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El Atentado del 11 de Marzo y el PP

No se entiende la insistencia de algunos en que los terroristas del 11 de Marzo querían influir en las elecciones. Dado que su objetivo era presionar a la opinión pública española para que quitara apoyo a las formaciones políticas responsables del ataque contra Iraq, es evidente que los terroristas buscarían influir en las elecciones. Los atentados colocaron entonces el tema de la guerra -que hasta entonces parecía una diversión lejana y económicamente provechosa, como afirmara el presidente de entonces- en el primer lugar de las prioridades a la hora de votar. La opinión pública ya estaba por abrumadora mayoría contra la participación de España en el ataque contra Iraq. A la guerra contra Iraq había que ponerle fin porque era ilegal y contra la comunidad y derecho internacionales, porque sus motivos eran inventados, porque no se conseguiría así derrotar al terrorismo y porque un prolongamiento de la presencia de España allá habría aumentado los riesgos de represalia en casa.

Ciertamente, es una idea bastante absurda que un gobierno declare guerra a otro país en ausencia de motivos veraces y en disconformidad con las reglas internacionales que regulan estas situaciones. Al intervenir junto a Estados Unidos, el gobierno español de entonces se apartó del electorado y expuso a los españoles a los riesgos que todos conocemos. Saben los enemigos de las potencias occidentales que la mejor estrategia es llevarles la guerra a casa. Torpedear esa estrategia es la tarea de los servicios de inteligencia y tribunales. Y en todo sentido, España está mucho mejor sin guerra que con ella, aunque deban redoblarse los esfuerzos para impedir que atentados como los del 11 de Marzo vuelvan a ocurrir. En el actual contexto europeo, España será un feliz obstáculo a las iniciativas irracionales que provienen de gobierno proto-fascistas, como el holandés.

Tampoco es seguro que sin los atentados hubiese ganado las elecciones el partido entonces gobernante. Estando la opinión pública contra la guerra, sólo faltaba recordarle la urgencia de acelerar la salida de España. Lo sabían los terroristas tan bien como todo el mundo. Los atentados simplemente reforzaron una tendencia ya manifiestamente presente en el electorado. Las insólitas promesas de bonanza económica que prometió entonces el gobierno sobre la base de que la participación en la destrucción de Iraq redundaría en contratos de reconstrucción para las empresas españolas, cayó simplemente mal entre el público español. Se entiende que el ex gobierno esté picado por su derrota, pero es incomprensible que adopte los puntos de vista de algunos tradicionales enemigos de España -Inglaterra y Holanda. Las críticas del ex partido gobernante reflejan deslealtad hacia España, pero también aburren por lo absurdo e injusto.

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