripción de la situación de los perros en situación de calle que hace el señor Bonacic es completamente falsa, y no ofrece ni cifras ni estudios que avalen sus escandalosas afirmaciones. Los perros en las calles, llamados vagos o abandonados, son en su gran mayoría perros extraviados, y la inmensa mayoría de ellos son cuidados por madrinas y padrinos que los vacunan, alimentan y cuidan. Recuérdese, como ejemplo, la matanza (por razones de ornato) de los perros de la Plaza de Constitución cuando asumió la señora Bachelet en 2006. Todos los perros retirados, que fueron sacrificados, a excepción de los que pudieron ser protegidos y escondidos por vecinos del barrio y carabineros del sector, gozaban de buena salud y tenían todos sus tarjetas médicas al día. Esta situación se repite también en los barrios.

En realidad, es excepcional, aunque no infrecuente, encontrar perros callejeros en mal estado, y es muy raro que alguno de estos no sean auxiliados por madrinas o padrinos. Evidentemente, a veces llegan tarde. Aun así, los perros en malas condiciones sanitarias son muchas veces recuperables, y encontrarlos enfermos no es un argumento a favor de su asesinato. Al contrario, lo imperativo es socorrerles, proporcionarles ayuda médica y asistirlos mientras se les busca una familia adoptiva. Esto es lo que hacen miles y miles de ciudadanos en todo el país todos los días del año.

Los perros en situación de calle necesitan familias humanas adoptivas, evidentemente. Por lo mismo, de esta constatación no puede colegirse que deban ser eliminados. La conclusión es arbitraria. No sé si la referencia a la RSPCA de Australia tenga algún valor. Esta es una de esas protectoras que fomenta la venta de pavos navideños, los que evidentemente deben ser primero criados y sacrificados antes de ser ofrecidos para consumo humano. No se puede pretender que esta es una organización dedicada a la protección animal. Tampoco lo son las numerosas perreras en Estados Unidos, que retiran perros y gatos de la calle para sacrificarlos y vender sus cadáveres a plantas de alimentos para mascotas (véase las valiosas contribuciones de Susan Thixton, Ann Martin, Gabriela Romer).

Que esta protectora u otras fomenten el sacrificio de mascotas sanas solo porque no encontraron familias adoptivas o porque no se les hizo espacio en los caniles, no quiere decir nada. No es una opción ética. No es razonable tomar en serio a organizaciones o personas que, por ejemplo, piden dar un buen trato y una buena muerte a los animales de granja, pero solo guiados por la creencia de que si los animales son tratados bien y se les provoca una muerte indolora o si no se enteran de su fin inminente (un objetivo por lo demás imposible de alcanzar), su carne sabrá mejor. Estas organizaciones tienen intereses creados en el culto de la muerte. Invitarlos a opinar sobre la situación de los animales es tan insensato como pedir a un verdugo su opinión sobre la pena de muerte. Los veterinarios que engordan sus bolsillos con servicios de eutanasia seguramente serán firmes partidarios de la muerte, la que encubrirán con hipócritas consideraciones humanitaristas. Y quizás, como en el caso de Estados Unidos, haya algún negocio turbio en el fomento del sacrificio. En Estados Unidos, los fabricantes de pellet son ávidos compradores de cadáveres.
Como quiera que sea, hay cada vez más protectoras que están adoptando los principios del movimiento Sacrificio Cero (No Kill, en inglés), que rechaza el asesinato de mascotas y promueve la adopción, la esterilización y la tenencia responsable como solución al descontrol de la población canina.

Hay párrafos y frases del alegato de Bonacic, que son derechamente irracionales y sólo reflejan un estado mental perturbado. Primero argumenta que es cruel que los perros mueran atropellados o abandonados, pero que los perros cometen también crueles asesinatos cuando atacan a otras especies protegidas por la ley. Aparentemente, los señores perros no son muy buenos lectores y no se han enterado todavía de que toda ley que publica el Diario Oficial tiene carácter legal y debe ser acatada. Quizás su destreza a la hora de ladrar y levantar su pata contra el movimiento animalista, pueda ayudarnos a establecer relaciones diplomáticas con los perros anarquistas.

La cifra de las personas mordidas al año provienen de José Segura, jefe del Departamento de Zoonosis de la Secretaría Regional Ministerial de Salud, que las ofreció a la prensa en la primera semana de noviembre. Según sus cifras, en 2009 hubo 25 mil ataques de perros en todo el país, 18 mil de estos en la Región Metropolitana. Segura informa que la inmensa mayoría de los ataques ocurren "o dentro de los domicilios o cerca de éstos", que "en general los perros no son agresivos", que es "muy raro que ataquen a transeúntes" y que solo el uno por ciento de los ataques o mordeduras terminan con una intervención quirúrgica.
La constatación del jefe de Zoonosis no provoca ninguna reflexión en Bonacic. Que los ataques ocurran en los domicilios y en las inmediaciones de estos solo pueden significar que se trata de perros de casa o guardianes o con funciones de guardianes y que, evidentemente, ha habido algún problema con el adiestramiento. Usualmente los perros (con dueño) atacan cuando creen invadido su territorio. Poner en duda las cifras y reflexiones de Segura porque "los perros en la calle sin dueño no son habidos en una denuncia" es francamente estúpido. Las cifras sobre ataques y mordeduras provienen de dos fuentes principales: los partes médicos y los partes policiales. Que los perros autores de los ataques sean habidos o no, no implica que no se sepa quiénes han sido los autores de los ataques. El razonamiento es absurdo e irracional. Y si los perros fuesen habidos, seguramente correspondería también interrogarlos, ¿no? Pues tampoco su captura serviría para probar nada.

Que las mordeduras y ataques dejan secuelas físicas y psicológicas de por vida es algo que sabemos todos, pero el autor no ofrece ninguna solución racional, excepto matar a los perros de la calle, que son justamente los que menos daños provocan y los que menos peligro representan. ¿Por qué se niega a admitir lo que sabe todo el mundo, que los autores de ataques que causan daño permanente o incluso la muerte son perros con dueño? Esto lo muestran todas las estadísticas disponibles y la solución, evidentemente, no es matar a los perros que no tienen nada que ver, sino obligar a los dueños a dejar al adiestramiento de sus perros de guardia en manos de profesionales, que pueden adiestrarlos para que en su defensa del territorio no ataquen de modo tal a los intrusos que terminen con su muerte. Aun si se tratase de perros sin funciones de guardia, siempre convendría que al momento de adoptar una mascota, la familia adoptiva consultase con algún experto o se informase sobre el mejor modo de fundar una relación con ella.

Entretanto, la hipocresía y doblez de Bonacic son más que evidentes, pues pretende primero que los perros de la calle sufren y andan todos enfermos y hambrientos y que sería piadoso asesinarlos, y luego llama a preocuparse más de las víctimas de los ataques (de perros de casa o guardianes o de razas peligrosas), y de las especies protegidas, en un simulacro de alegato que más parece la descarga de odio de un beodo.2

Su mención de que un señor de apellido Copano también es partidario del asesinato de perros es tan patético e irrelevante como su recurso a las señoras de PETA. La encuesta de opinión de Radio Cooperativa, en la que aparece que un 78,7% de los encuestados favorece el sacrificio de mascotas, no tiene el menor valor científico y, como declara él mismo, solo gira sobre los perros que hubiesen atacado a personas.

Es de esperar que los senadores no presten atención a este panfleto tendencioso, incoherente y estéril. Considero un misterio que este señor, un reluciente dechado de ignorancia y mediocridad, esté encargado de la formación de futuros profesionales. Es incomprensible. Inadmisible. Aberrante.

Notas
1 Funcionarios de PETA fueron procesados en 2005 por matanzas ilegales y disposición ilegal de cadáveres. La historia es escalofriante. Los empleados de PETA fueron arrestados después de ser investigados durante varios meses por la policía. Se les acusó de engañar al público ofreciendo buscar hogares adoptivos, cuando en realidad eran inmediatamente sacrificados. Retiraban perros de un canil del condado de Bertie, Virginia, pretendiendo que les buscarían hogares adoptivos en Norfolk, pero en realidad los sacrificaban apenas recogidos. Los dos empleados fueron detenidos cuando arrojaban bolsas con decenas de cadáveres de perros en un contenedor público. La fundadora de PETA, Ingrid Newkirk, defendió a sus empleados diciendo que los animales no habían sufrido al ser sacrificados. Reconoció que su organización se dedica a matar mascotas, y dijo que el único error de sus empleados era haber arrojado los cadáveres a un contenedor público. Sin embargo, la investigación policial confirmó que los empleados de PETA decían en los refugios donde recogían las mascotas, que su intención era buscarles hogares adoptivos. "Nunca hemos ocultado", dijo Newkirk, "que la mayor parte de los animales que recogemos son sacrificados".

Pese a que habitualmente los funcionarios de PETA aseguran que solo sacrifican a animales enfermos o gravemente heridos, la verdad es que la inmensa mayoría de los animales que recogen son sanos y su eliminación no obedece a ningún criterio ético. PETA nunca ha ocultado que un principio básico de su filosofía es matar animales, llevada por la creencia de que en este mundo están mejor muertos que vivos -un aberrante razonamiento muy cercano a la filosofía nazi sobre los minusválidos. Aunque sus funcionarios recogen animales, o aceptan animales con la pretensión de buscarles un nuevo hogar, la verdad se encuentra en las cifras recopiladas por el Departamento de Agricultura de Virginia: aunque en años pasados la organización llegó a poner en adopción a cientos de mascotas (703 en 2001, un 26,18%), la búsqueda de nuevos hogares ha sido reducida a niveles escandalosos: en 2006 encontró hogar para solo 12 de 3061 mascotas recibidas; en 2007 para 17 de 1997; en 2008 para 7 de 2216; y en 2009 para 8 de 2366. En 2009, la tasa de sacrificio llegó al 97,3%. Desde 1998, PETA ha asesinado a 23.640 animales de compañía.
PETA pretende que en Estados Unidos no hay interés en la adopción de animales, lo que es una falsedad tan grande como una montaña. Hay muchas organizaciones pequeñas, y ciertamente sin los más de 30 millones de dólares del presupuesto de PETA, que encuentran hogares de adopción para cientos y miles de mascotas. PETA dice que nadie quiso adoptar más que ocho animales en 2009. La organización EDRA (Equipo de Defensa y Rescate Animal), de Santiago, entre mayo y diciembre de 2009 encontró hogares adoptivos para 350 perros. Igualmente entre octubre de 2009 y hoy, el Centro de Rescate Canino de Ñuñoa, que implementa una activa política de adopciones, ha logrado encontrar hogares adoptivos para más de 500 animales y ciertamente sin los recursos de PETA.

Frecuentemente los defensores de PETA argumentan que quienes atacan la organización son partidarios o agentes de la industria peletera. Aunque es verdad que los peleteros ciertamente tienen intereses creados en el desprestigio de la organización, las cifras sobre el sacrifico en los caniles de PETA provienen del Departamento de Agricultura del estado de Virginia y son absolutamente fiables. Que los peleteros utilicen estas cifras no implica que sean falsas.

La propia fundadora nunca ha ocultado que su intención es eliminar mascotas. Antes de fundar la organización, en los años setenta Newkirk trabajaba en perreras como recogedora de perros (o perrera; dogcatcher) y eliminadora de perros (dogkiller) y ha llegado incluso a jactarse de la cantidad de animales que ha asesinado con sus propias manos. Para eludir las prácticas inhumanas de sus colegas, que mataban a los animales de las formas más crueles, Newkirk cuenta que se levantaba temprano "para llegar allá [a la perrera] antes que nadie y mataba a los animales yo misma, porque no podía soportar que los mataran de esa manera [algunos colegas los metían vivos en congeladores]. Maté a miles de mascotas, a veces varias docenas al día".

Newkirk cree que matar es bueno y que la muerte es una liberación del sufrimiento. Hasta tal punto llega su culto de la muerte que en algunas ocasiones ha dirigido a sus funcionarios para rescatar animales solo para matarlos ella misma en su cuartel en Virginia. En 1991 PETA sacrificó a los dieciocho conejos que había rescatado de un laboratorio. Ciertamente les salvó de una muerte cruel a manos de humanos que aspiran a convertirse en algo que llaman académicos, pero ¿no habría sido más humano haberles buscado hogares adoptivos?

¿Qué mérito se podría reconocer, por lo demás, a una organización que ha premiado a una notoria diseñadora de mataderos?
Pese a todo, la organización cuenta con un incomprensible prestigio. Muchos encuentran en estas causas torcidas la oportunidad de concluir sus ritos de pasaje, donde las ganas de mostrarse al mundo se combinan maravillosamente con la ansiedad de sátiros de todo pelaje. Esta organización se está introduciendo en el mundo hispano, y recientemente en Chile a través de grupos subalternos como Anima Naturalis. Es imperativo salirles al paso. Su presencia fortalecerá el campo de los enemigos de la vida.

2 En otro lugar, sostiene que "la ley de tenencia responsable no es acerca del bienestar de los perros y mascotas sino que de la protección de las personas que son víctimas de mordeduras", una idea absurda. La ley de protección animal 291 bis castiga a quien "cometiere actos de maltrato o crueldad con animales". En el incoherente raciocinio de Bonacic, deberíamos entender que la ley debiese condenar a los perros que cometieran actos de crueldad contra humanos. Vaya con el docto en filosofía.


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