No Es Necesario Ser Musulmán Para Odiar A Los Gobernantes Culpables De La Violencia En Oriente Medio
Crece prestigio de extremistas en el mundo musulmán, según un informe del Pentágono.
El peligro de que la política exterior americana provoque resistencia y que esta se transforme en grupos y atentados terroristas ha sido señalado innumerables veces. La guerra contra Iraq es, recuérdese, explica los atentados terroristas en España, el resto de Europa y el resto del mundo. Pero no hay que olvidar que ya antes del 11 de septiembre de 2001 hubo numerosos atentados en Europa y el resto del mundo, y muchos de esos atentados tenían que ver con la ocupación israelí de Palestina. La guerra de Iraq tiene también mucho que ver con Israel. Aunque no se lo dice abiertamente, quizás el principal objetivo de la guerra y destrucción de Iraq ha sido eliminar al más feroz adversario de los israelíes fuera de Palestina. La guerra ha creado una dinámica propia, que probablemente significará que Europa, gracias a la insensata política norteamericana, será por algún tiempo blanco de atentados terroristas. Y que sus autores serán en su mayoría ciudadanos musulmanes europeos.
Por eso es sensato que la diplomacia española insista en volver a los orígenes del asunto. Si Israel abandonase esa ocupación ilegal y violenta, el extremismo musulmán -y no únicamente ese extremismo- perdería mucho viento. Y si Estados Unidos reconociese que una solución militar del problema de Iraq no tiene futuro y aceptase negociar una salida política y diplomática de la guerra, la amenaza terrorista musulmana se derrumbaría. Las ideologías fundamentalistas pueden ser combatidas por otros medios y los grupos terroristas pueden ser derrotados policialmente, como ha sido siempre el caso, en Europa y en el mundo árabe. Pero la creación de un estado palestino democrático hará mucho por restablecer el necesario diálogo entre civilizaciones y Palestina se puede transformar con ayuda de la comunidad internacional en un ejemplo para las teocracias y tiranías de Oriente Medio. Sobre todo ahora que en Iraq se corre el peligro de que las elecciones, si las hay, las ganen partidos teocráticos.
El terrorismo en Europa se explica menos por la supuesta falta de integración de los musulmanes que por una situación en varios campos internacionales que se prolonga demasiado tiempo, que es de patente injusticia y en la que los árabes han sido objeto de agresiones injustificadas, violentas y crueles. La situación de discriminación y segregación que deben soportar en algunos países europeos, aunque graves, no son probablemente la razón más importante por la que los jóvenes árabes se sienten atraídos por ideologías extremistas. Más importantes son probablemente los ataques israelíes, las torturas, los bombardeos, la muerte cotidiana de miles de civiles, la destrucción de ciudades y sitios sagrados, el robo de sus recursos y la lamentable asociación norteamericana con políticos corruptos y despreciados en sus propios países. No es necesario ser musulmán para ver la profunda injusticia que significa este panorama ni para odiar a los gobernantes que son culpables de este estado de cosas.
El peligro de que la política exterior americana provoque resistencia y que esta se transforme en grupos y atentados terroristas ha sido señalado innumerables veces. La guerra contra Iraq es, recuérdese, explica los atentados terroristas en España, el resto de Europa y el resto del mundo. Pero no hay que olvidar que ya antes del 11 de septiembre de 2001 hubo numerosos atentados en Europa y el resto del mundo, y muchos de esos atentados tenían que ver con la ocupación israelí de Palestina. La guerra de Iraq tiene también mucho que ver con Israel. Aunque no se lo dice abiertamente, quizás el principal objetivo de la guerra y destrucción de Iraq ha sido eliminar al más feroz adversario de los israelíes fuera de Palestina. La guerra ha creado una dinámica propia, que probablemente significará que Europa, gracias a la insensata política norteamericana, será por algún tiempo blanco de atentados terroristas. Y que sus autores serán en su mayoría ciudadanos musulmanes europeos.
Por eso es sensato que la diplomacia española insista en volver a los orígenes del asunto. Si Israel abandonase esa ocupación ilegal y violenta, el extremismo musulmán -y no únicamente ese extremismo- perdería mucho viento. Y si Estados Unidos reconociese que una solución militar del problema de Iraq no tiene futuro y aceptase negociar una salida política y diplomática de la guerra, la amenaza terrorista musulmana se derrumbaría. Las ideologías fundamentalistas pueden ser combatidas por otros medios y los grupos terroristas pueden ser derrotados policialmente, como ha sido siempre el caso, en Europa y en el mundo árabe. Pero la creación de un estado palestino democrático hará mucho por restablecer el necesario diálogo entre civilizaciones y Palestina se puede transformar con ayuda de la comunidad internacional en un ejemplo para las teocracias y tiranías de Oriente Medio. Sobre todo ahora que en Iraq se corre el peligro de que las elecciones, si las hay, las ganen partidos teocráticos.
El terrorismo en Europa se explica menos por la supuesta falta de integración de los musulmanes que por una situación en varios campos internacionales que se prolonga demasiado tiempo, que es de patente injusticia y en la que los árabes han sido objeto de agresiones injustificadas, violentas y crueles. La situación de discriminación y segregación que deben soportar en algunos países europeos, aunque graves, no son probablemente la razón más importante por la que los jóvenes árabes se sienten atraídos por ideologías extremistas. Más importantes son probablemente los ataques israelíes, las torturas, los bombardeos, la muerte cotidiana de miles de civiles, la destrucción de ciudades y sitios sagrados, el robo de sus recursos y la lamentable asociación norteamericana con políticos corruptos y despreciados en sus propios países. No es necesario ser musulmán para ver la profunda injusticia que significa este panorama ni para odiar a los gobernantes que son culpables de este estado de cosas.
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