Libertad De Expresión Para Denunciar Opiniones Disidentes
Acaban las autoridades locales de un barrio de Amsterdam de redactar un llamado contrato con la sociedad', obligando a las mezquitas a firmarlo. Es un documento insano e incoherente. Su primer punto obliga a los firmantes a respetar la libertad de expresión para "censurar las opiniones que reprueban y a plantar denuncia ante la policía si los insultos incitan a conductas delictivas" (http://blogia.com/mqh/index.php?idarticulo=200411252). Curiosa manera de definir la libertad de expresión o de opinión como la libertad para denunciar opiniones disidentes. ¿La habría escrito un simio? ¿Así han de entender los musulmanes la libertad de expresión: censurar las opiniones disidentes y llevar a la policía a quienes las expresen?
En el segundo punto se obligan las mezquitas a "detectar conductas extremistas" y a abordar a los que "sospechen" de esas conductas. La redacción es enrevesada. En el lenguaje corriente, las conductas son actos observables. ¿Cómo entonces sospechar' de una conducta no observable'? Seguramente quisieron decir los simios que redactaron el papel que los imanes deben corregir o denunciar a los que tengan opiniones' extremistas. ¿Y por qué? En nuestras filosofías jurídicas y en nuestro estado de derecho, uno puede tener las opiniones que quiera. Nuestras leyes no castigan las opiniones, sino conductas y hechos. Incluso planes, que son un estado más elaborado de una opinión, pero no una opinión en tanto que tal -a menos que configure delitos como el de "incitación a la discriminación o al odio", que son delitos por lo demás muy al borde de una sana definición de lo delictivo. Pero, sea.
En suma, las mezquitas deben funcionar como apéndices del servicio secreto. ¿Suponen aparentemente sus autores que con este documento se contribuirá a detener a extremistas musulmanes antes de que cometan algún atentado? La lógica se me escapa. Los imanes y otros funcionarios de esas mezquitas van ahora por el barrio con un gran letrero invisible, pero legible para todos, que dice: Soy el delator oficial del ayuntamiento'. ¿Creen los autores del papel que un posible extremista se acercará a un imán a contarle sus cuitas y problemas ideológicos? ¿Creen que los posibles terroristas se acercarán a los imanes y otros funcionarios de las mezquitas sabiendo que están obligados a denunciarles? Me parece muy poco probable. Lo que logrará es transformar a esos imanes en payasos. Sus comunidades perderán la confianza en ellos. O el documento no servirá para nada.
Y aquí surge esta constatación. El documento y el acuerdo no sirven para nada. O sólo sirven un objetivo que sólo los fascistas entienden: se trata de humillar a la comunidad musulmana. Obligar a los musulmanes, so pena de castigos no especificados, y a sus autoridades religiosas a bailar al gusto y arbitrio de los capataces arios. Recuérdese la filosofía fascista: mientras más injustificado, absurdo y ridículo el acto al que se someta al enemigo', más placer obtiene el verdugo. No sirve para nada el documento, porque es incoherente y contradictorio. No importa; su objetivo no es que sirva para algo de verdad. Sólo sirve para lo que digo, para humillar y zaherir a la comunidad musulmana. El fascista le hará bailar tango si quiere. Y la víctima, intimidada y rodeada de guardias, bailará tango.
Si fueran coherentes -y no espero que un fascista lo sea-, habrían hecho firmar ese documento a todos los habitantes del barrio, a todas las iglesias, incluyendo la mía, a todas las asociaciones de vecinos y otras. En ese documento, nuestros curas se comprometerían a hacer uso de la libertad de expresión para denunciar a los disidentes -por ejemplo, a los que creen que los ángeles tienen alas. También se comprometerían nuestros curas a denunciar conductas invisibles'. Los vecinos holandeses, y todos, se comprometerían a denunciar a la gente con opiniones de extrema derecha. Nos espiaríamos unos a otros todo el tiempo, por necesidad, ya que, según los genios que escribieron el contrato', hay conductas invisibles. Incluso más, una conducta, aparte invisible, puede ser sólo "sospechada". Podríamos hacer detener a cualquiera por sospecharle de ocultar una conducta reprobada. La conducta reprobada no tiene necesidad de ser especificada. Y podemos denunciar a quien queramos sin que se entere nadie, pues las nuevas leyes admiten delaciones y acusaciones anónimas.
Obviamente, no se nos pide que nos transformemos en espías del servicio secreto y denunciemos a nuestros vecinos fascistas. ¿Cómo podría ser? Si es justamente él el que ha escrito el documento de marras.
La estupidez fascista se ha instalado en nuestro reino.
En el segundo punto se obligan las mezquitas a "detectar conductas extremistas" y a abordar a los que "sospechen" de esas conductas. La redacción es enrevesada. En el lenguaje corriente, las conductas son actos observables. ¿Cómo entonces sospechar' de una conducta no observable'? Seguramente quisieron decir los simios que redactaron el papel que los imanes deben corregir o denunciar a los que tengan opiniones' extremistas. ¿Y por qué? En nuestras filosofías jurídicas y en nuestro estado de derecho, uno puede tener las opiniones que quiera. Nuestras leyes no castigan las opiniones, sino conductas y hechos. Incluso planes, que son un estado más elaborado de una opinión, pero no una opinión en tanto que tal -a menos que configure delitos como el de "incitación a la discriminación o al odio", que son delitos por lo demás muy al borde de una sana definición de lo delictivo. Pero, sea.
En suma, las mezquitas deben funcionar como apéndices del servicio secreto. ¿Suponen aparentemente sus autores que con este documento se contribuirá a detener a extremistas musulmanes antes de que cometan algún atentado? La lógica se me escapa. Los imanes y otros funcionarios de esas mezquitas van ahora por el barrio con un gran letrero invisible, pero legible para todos, que dice: Soy el delator oficial del ayuntamiento'. ¿Creen los autores del papel que un posible extremista se acercará a un imán a contarle sus cuitas y problemas ideológicos? ¿Creen que los posibles terroristas se acercarán a los imanes y otros funcionarios de las mezquitas sabiendo que están obligados a denunciarles? Me parece muy poco probable. Lo que logrará es transformar a esos imanes en payasos. Sus comunidades perderán la confianza en ellos. O el documento no servirá para nada.
Y aquí surge esta constatación. El documento y el acuerdo no sirven para nada. O sólo sirven un objetivo que sólo los fascistas entienden: se trata de humillar a la comunidad musulmana. Obligar a los musulmanes, so pena de castigos no especificados, y a sus autoridades religiosas a bailar al gusto y arbitrio de los capataces arios. Recuérdese la filosofía fascista: mientras más injustificado, absurdo y ridículo el acto al que se someta al enemigo', más placer obtiene el verdugo. No sirve para nada el documento, porque es incoherente y contradictorio. No importa; su objetivo no es que sirva para algo de verdad. Sólo sirve para lo que digo, para humillar y zaherir a la comunidad musulmana. El fascista le hará bailar tango si quiere. Y la víctima, intimidada y rodeada de guardias, bailará tango.
Si fueran coherentes -y no espero que un fascista lo sea-, habrían hecho firmar ese documento a todos los habitantes del barrio, a todas las iglesias, incluyendo la mía, a todas las asociaciones de vecinos y otras. En ese documento, nuestros curas se comprometerían a hacer uso de la libertad de expresión para denunciar a los disidentes -por ejemplo, a los que creen que los ángeles tienen alas. También se comprometerían nuestros curas a denunciar conductas invisibles'. Los vecinos holandeses, y todos, se comprometerían a denunciar a la gente con opiniones de extrema derecha. Nos espiaríamos unos a otros todo el tiempo, por necesidad, ya que, según los genios que escribieron el contrato', hay conductas invisibles. Incluso más, una conducta, aparte invisible, puede ser sólo "sospechada". Podríamos hacer detener a cualquiera por sospecharle de ocultar una conducta reprobada. La conducta reprobada no tiene necesidad de ser especificada. Y podemos denunciar a quien queramos sin que se entere nadie, pues las nuevas leyes admiten delaciones y acusaciones anónimas.
Obviamente, no se nos pide que nos transformemos en espías del servicio secreto y denunciemos a nuestros vecinos fascistas. ¿Cómo podría ser? Si es justamente él el que ha escrito el documento de marras.
La estupidez fascista se ha instalado en nuestro reino.
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