Que He Hecho Yo Para Merecer Esto
Tras escribir sobre la protectora de Santiago -Quién mató a los perros de la protectora-, he recibido una enorme cantidad de comentarios, muchos de ellos negativos, algunos envenenados. Me han reprochado no saber guardar silencio y comportarme inoportunamente, llamando la atención sobre cosas que es mejor que la opinión pública no sepa -no ahora. Por eso, algunas descerebradas me estiman enemigo de su causa animalista. Algunos me han incluso amenazado. Otras, con llevarme a tribunales por presuntas injurias y calumnias. Muchos quieren que me calle. Algunas han amenazado incluso a una amiga mía, por el imaginario delito de comentar o difundir mis escritos. Otros amigos me han insistido en que presente mis descargos. No he recibido críticas serias. Casi todos los comentarios son protestas soeces sin contenido alguno, escritos por mentes jibarizadas. Agradezco a las personas que han leído más atentamente mi artículo y han rescatado lo esencial del asunto. Lo que sigue son algunas aclaraciones y correcciones.
Antes de seguir, voy a dar una muestra de los comentarios recibidos. Casi todas las escritoras y escritores han entendido que yo defiendo a Luis Navarro, el director de la protectora. Ya explicaré por qué es esta una creencia irracional. Se me acusa, pues, defender al director, y de haber escrito mi análisis a cambio de "beneficios monetarios", base suficiente, según una lectora, para entablar una querella contra mí; de tergiversar y "enlodar [el] movimiento"; que siembro "un manto de dudas sobre la labor que se desarrolló" y que hago un flaco favor a la causa animalista; se me tacha de ignorante. Publicados mis descargos y correcciones, el ataque de las pajarracas -así las llamé- continuó implacable. Una se molesta porque llamé a algunas "urracas fascistas", recordándome, incoherentemente, que el pasado ya pasó y me atribuye, todavía más incoherentemente, dichos de entrevistados y otros blogueros. "Mierda", me llama una de las improbables querellantes; otra energúmena afirma que defiendo "obsesivamente" a Navarro. Otra grita que por qué defiendo a Navarro en circunstancias que es atacado por todo Chile. Vaya argumento. Finalmente se me ha prohibido el acceso al grupo al que envié mi reacción frente a las críticas, después de ser invitado a hacerlo nada menos que por una de las generalísimas de CEFU.
En la creencia de que Amado de Mérici es un nombre literario, y con la intención evidente de amenazarme, varias de las urracas han pedido que me identifique y que aclare cuál es mi oficio. Creen, pues, que, si no tengo cartón de periodista, no puedo escribir; si no lo tengo de zoólogo, no puedo hablar sobre animales; si no lo tengo de leguleyo, tampoco puedo hablar de leyes. Una memez tras otra. Y lo curioso es que mis detractoras, especialistas en nada y con textos escritos de manera incoherente, con numerosos errores ortográficos y gramaticales, y rara vez con frases redondeadas (no digo ya incoherentes), se permiten escribir sin ser lingüistas. Este punto de vista clasista y francamente estúpido no merece mayores comentarios. Que juzguen otros si la opinión es sólo monopolio de los acartonados.
La irracionalidad se ha instalado de lleno en el movimiento animalista y alcanza sus niveles más altos. Pese a ello, algunos comentarios son menos irracionales que otros, aunque no por eso menos inmorales. Una lectora me dice que no conviene tocar estos asuntos ahora que la gente se ha sensibilizado con la causa animalista. Vale decir, que mis comentarios no son oportunos. Teme que mis comentarios se conviertan en una bola de nieve que dañe al movimiento. Otra reconoce abiertamente la manipulación de la información por parte de los empleados del programa de televisión que inició el proceso policial, pero cree que la vida es así y tenemos que aprovechar el tongo para machacar a Navarro.
Mi amiga Pepa trató de introducir algo de coherencia y racionalidad en el ‘debate’, pero le fue imposible. Terminó ella misma siendo atacada furiosamente. Y una de las urracas, también, extrañamente, ligada a CEFU, la amenazó veladamente, recordándole su condición de extranjera. Usé la palabra fascista para referirme a algunas no para insultarlas como pinochetistas sino porque a Pepa se la amenazó aludiendo a esa condición -vale decir, en base a un argumento xenófobo, y la xenofobia o el odio al extranjero es una característica reconocida de las ideologías fascistas.
Sigamos. En mi artículo original había dos errores de interpretación, que reconocí y corregí. Son estos: 1) contrariamente a lo que afirmé originalmente, los estudiantes no entraron con la policía al recinto de la protectora y no han podido, por ello, contaminar el lugar de los hechos en esos momentos. Sin embargo, los detectives entraron con periodistas, lo que hace suponer que el resultado -posible contaminación de las evidencias- es el mismo. Los estudiantes no han tenido ninguna parte en las hileras de perros muertos que vimos en la televisión en esos días. Participaron en un operativo de eutanasia en el que pusieron a dormir, con tiopental, probablemente una cincuentena de perros. 2) El doctor Espínola, de CEFU, no fue invitado por la policía a participar en el allanamiento, sino que se acercó voluntariamente con la intención de colaborar en ese operativo, precisamente para controlar que no se aplicase eutanasia a perros recuperables. El fiscal lo expulsó del recinto. La consecuencia es que no tenemos ninguna instancia independiente de control de lo que pasó después de que la policía abriera las puertas a los estudiantes. Tal parece que, por curioso que sea, son estas las interpretaciones causaron la ira de muchas lectoras.
Lo que sigue es la reacción que escribí.
La investigación previa de la policía duró cinco meses -no cuatro, y empezó en julio. Según entiendo, el seremi de Salud inspeccionó la protectora en junio del mismo año, un mes antes de iniciarse la investigación y no encontró nada anómalo ni irregularidades. Es extraordinario e incomprensible que si el delito de maltrato animal llegaba a los extremos que se supone -el exterminio diario de perros sanos y enfermos, con el propósito adicional de apoderarse del dinero de los clientes que dejaban ahí a sus mascotas y de exterminar, por negligencia, a todos los animales a tres kilómetros a la redonda-, el fiscal haya esperado tanto tiempo para intervenir. Si, como ha declarado el fiscal y algunos medios de prensa, en la protectora se mataba a un promedio de cincuenta animales por semana, es incomprensible que constatado el delito, la cantidad de animales exterminados y entre ellos un número no determinado de animales demostrablemente sanos, el fiscal no haya decidido intervenir en las primeras dos o tres semanas de la investigación. Si se cometían esos delitos, esperar tantos meses es simplemente una imperdonable negligencia. Esto, a mis ojos, arroja también sospechas sobre la actuación del fiscal. El doctor Molina, de la protectora, ha negado esas cifras. Dice que morían -de muerte natural- en promedio unos sesenta animales al mes. Es lamentable que el fiscal no se haya parado a pensar en este aspecto y no haya intervenido antes.
En la operación policial que empezó con el allanamiento del 3 de diciembre de 2008 participaron civiles -estudiantes y periodistas. Ya sé que a algunos lectores les parece de lo más normal. A mí me parece indecente. No me interesa mucho si la ley lo permite o no -mi crítica es moral, no leguleya. Lo que sí sé es que en tribunales muchas de las evidencias recogidas serán simplemente desestimadas por estar contaminadas. Que la policía no llamó a los activistas de CEFU me ha sido ya aclarado por algunos, y por el Dr. Espínola mismo. Llegaron allá los activistas, pues, por sí solos, como invitados de piedra. Sin embargo, para mi argumentación da igual. Lo que quiero destacar es que habiendo un profesional con las credenciales de la coalición animalista que quería colaborar velando por el bienestar animal en la operación, y especialmente evitar que los estudiantes eliminaran a animales sanos o recuperables, el fiscal prefirió desalojarlo del local de la protectora. En cuanto a la participación de la profesora Vidal y sus estudiantes, sus declaraciones no me son creíbles. Insisto en que no es posible creer que ella pensara que podía llegar a una institución privada con cerca de cuarenta estudiantes para realizar un operativo de distémper, como declaró, sin ser invitada. Sin embargo, la señora Vidal, en una entrevista que fue publicada por un canal de televisión, se fue de lengua y admitió haber sido llevada por los detectives -se desdijo luego, apresuradamente.
Los estudiantes participaron en el operativo después de que la policía hubiese asegurado policialmente el recinto. En la versión original dije que los estudiantes habían entrado con la policía. Fue un error de interpretación. Según creo, la policía debe haber informado del allanamiento a la prensa (lo que me parece extremadamente reprochable), pues no se explica de otro modo que los canales se encontraran esperando en la puerta antes de la llegada de la policía. De si entraron o no periodistas al allanamiento, según lo que se puede ver en los videos de Megavisión sólo se puede concluir que entraron, porque el camarógrafo filmó desde dentro el momento en que abren la puerta y entran las furgonetas de la policía. En una de las tomas iniciales, se ve a un policía entrando al patio - limpio entonces- y la cámara muestra a un detective corriendo con una pistola en la mano. (¿Qué esperaba encontrar el pobre hombre? ¿Por qué habrá hecho eso? Es insólito. ¿Se lo pidió el camarógrafo para darle más emoción a la escena?)
Es en esta escena que vemos el patio de entrada de la protectora, que se ve limpio, y dos contenedores grises, uno chico y uno grande. Según veremos luego en los videos de Megavisión, el grande contenía excrementos, que un policía esparce por el suelo. El contenedor chico contenía bolsas de basura con cadáveres de perro -cuatro en total, y un gato, que aparentemente los policías depositan en el suelo. Es la primera hilera. Aquí tenemos un lapso bastante largo -que supongo que es cuando los policías aseguran el lugar. En esta parte del allanamiento, un periodista entrevista a una veterinaria de la policía, al interior del recinto, explicando que ha hallado a una perrita muerta o tras un aborto. El fiscal presente dice, explicando algo que no podemos sino intuir: "Tuvimos que actuar veterinariamente". Mi interpretación es que fue su modo de decir que ordenó probablemente eutanasiar a los animales posiblemente moribundos. De este episodio pasamos a la llegada de los estudiantes. Cuando entran, hay dos hileras de cadáveres, aparecidas misteriosamente, en medio de la mierda. Eso es lo que ven. No saben que lo que ven no estaba ahí dos horas antes. Naturalmente se llevan una terrible impresión y algunos se echan a llorar. Nadie les dice que no es lo que parece. Los que lo saben, callan.
Yo afirmaba en mi artículo que los autores de esta primera matanza eran los estudiantes. Esta afirmación es errónea. Fui llevado a concluir esto por algunas informaciones aparecidas en los medios. La situación en la protectora era "[...] tan patética", escribió La Cuarta del 4 de diciembre de 2008, "[...] que los especialistas de la Universidad Mayor que ingresaron en su auxilio sacrificaron de inmediato a varios". Pero la observación del diario se refería al período del allanamiento que se inicia a las diez de la mañana. Eso quiere decir que los estudiantes no son los autores de la matanza mostrada en televisión (las dos hileras de cadáveres en el patio de la protectora). Mis sospechas iniciales fueron que los animales habían sido encontrados probablemente muertos en la enfermería -pero no puede ser, porque el fiscal declara, en el minuto 11:27 (Megavisión), que él encontró sólo "[...] un perro muerto y otro por morir". Más tarde, uno de los aparentes veterinarios del programa de televisión ‘La ley de la selva’, dice que "[...] hay perros muertos con perros vivos dentro de la enfermería". ¿Quién puso esos perros ahí? (Comparen los minutos 6:14 y 13:01 de este video.
Los estudiantes participaron en la segunda operación de eutanasia, que empezó obviamente después de las diez y bajo la supervisión de la señora Vidal y del presentador del programa de televisión ‘La ley de la selva’. En el video este presentador explica la necesidad de aplicar la eutanasia y agradece a los estudiantes su participación. Se los ve preparar la mesa donde harán dormir a los animales. La cámara enfoca una mesa llena de frascos de tiopental -más de diez. El presentador se pasea con un jeringa en la mano. Luego se lo ve inyectando una jeringa a un perro negro. Después, se lo muestra con dos animales, aparentemente eutanasiados. Una estudiante llora después de eutanasiar a un cachorro. Posteriormente, en otros medios, al menos un estudiante ha admitido haber participado en las eutanasias, aclarando que lo hicieron por razones humanitarias. No sabemos cuántos perros mataron los estudiantes, y no sé si están realmente facultados para hacer lo que hicieron. No he puesto en discusión sus intenciones humanitarias.
Según lo que se desprende de las imágenes y declaraciones de varios implicados, se puede concluir con alguna precisión que los estudiantes deben haber matado a más de treinta animales, que no mostraron ni se ven en las imágenes del programa de Megavisión. Hay un episodio en que el presentador muestra una jaula con unos veinticinco cachorros. Se ve un animal enfermo, aparentemente moribundo, entre ellos. El presentador dice que todos esos animales están contagiados con distémper y "[...] tuvimos que sacrificarlos". Pero hay más animales eutanasiados por los estudiantes y esos periodistas. Las imágenes del video de Megavisión muestra una toma que se haría posteriormente famosa. Tras entrar al recinto, la profesora Vidal y la gente del canal se encuentran con una imagen infernal: dos hileras de cadáveres de perros, y el patio lleno de excrementos, basura y desechos. Bien, eso ya lo sabemos. Fue a las diez de la mañana. Pero otro canal -no sé ahora si Chilevisión, TVN o la Red- logran filmar desde fuera de la protectora, aparentemente subidos o asomados a la muralla, otra toma: ahora has tres hileras de cadáveres. Hay tres perros adultos que han sido agregados a las dos hileras originales. ¿Quién los mató? Y, ¿dónde están los cachorros de la jaula? ¿Fueron enterrados en algún cementerio de mascotas? ¿Los echaron a los contenedores de basura? Deberíamos saber cómo dispusieron de sus cadáveres.
Hay un detalle increíble en ese episodio filmado por Megavisión. Examinen esos videos. Entran pues los profesores y los presentadores y uno de ellos, que no sé si sabe o no que esos cadáveres han sido dejados ahí por los detectives- dice: "[...] tamos [sic] ingresando e inmediatamente ya vemos que hay cachorros muertos... esto es lo que se pudo sacar... [?] hay un olor que no debería existir en este lugar... fíjense la cantidad de fecas que hay acumulado [sic]... acabamos de entrar, no hemos dado ni dos pasos... está consternado [se refiere a otro periodista] viendo a cachorros, perros que son completamente adoptables". Este presentador -Cote, creo- dice que piensa que esos cachorros que vio estaban sanos, que eran adoptables. Pero ¿sabe o no que no estaban ahí dos horas antes? Ya he dicho que he trabajado durante muchos años como productor de televisión. Que estén entrando recién al recinto puede ser derechamente descartado. Ya han entrado y han vuelto a entrar para ser filmados. Este es el procedimiento normal en televisión. Lo que quiere decir el periodista es que en la protectora se mataba a perros sanos. ¿Quiere decir eso que si los perros fueron colocados ahí por los detectives o los veterinarios de la brigada, que estos eutanasiaron a perros sanos? ¿No quiere hacer pensar al público que esos perros fueron matados por Navarro? Aparentemente, el periodista no sabía que esas hileras eran posteriores a la entrada de la policía. Sin embargo, hace una extrañísima declaración: "[...] esto es lo que pudimos sacar". ¿A qué se refiere? Tampoco parece saber que la enorme cantidad de fecas proviene de los contenedores que vaciaron los detectives en el patio. Al entrar, los presentadores parecen creer que ese es el espectáculo habitual de la protectora, que pese a lo absurdo, el público que entraba al recinto tenía que pasar primero por ese infernal patio lleno de cadáveres. Se tragan pues la píldora y luego convencen a todo el resto del mundo de lo mismo.
Me ha sorprendido el grado de histeria con que ha actuado la prensa y muchas personas asociadas al movimiento animalista. Al señor Navarro se lo ha crucificado de manera infame, sin que todavía se pueda demostrar que haya cometido los delitos que se le imputan. Mientras no se demuestre que es culpable, el señor Navarro sigue siendo un hombre inocente. Encuentro lamentable que algunos animalistas se entreguen a la histeria y a la sinrazón. El atentado contra Navarro y su hija y el intento de incendiar su casa es un hecho de una barbarie indefendible. No he visto reacciones de repudio de estas acciones ni nadie que haya tomado decidida distancia de los elementos terroristas que parecen haber infiltrado el movimiento de defensa y protección animal. Es lamentable que algunos crean que estas acciones bárbaras e injustificadas son permisibles. Sería un grave y definitivo error que el movimiento animalista justificara el terrorismo y el vandalismo y otros actos deplorables que se están cometiendo en su nombre. Es muy lamentable que las organizaciones animalistas guarden silencio y no actúen judicialmente contra los autores de estos actos.
Un grupo de arpías y urracas histéricas me han elegido como blanco de sus irracionales invectivas. Con ellas no se puede discutir nada, porque no presentan argumentos. Una de estas..., eh..., señoras..., ha tenido incluso el descaro de amenazar a buenos y leales amigos míos con llevarles a tribunales [?] y ha insinuado que el hecho de que esta amiga mía sea extranjera podría ser un antecedente a tomar en cuenta a la hora de actuar contra ella. Imagino que lo que quiere decir es que, si no me callo, buscará algún motivo para denunciarla a Extranjería. Lo que quiere esta urraca..., eh..., señora, es que me calle. Estas amenazas veladas y estúpidas -tan típicas del bajo pueblo fascista- son indignas del movimiento de defensa de los animales. Esta señora es un elemento peligroso para el movimiento animalista, porque volverá a actuar de este modo en el futuro, con amenazas insensatas, contra cualquier otro amigo de los animales que se ponga en su camino. Es la misma idea que lleva a algunos a acusar a Navarro de estafa, en lugar de maltrato animal, sobre la base de que, en algún misterioso y secreto tribunal, al señor Navarro ya se lo ha condenado y la acusación por estafa es en realidad su sentencia. Esto es total y absolutamente impresentable. A estos elementos ha de combatírseles con la misma fuerza que a los elementos terroristas y a los que, sin ser ni urracas ni arpías, conceden con su silencio. Ahora que el movimiento marcha en dirección a la formación de una organización política, es importante que sus miembros limpien el terreno y se deshagan de los elementos extremistas, las pajarracas aquintraladas y otros ejemplares de arqueología ornitológica.
Otros me han criticado por hablar inoportunamente. Debería quedarme callado y no enfatizar lo que sé -que los estudiantes participaron en el post-allanamiento realizando eutanasias, porque eso haría dudar a muchos. Lo lamento. No creo que el fin justifique los medios. No creo en los criterios de oportunidad. Mi posición es moral. Insisto en que la verdad debe ser siempre el norte de todos nosotros. La manipulación y la intriga las veo yo como obstáculos para construir un movimiento sano y relaciones sanas entre sus miembros. En la prensa se han hecho muchas afirmaciones inverosímiles, evidentemente mal intencionadas, sin que nadie se haya tomado el trabajo de desmentirlas. Como, por ejemplo, que Navarro mataba a los animales a palos, que los dejaba triturar vivos en los camiones recolectores, que los metía a hornos crematorios y cámaras de gas, que los alimentaba con otros perros... Son estas afirmaciones absurdas las que probablemente han llevado a algunos descerebrados a atentar contra la integridad física de Navarro y su familia. Y cuando la opinión pública se entere de que estas descripciones y acusaciones son infundios y carecen de fundamento, el movimiento animalista va a quedar muy mal parado. Yo no me voy a callar, cualquiera sean las consecuencias. Creo que si el movimiento acepta la falsedad y la intriga como prácticas aceptables, es mejor que muera en la cuna. En todo caso creo que son las funcionarias y las urracas las que dañan al movimiento, no yo ni la verdad.
En el debate que mencioné al principio, una participante cuestionaba mi sentido de la oportunidad y decía que era irrelevante cómo se formaron esas hileras de perros que encontraron los estudiantes al entrar a la protectora. Sin embargo, es en base a estas imágenes manipuladas que se ha logrado conmover a mucha gente, que de ese modo se ha convencido de la culpabilidad de Navarro. Esas hileras de cadáveres de perros no estaban ahí cuando entró la policía. Y según lo dicho en las entrevistas que cedió el fiscal durante el allanamiento, esos perros aparentemente tampoco estaban muertos. Esas fotos espeluznantes han provocado quizá el atentado contra Navarro y su hija, y su casa, que algunos manifestantes trataron de incendiar, de modo que, como dijo también en su momento mi amiga Pepa García, saber la verdad sobre este asunto sí es relevante.
Algunas han interpretado mi artículo como una defensa de Luis Navarro. El mismo director ha admitido que en la protectora no todo marchaba bien, que, entre otras cosas, faltaban recursos. Ha explicado que su política rechaza la eutanasia, y que sólo ayudaba a morir a los pacientes terminales suministrándoles sedantes. Aparentemente, el foco de distémper que surgió, y que amenazaba con extenderse, es el resultado de esa opción. No me queda claro ni el nivel de infección de ese foco ni cuáles son las otras opciones posibles. No me queda claro que haya una intención dolosa. El fiscal Arias dice que Navarro tenía la intención de contagiar a los perros de la protectora, y que el foco de infección abarcaba un radio de tres kilómetros a la redonda, lo que convertiría al acusado en un verdadero Mengele de las protectoras. Pero es una acusación indemostrable y notoriamente enfermiza. Para probarla, debería contar con la confesión de Navarro. Además, esto supondría que todos los empleados de la protectora se han confabulado de algún modo y que han sabido resistir las insensatas e ilegales amenazas del fiscal, que se atribuye funciones que no le corresponden cuando les dice que los dejará en la cárcel si no confirman lo que llama su verdad. Ha pasado más de un mes desde el allanamiento y el tribunal no cuenta con nuevos elementos en cuanto al maltrato animal. Que en un mes los empleados -incluyendo los subalternos- hayan mantenida intacta, sin quebrarse pese a las amenazas y esa noche en la cárcel, su versión de lo que pasaba en el canil me dice a mí que esos empleados probablemente son inocentes y que Navarro no ha tenido la macabra intención que le atribuye el fiscal.
En el caso de la protectora de calle Libertad me parece que una posible vía de investigación es la comparación entre las dosis disponibles de anestésicos y preanestésicos -que se podrían usar para aplicar eutanasia- disponibles en la enfermería y el promedio de animales que, según algunos, se habría sometido a eutanasia y/o a tratamientos paliativos al día. Según el médico veterinario de la protectora, morían al día en promedio, de muerte natural y con aplicación de sedantes paliativos, dos a tres mascotas -es decir, entre cuarenta y sesenta al mes. Según la acusación, se eutanasiaba a doscientos animales al mes, entre enfermos y sanos. Cualquiera sea la tesis que se adopte, en la enfermería debieron haberse encontrado las cantidades correspondientes de anestésicos. Había anestésicos disponibles, pero no sabemos en qué cantidades. No sé si esta vía es relevante, ya que la fiscalía acusa a la protectora justamente de no aplicar la eutanasia -aunque originalmente, según versiones de la prensa, la acusaba de lo contrario (La Segunda del 4 de diciembre de 2008 informaba que Navarro y empleados del canil habían sido acusados de "realizar eutanasias"). Si no corresponde la disponibilidad de sedantes con el promedio de animales muertos al mes -por muerte natural o asistida-, querrá decir que algunos de ellos murieron con dolor, y eso se podría definir como delito de maltrato. Con todo, en este caso también debería demostrarse la intención dolosa.
Las cosas en los caniles no son color de rosa, aunque hay muchas historias bonitas y con final feliz. Hay enfermedades, hay mierda, hay riñas, hay pestilencia, hay animales arrojados por las murallas -de vez en vez. No se puede condenar a Navarro por tener un canil hediondo. Y que las periodistas de House & Garden, o de Lady’s Journal se desmayen por el mal olor, no quiere decir que se haya cometido allá algún delito. Sólo quiere decir que no sirven como periodistas.
Lo que me llevó a investigar este asunto -al principio creí de pie juntillas todo lo que se dijo y afirmó en televisión- fueron las patentes contradicciones e inconsistencias en las declaraciones de los participantes. Vi imágenes terribles, como todo el mundo. Quería saber quién había matado a esos perros. No soy de los que creen de buenas a primeras en lo que dicen las autoridades. Al contrario, y sobre todo después de treinta y cinco años de satrapía, las autoridades me inspiran desconfianza. Recopilando datos en la prensa escrita y de televisión, llegué a la conclusión que todos conocen. A los probablemente seis perros y un gato muertos que encontró la policía al llegar, alguien agregó una quincena de cadáveres más que, según un presentador de Megavisión, eran animales sanos. Esos perros fueron depositados en el patio entre las ocho y diez de la mañana. Por tanto, no pudieron ser los estudiantes. Entre las diez de la mañana y cinco de la tarde, los estudiantes y sus profesores aplicaron eutanasia a los animales contagiados con distémper. A las dos de la tarde, un equipo de televisión captó en el patio tres hileras de cadáveres. A eso del mediodía, los periodistas de Megavisión y los estudiantes aplicaron la eutanasia a cerca de veinticinco cachorros, todos provenientes de una sola jaula. Eso quiere decir, si es verdad que había animales con distémper por todas partes, que la cantidad de perros eutanasiados debe ser muchísimo mayor. Esos cadáveres no fueron mostrados, y todavía no sabemos qué pasó luego con ellos. Por la tarde hubo otro ciclo de eutanasias, sobre el que informó La Segunda el 4 de diciembre.
Creo que esto es indesmentible. Otra cosa son los motivos y lo lícito de sus actos. Presumo que no mienten cuando dicen que lo hicieron por motivos humanitarios. Lo que reprocho es que no hubo instancias independientes de control que pudieran corroborar que efectivamente a esos animales se los mató porque eran pacientes terminales y no porque sufrían de distémper y había que terminar con el foco infeccioso, que era precisamente la tarea que quería desempeñar CEFU. Finalmente el fiscal expulsó al Dr. Espínola del canil. No tengo motivos para creer -ningún ciudadano debería tenerlos- en lo que dice el fiscal y los veterinarios. Por no haber permitido ese control independiente, arrojan sombras sobre sus actos y sus motivos. Esta es simplemente una cuestión de método. No se puede creer en las explicaciones que da el gato sobre la desaparición de los pescados de la pescadería que tenía el deber de cuidar. Quiero decir, es evidente que tanto el fiscal como los profesores universitarios tienen un interés creado en mostrar esos hechos -si es que lo son- y por eso sus declaraciones no son inmediatamente creíbles y deben ser investigadas con el mismo celo y meticulosidad con que se investiga a la protectora. Hasta ahora, el único que ha tratado de investigar la acción policial y posteriormente la de los estudiantes, he sido yo desde la cómoda posición de mi gabinete.
Un último aspecto: se acusa a la protectora de aplicar la eutanasia a perros sanos, por motivos económicos. O de matar indiscriminadamente a perros sanos y enfermos. El subcomisario José Palominos, que hizo el inventario de la enfermería, declaró haber encontrado ahí fármacos y/o anestésicos o preanestésicos, e insinúa que se los usaba para dormir a los perros. "[...] También va a quedar un cierto grado de incertidumbre, cuál es el uso en definitiva que se está dando a estos medicamentos". Supongamos que fuera verdad que en la protectora mataban a los perros con anestésicos, y si fuera verdad que mataban también a perros enfermos, ¿cuál sería entonces exactamente la acusación? Porque eso es justamente lo que hacen veterinarios y estudiantes cuando aplican tiopental a los animales que estiman que están contagiados con distémper. ¿Qué tenemos que pensar? ¿El delito de Navarro es no matar a los animales enfermos? Navarro dice que no se aplicaba la eutanasia activa en la protectora. El fiscal acusa a Navarro tanto de matar a perros sanos, como de dejarlos morir sufriendo, e incluso de crear un foco de infección para matarlos. Un plan demoníaco, probablemente indemostrable.
Días antes del allanamiento en Santiago, en Viña del Mar se descubría una matanza de perros que no tuvo la cobertura nacional que merecía, y ello se debe probablemente al rechazo de la denuncia por parte de Ecópolis (miembro de CEFU en la Quinta Región). El 25 de noviembre de 2008, Aída Rerequeo, la conocida activista viñamarina, encontró, tras recibir una denuncia anónima de empleados municipales, los cadáveres de diez perros en el contenedor del canil clínico de la municipalidad. Las representantes de la organización Ecópolis -asociada a la municipalidad- negaron que se tratase de un caso de eutanasia ilegal y reprochó que las activistas no tuvieron mayores pruebas. Sin embargo, las irregularidades en el canil se vienen denunciando desde hace años y se cuenta con varias declaraciones y casos que demuestran innegablemente que en el canil las cosas no huelen bien. Yo mismo he participado, con otros, en el rescate de mi amigo Robin Caballo -un gran danés que vivía en Caleta Abarca-, al que las funcionarias del canil querían eutanasiar. Hay otros casos conocidos. El 28 de noviembre, en el contenedor del canil clínico -según las activistas que entraron al lugar, siendo desalojadas de inmediato- se encontraron cerca de una quincena de cadáveres. No hay pruebas definitivas. ¿Cómo se puede tratar de impedir una investigación, que es lo que las activistas pedían? Es incomprensible que una persona que defiende estas prácticas ilegales e inhumanas forme, al mismo tiempo, parte de CEFU. Eso es simplemente aberrante.
Ahora resulta que las activistas de Viña del Mar tenían más antecedentes y más ‘pruebas’ que las que tiene CEFU contra la protectora de Santiago. Sin embargo, en su momento, CEFU, sin duda bajo la nefasta influencia de la agrupación aludida, desistió de iniciar un proceso contra la municipalidad. Extrañas e incomprensibles decisiones.
Reprocho que CEFU decida acusar de estafa a Luis Navarro, porque no me parece que sea competencia de los animalistas. Si no lo pueden acusar de maltrato animal, es mejor no acusarlo de nada, porque la acusación de estafa hace suponer que CEFU ya juzgó a Navarro extrajudicialmente y que la acusación es simplemente una sentencia. He dicho que esto me parece impresentable. Creo que todo el mundo tiene derecho a un debido proceso, basado en la verdad. Pienso que la decisión de CEFU ha sido mal inspirada.
También lamento que CEFU guarde silencio con respecto al atentado que sufrió Navarro y su familia. Con ese silencio, CEFU se hace cómplice de un acto infame y cobarde, y su asociación con estos actos de violencia daña la causa animalista. Definitivamente, la coalición va mal encaminada. No estoy defendiendo a Navarro ni justificando o negando los posibles malos tratos que pueden haber sufrido los perros en su canil. Estoy exigiendo que se actúe contra él con pruebas fehacientes, no con rumores e infundios. Quiero que se proceda contra él en el marco de la ley y con nobleza. No necesitamos falsedades ni tergiversaciones ni intrigas para proceder contra los que cometan actos de crueldad contra las mascotas. Actuar irreflexiva y/o apresuradamente contra los responsables de la protectora, puede ciertamente desvirtuar o estropear la acusación, que, de momento, el juzgado ha desestimado.
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