El Caso del Caco Marroquí
Qué contraste entre la conmoción que causó la muerte del caco marroquí en Amsterdam y la violación de tres mujeres somalíes en el sur del país. Veamos el primer caso. Dos rateros pararon su motocicleta detrás del coche de una señora (holandesa) que estaba de compras en un supermercado. Al salir y subirse al coche, uno de los cacos (el marroquí) abrió la portezuela y le arrancó el bolso de las manos. Corrió a montarse en el sillín de atrás de la motocicletas, para huir. Pero la mujer fue más rápida. Puso marcha atrás y arremetió a toda velocidad contra los cacos. En su ataque, arrancó cuatro amsterdamitos (tubos de metal entre la calzada de la calle y la acera). El coche arrastró a la motocicleta y la aplastó contra un árbol; el caco murió igualmente aplastado y despachurrado.
La mujer descendió del coche, pero no para ayudar al herido -que estaba muerto- sino para huir, pues la gente que había presenciado el incidente se volcó contra ella y pretendía agredirla o detenerla mientras llegaba la policía.
Pues bien, este suceso de crónica roja ha causado un enorme revuelo, provocando las habituales e insensatas intervenciones de los políticos. La hija de Hitler declaró toda pancha que según ella la muerte del caco no constituía un delito de asesinato. Y tiene toda la razón. La fiscalía ha anunciado sus intenciones de procesarla por homicidio involuntario. Pero ¿qué tiene que decir una ministro sobre este asunto? Y el diputado neo-nazi Wilders se acercó a la prensa para insistir en que según él la solución de la delincuencia se encuentra en la deportación de los delincuentes a sus países de origen. No dijo nada sobre qué hacer con los delincuentes holandeses ni si a ellos habría que deportarlos también.
La pregunta es pertinente porque el caco muerto era tan holandés como él, nacido aquí como él y con estudios aquí como él. El diputado platinado propone expulsar a los delincuentes holandeses a países que no son los suyos y donde nada tienen que hacer. (Estados Unidos lo viene haciendo para consternación de la comunidad internacional con delincuentes estadounidenses nacidos en Estados Unidos de padres camboyanos). Debería ser más cauto, pues la ley se puede volver contra él. En Holanda, discriminar e incitar a la discriminación sigue siendo un delito. Y el diputado neo-nazi podría ser procesado. No será ciertamente deportado, pero podrá pasar algunos días en prisión.
El caso del caco marroquí ha puesto en el centro de la atención pública los temas de la inmigración y los extranjeros. A nadie se le ocurriría relacionar el tema de la delincuencia con la inmigración, excepto a un fascista, y así ha ocurrido. Como el caco es extranjero, y parte de la opinión pública es xenófoba, los macarras fascistas holandeses utilizan el suceso para agriar los ánimos y continuar con su incitación al odio contra los extranjeros.
Las tres mujeres somalíes son refugiadas, o rechazadas o en trámite. La banda de holandeses y belgas las secuestró, violó y obligó mediante palizas y maltratos a tener relaciones sexuales con animales para hacer películas pornográficas. Las tres mujeres eran mantenidas desnudas y encadenadas en un granero en la provincia. En el momento de su detención, la banda planeaba filmar una película snuff, en la cual las mujeres serían violadas, mutiladas y luego asesinadas frente a las cámaras. Una de las mujeres logró escapar y dio la alarma desde una granja vecina.
A pesar de la gravedad del caso, ningún político holandés se acercó a la prensa a proponer medidas especiales. Ni siquiera a pedir una reforma de la ley penal para imponer penas de prisión perpetua a los hechores -como sí han hecho para el caso del asesino de van Gogh. Pero si se sigue la lógica de la extrema derecha, habría que castigar también al grupo étnico al que pertenecen los delincuentes. Y obviamente los fascistas no han dicho nada. La explicación, esta vez los criminales son nativos. La moraleja: los fascistas no tiene lógica, sólo estupidez y odio.
En ninguno de los dos casos deben los políticos ni las autoridades decir nada. No les corresponde ni nadie espera que lo hagan. Son casos que pertenecen a la historia de la delincuencia en este país y ya dictarán los jueces sentencia. Entretanto, corresponde que no se interrumpa su trabajo ni se trate de ejercer presión sobre ellos para obtener el veredicto deseado. El diputado neo-nazi no quiere que la mujer que arrolló al caco marroquí sea procesada, porque la considera prácticamente una heroína. La hija de Hitler quiere minimizar su delito -que es muy parecido a lo que ella hace con los refugiados. Las dos conductas debiesen ser reprobadas severamente. Constituyen una intromisión inaceptable en las atribuciones y funcionamiento de los tribunales.
La mujer descendió del coche, pero no para ayudar al herido -que estaba muerto- sino para huir, pues la gente que había presenciado el incidente se volcó contra ella y pretendía agredirla o detenerla mientras llegaba la policía.
Pues bien, este suceso de crónica roja ha causado un enorme revuelo, provocando las habituales e insensatas intervenciones de los políticos. La hija de Hitler declaró toda pancha que según ella la muerte del caco no constituía un delito de asesinato. Y tiene toda la razón. La fiscalía ha anunciado sus intenciones de procesarla por homicidio involuntario. Pero ¿qué tiene que decir una ministro sobre este asunto? Y el diputado neo-nazi Wilders se acercó a la prensa para insistir en que según él la solución de la delincuencia se encuentra en la deportación de los delincuentes a sus países de origen. No dijo nada sobre qué hacer con los delincuentes holandeses ni si a ellos habría que deportarlos también.
La pregunta es pertinente porque el caco muerto era tan holandés como él, nacido aquí como él y con estudios aquí como él. El diputado platinado propone expulsar a los delincuentes holandeses a países que no son los suyos y donde nada tienen que hacer. (Estados Unidos lo viene haciendo para consternación de la comunidad internacional con delincuentes estadounidenses nacidos en Estados Unidos de padres camboyanos). Debería ser más cauto, pues la ley se puede volver contra él. En Holanda, discriminar e incitar a la discriminación sigue siendo un delito. Y el diputado neo-nazi podría ser procesado. No será ciertamente deportado, pero podrá pasar algunos días en prisión.
El caso del caco marroquí ha puesto en el centro de la atención pública los temas de la inmigración y los extranjeros. A nadie se le ocurriría relacionar el tema de la delincuencia con la inmigración, excepto a un fascista, y así ha ocurrido. Como el caco es extranjero, y parte de la opinión pública es xenófoba, los macarras fascistas holandeses utilizan el suceso para agriar los ánimos y continuar con su incitación al odio contra los extranjeros.
Las tres mujeres somalíes son refugiadas, o rechazadas o en trámite. La banda de holandeses y belgas las secuestró, violó y obligó mediante palizas y maltratos a tener relaciones sexuales con animales para hacer películas pornográficas. Las tres mujeres eran mantenidas desnudas y encadenadas en un granero en la provincia. En el momento de su detención, la banda planeaba filmar una película snuff, en la cual las mujeres serían violadas, mutiladas y luego asesinadas frente a las cámaras. Una de las mujeres logró escapar y dio la alarma desde una granja vecina.
A pesar de la gravedad del caso, ningún político holandés se acercó a la prensa a proponer medidas especiales. Ni siquiera a pedir una reforma de la ley penal para imponer penas de prisión perpetua a los hechores -como sí han hecho para el caso del asesino de van Gogh. Pero si se sigue la lógica de la extrema derecha, habría que castigar también al grupo étnico al que pertenecen los delincuentes. Y obviamente los fascistas no han dicho nada. La explicación, esta vez los criminales son nativos. La moraleja: los fascistas no tiene lógica, sólo estupidez y odio.
En ninguno de los dos casos deben los políticos ni las autoridades decir nada. No les corresponde ni nadie espera que lo hagan. Son casos que pertenecen a la historia de la delincuencia en este país y ya dictarán los jueces sentencia. Entretanto, corresponde que no se interrumpa su trabajo ni se trate de ejercer presión sobre ellos para obtener el veredicto deseado. El diputado neo-nazi no quiere que la mujer que arrolló al caco marroquí sea procesada, porque la considera prácticamente una heroína. La hija de Hitler quiere minimizar su delito -que es muy parecido a lo que ella hace con los refugiados. Las dos conductas debiesen ser reprobadas severamente. Constituyen una intromisión inaceptable en las atribuciones y funcionamiento de los tribunales.
4 comentarios
engels -
kalf -
saludos
swami andonianda -
khandika -