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El Mal Fascista Está A la Puerta

Es difícil tomar en serio las teorías de la gente de extrema derecha y fascistas. Son teorías brutas: deportación masiva de los musulmanes, dicen unos, como si los atentados se explicasen porque sus autores se reclaman de esa fe. Si fuese así, un conocido sátrapa, también homicida, llamado Franco, que se decía para la fastidiada sorpresa del catolicismo, católico, y sin embargo nadie hubiese considerado ni consideraría razonable perseguir o expulsar a los católicos de España. La verdad, el fascismo muestra tan poca inteligencia que aburre leer a sus practicantes. Dirá el fascista entonces que se trata de los árabes: otra sandez. En cualquiera de los dos casos, la solución es bestial: la deportación significaría campos de concentración (o ‘de partida', como los llaman en Holanda), y los riesgos de represalias contra poblaciones europeas en el planeta serían todavía mucho más grandes.

El fascista es de reducida inteligencia. Su discurso suena probablemente más similar a las peroratas de un retrasado mental borracho que a las reflexiones de un ser humano normal. Por donde se lo mire, el fascista reacciona como cobarde. Dirá -como dicen algunos- que a los árabes hay que meterlos en campos de concentración o en barrios restringidos para controlar sus salidas. También los nazis justificaron sus primeras medidas contra los judíos en argumentos similares. A poco dirán que hay que robarles también -como hicieron los nazis- y hasta matarlos. Quienes proponen esto, han dejado de pertenecer a la raza humana y uno reprocha a los dioses que permitan que semejante bazofia ensucie nuestra Tierra. En Holanda, por ejemplo, el gobierno quiere despojar a los extranjeros del acceso al seguro médico y a la seguridad social sobre la base de que esos cuidados han sido construidos por Holanda durante siglos. Argumento repugnante, si se toma en cuenta el pasado esclavista del país.

El mal fascista está a la puerta. Esos seres de almas contrahechas que predican el odio pueden convencer a gente más moderada. El fascista se presenta como el capataz que pondrá orden, a cambio de que le den carta blanca para su sed de sangre. Muchas clases políticas se han dejado seducir por el chantaje fascista, y lo han pagado muriendo a sus manos.El fascista es un limpiaculos, pero también muerde a veces la mano del amo.Por eso es importante que los partidos convencionales no accedan a conversar o negociar con ellos, que no se les permita acceder a la administración, que no se les de cobertura periodística y que las leyes sean ajustadas para impedir que difundan su odio.Así impediremos que corrompan al resto de la sociedad.Porque entre el peligro policial que representa un grupo minúsculo de descerebrados y el que representa un considerable segmento de la población que propone absurdos estados de emergencia como solución, para nuestra civilización es este último el más peligroso.

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