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El Terrorismo De Extrema Derecha

En una democracia, son terroristas los grupos que justifican el uso del asesinato en prosecución de sus fines, muy independientemente de sus objetivos precisos. Enfatizo en una democracia, porque cuando los regímenes políticos no lo son o dejan de serlo, la violencia tiene otro carácter. Por eso es fundamental que los partidos y gobiernos en el poder sean realmente de vocación democrática y europeísta. Por lo mismo, es fundamental que sucesos policiales no sean convertidos en excusa de iniciativas políticas autoritarias. También es crucial no perder de vista que la desviación de un estado de las normas democráticas es un peligro infinitamente mayor que el que representan los grupos terroristas. Finalmente, la amenaza terrorista es un asunto policial, independientemente de la causa que los autores de esos crímenes digan defender. La mayor amenaza para Europa es el fascismo, por la enfermiza, demoníaca fascinación que parece ejercer sobre muchos de sus ciudadanos.
Los partidos políticos responsables debiesen excluir de la vida política a los partidos fascistas y de extrema derecha, de extrema izquierda e integristas, por más que pretendan los primeros ocultarse cada vez más crecientemente bajo el rótulo de populistas e incluso de liberales. No es el apellido el que los hace fascistas, sino los programas y medidas de defienden. Un gobierno -tómese por caso el holandés- que discrimina y perjudica a sus ciudadanos árabes es propiamente hablando, fascista. Esos partidos que alojan esas ideas no debiesen haber podido participar, y no debiesen tomar parte nunca en elecciones. La misma UE debiese tomar medidas para castigar a esos países con esos gobiernos -ya se ha hecho, como en el caso de Austria. Debe profundizarse. Bélgica -y ya antes Francia- da un ejemplo de cómo tratar esta amenaza, excluyendo de las indispensables alianzas y coaliciones a los partidos fascistas. También la prensa hace lo suyo, privando de cobertura a esos partidos.
Se hace necesario además que los políticos recuperen la cordura. Sobre todo en Europa, donde los gobiernos son de coaliciones cambiantes, es necesario que los políticos en el poder no olviden que la administración del estado requiere cordura y medida, y que sus gobiernos son igual de legítimos que otras posibles coaliciones de las que bien pudieron haber sido excluidos. No se debe gobernar pensando que la mayoría significa carta blanca para hacer y deshacer. Esta desviación autoritaria es probablemente el mayor peligro, porque puede convencer a los ciudadanos de la inanidad de las instituciones democráticas. En Holanda, por ejemplo, un ministro se niega a acatar resoluciones judiciales y personas que debiesen estar con su situación legal regularizada hace años, están todavía en situación irregular. Poco puede hacer el poder judicial para obligar al gobierno a ejecutar sus resoluciones. El peligro es, por la propia dinámica autoritaria, que pierda la ciudadanía confianza en la democracia.

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