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Blair Quiere Ser el Nuevo Führer

El discurso de Blair tras el atentado de Londres es el anuncio de una grave amenaza para Occidente y su civilización. A pesar de los sentimientos de piedad y solidaridad mostrados, la opinión pública, mayoritariamente contra la guerra, no lo apoya. Su gobierno carece de la legitimidad necesaria para continuar con una guerra ilegal y mortífera que ha causado la muerte de más de 15.000 iraquíes -mutilados, destrozados por bombardeos aliados y atentados terroristas. Ciertamente, Blair está consciente de que tanto en Iraq como en Europa, la opinión pública le hace responsable de la guerra que ha provocado directamente represalias contra civiles ingleses. La guerra de Iraq, además, deja patente una insoluble contradicción: ¿cómo convencer a Oriente Medio de las ventajas de la democracia, cuando nosotros en Europa somos incapaces de imponer nuestro voto mayoritario a gobiernos chúcaros e insolentados, que han declarado en nuestro nombre y contra nuestra voluntad una guerra de motivos innobles e inconfesables?

Para muchos, el único beneficio de la democracia para los enemigos de Estados Unidos e Inglaterra es que permite esperar a que termine el mandato de los cabecillas políticos de turno. También esperamos todos que los gobiernos de Bush y Blair terminen cuanto antes. Por más que se esfuerce el gobierno británico en separar los atentados de la guerra de Iraq, para todos es manifiesto que -y según demuestran recientes estudios- la guerra, no ilusiones de califatos perimidos, ha agotado la paciencia de muchos. Tras los atentados, Blair ha diseñado una nueva estrategia que es un atentado mucho más mortífero que el de los terroristas: quiere terminar con el estado de derecho y la democracia, y quiere controlar lo que decimos y pensamos todos los ciudadanos de Europa sobre la base de que algunos de nosotros podemos tener "ideas bárbaras". Entre las ‘ideas bárbaras' que define el inteligente, no se encuentra la guerra preventiva.

Tampoco se encuentran los bombardeos de civiles, los secuestros extrajudiciales, las detenciones secretas sin juicios ni abogados, la prisión indefinida de sospechosos, las limitaciones a la libertad de expresión, prensa y asociación de los ciudadanos musulmanes y de origen árabe de Europa. Blair se acerca cada vez más al gobierno de ultraderecha de Holanda. Curiosamente, en ese país el líder laborista ha anunciado su preferencia por una alianza con los fascistas locales. La medicina de Blair es peor que la enfermedad, y va a terminar con el paciente, y el paciente somos nosotros, que queremos vivir en libertad y en democracia y en derecho. Para la opinión pública la solución es que Inglaterra abandone Iraq, no seguir desmantelando el estado de derecho. Los campos de concentración que tiene en mente pueden además provocar reacciones violentas de la ciudadanía, porque esta no considera que oponerse a la guerra sea cosa de bárbaros. De bárbaros y cobardes es haberla iniciado.

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