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Terminar Con el Terror

De lo que se trata realmente es de evitar las acciones terroristas. Dado que los motivos de algunos grupos son colaborar con la resistencia iraquí haciéndonos probar lo que significa vivir con el terror y la muerte, lo más razonable -aparte capturar y llevar a justicia a sus autores -sería revisar la cordura de la guerra. Todos sabemos lo injustificada que nos era. Tras dos años terror allá, sería conveniente que Estados Unidos accediera a negociar su retirada. Si termina la ocupación, se quitaría la enorme presión que ejerce la guerra sobre las poblaciones musulmanas en el mundo. La guerra es claramente injusta e innecesaria. Cree que es así la abrumadora mayoría de las opiniones públicas de Europa, y el mundo -y naturalmente en los mundos árabe y musulmán. La continuación de una ocupación y resistencia mortíferas no tiene ningún sentido. Por más tiempo y más muertes que pasen, nada cambiará. En Iraq no tiene Estados Unidos nada que hacer.

O mucho. Todo dependerá de los acuerdos a los que pueda llegar con el gobierno y la resistencia legítima. Obviamente, un primer resultado deberá ser la exclusión de los terroristas fundamentalistas, y su represión -y también un freno a las tendencias fundamentalistas del propio gobierno iraquí. Fijar un calendario de retirada no es una mala idea. No significa mañana. Puede tomar el tiempo suficiente como para continuar con el adiestramiento de la policía y ejército si, por ejemplo, se dejase de acosar a la resistencia que, entonces, tampoco emprendería acciones de ningún tipo. Las tropas americanas podrían retirarse de las ciudades y algunas labores de policía podrían ser también realizadas por tropas de otros países árabes o musulmanes aceptables para las dos o más partes. Las tropas aliadas podrían replegarse hacia las fronteras o destinarlas a los proyectos de reconstrucción. La resistencia iraquí debería aceptar un compromiso vinculante de integrarse y adaptarse a las nuevas reglas democráticas de Iraq. Son temas básicos sobre los que construir.

La fijación de un calendario de retirada quitaría a muchos el motivo para actuar asesinándonos. La guerra de Iraq fue el principal motivo de los atentados de Madrid; es posible que también sea el motivo de los de Londres. Esto quizás no signifique el fin de los atentados. Lamentablemente, el terrorismo se ha convertido en el arma preferida de gobiernos y rebeldes y simples criminales. Pero el terrorismo de los años setenta y ochenta en el Reino Unido, Francia y España lo sobrevivió Europa sin que siquiera asomase el espectro del fascismo como medicina. Naturalmente siempre existe la posibilidad de que algunos insensatos que quisieran implantar por ejemplo la ley islámica en Europa o revivir según se dice califatos tan antiguos que nadie recuerda sus nombres, cometan actos de terror. El riesgo es inevitable, pero nada indica -todo lo contrario- que las poblaciones musulmanas de Europa quieran prestar oídos a esas ideologías estrambóticas. Para los musulmanes de Europa, los barbudos de Afganistán con sus alucinaciones son igual de desagradables que para los no musulmanes.

Todavía es posible que ocurran actos de terror por otros motivos. En Holanda, por ejemplo, el asesinato de van Gogh -el columnista holandés ultimado por un militante musulmán- tiene un contexto casi pueblerino: el autor había causado el odio de su asesino por insultar en sus columnas y películas según él a los musulmanes. Aunque no parece tampoco que el asesinato haya sido planeado por un grupo, ciertamente no es una conspiración del terrorismo internacional y al Qaeda no está detrás del homicidio. Sacarse fotos con pasamontañas y decapitar al ‘enemigo' -al inocente, al civil, al civil inocente- se ha puesto de moda, hasta tal punto que lo aplican ahora bandas de criminales en América del Sur y las pandillas callejeras en las otras dos. Y desde la guerra de Iraq se ha transformado en el método favorito para ajustar cuentas entre presidiarios de bandas enemigas. Que los asesinos se reclamen de la misma fe y utilicen decorados terroristas no agrega necesariamente un dato relevante. Tienen motivos de lo más diversos. Pareciera que ya no se discute que la gran mayoría de las víctimas son completamente inocentes de cualquier delito que en otra época les pudiese haber costado la pena de muerte. Todos somos víctimas ahora.

En algunos países se trata a los árabes y extranjeros de tal modo que es difícil imaginar que no haya reacciones violentas en el futuro. En Holanda se ha implantado un apartheid de la población árabe y extranjera del Tercer Mundo que es simplemente inmoral y que no me cabe ninguna duda que puede causar heridas y odios profundos. Por ejemplo, el estado trata por todos los medios de impedir que los trabajadores extranjeros residentes puedan reunirse en Europa con las familias -a pesar, y en violación de tratados europeos sobre la reunificación familiar de los inmigrantes. Se les impone todo tipo de trabas y abusos económicos. Si los hijos son mayores, se les excluye de la familia. También se les excluye si no hablan holandés, si no aprueban un examen pagado sobre folclore holandés, si no tienen 21 años y si no pueden demostrar ellos o sus padres que no serán un lastre para el estado y si ganan un 120% del salario mínimo. Ahora el gobierno está afilando una ley para imponer restricciones en el espacio de vivienda: si el extranjero que quiere traer a su familia vive en un espacio menor a tantos metros cuadrados, no se autorizará su reunificación.

El apartheid holandés es de una injusticia y arbitrariedad tan espantosa que es difícil imaginar que no estén aquí las tropas aliadas liberándonos. Es difícil imaginar que en un contexto en que, además de lo dicho arriba, a los inmigrantes árabes se les echa de sus trabajos, se les quitan las prestaciones sociales, se intenta -y seguramente el gobierno lo logrará- limitar su acceso al seguro médico y son constantemente denigrados y humillados a gusto por los mandarines neo-fascistas -entre ellos la notoria e infame hija de Hitler-, es difícil, digo, no imaginar que algunos afectados reaccionen de manera violenta. No sería nada sorprendente. En estos días, se hacen cosas peores por menos motivos todavía. Pero cualquiera de nosotros tendría sentimientos de indignación si nos tratasen de esa manera en algún país. Es patente que aquí los malos de la película no son los inmigrantes, sino el gobierno y su insensato, injusto, inmoral sistema de acoso de los árabes y otros extranjeros. La espantosa estrategia busca agobiar de tal modo a los extranjeros que estos opten por marcharse ‘voluntariamente'.

Para terminar con el terrorismo se requiere terminar con la guerra. Pero también terminar con la discriminación, el acoso y la humillación de los musulmanes de Europa. Decretar nuevas leyes, generalmente irrelevantes, más limitaciones a la libertad de expresión, de credo y de asociación, y amenazas de estados de excepción, juicios sin abogados, cárceles secretas y otras bárbaras medidas de supuesta protección, no solucionarán nada, no son parte de la solución sino de un problema todavía mayor. Inglaterra debiese tomar cuidado que las medicinas que prescribe el inepto curandero llamado Blair, no sean peor que la enfermedad. La ciega represión iniciada por Blair no producirá que más terroristas.

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