Holanda: un Peligro para la Unión
El 1 de julio comenzó el turno de Holanda en la presidencia de la Unión Europea, que se extenderá por demasiados meses. Ha coincidido con el nombramiento de un holandés a la coordinación europea de la lucha contra el terrorismo. Y son dos noticias muy malas para la democracia y la libertad de Europa.
Sobre todo inquieta que Holanda se ocupe de la coordinación anti-terrorista. Los antecedentes del país en este terreno son de los peores de Europa.
Para comenzar, el servicio secreto holandés participó en la conspiración para mentir y fabricar evidencias sobre las armas de destrucción masiva del dictador Saddam Hussein y su capacidad de ataque contra Europa. Aunque el gobierno holandés finalmente optó por basar su apoyo de la invasión de Iraq en una "decisión soberana" (vale decir, que el gobierno no deberá explicarse ante nadie, pues el principio supone la impunidad), el servicio secreto participó en la aberrante farsa, hoy conocida por todos e incluso aceptada por sus fabricadores.
Este solo hecho, en sí mismo, quita toda validez a las absurdas pretensiones holandesas. Un servicio de inteligencia servil como el de los Países Bajos no tiene nada que hacer en una Europa que necesita gente capaz a la altura de la labor.
La semana pasada decretó el gobierno un estado de alarma grave por amenazas concretas de atentados terroristas. El ministro del Interior dijo basar su decisión en informaciones del servicio secreto, que habría recibido supuestamente de Naciones Unidas en Nueva York. Allá habría llegado una carta de amenazas de Osama Bin Laden. Los atentados se cometerían en La Haya y Bruselas. El estado de alarma mencionaba además objetivos concretos y en razón de estos planes de atentado se detuvo a dos personas. Pero la verdad, según informó la prensa ayer y hoy, es que Naciones Unidas no informó para nada a Holanda por la simple razón de que la información, incluyendo la carta del cabecilla terrorista y los planes de atentados contra objetivos precisos, era falsa. Sin embargo, esas dos personas detenidas fueron explícitamente acusadas de planear uno de esos atentados. ¿Qué significa esto? ¿Cómo pretende el ministro procesar a esas dos personas por planear un atentado que ahora su propio servicio secreto dice que nunca existió?
Bien considerado, este caso es francamente aterrador. Trae a la memoria los hechos no muy lejanos acaecidos en Macedonia, donde el ministro del Interior del anterior gobierno de extrema derecha, similar al holandés en muchos respectos, ordenó matar a siete inmigrantes paquistaníes para hacer creer a la opinión pública y a Estados Unidos que eran blanco de los terroristas y que luchaban junto a Occidente contra ellos. La trama se descubrió; el ministro está encarcelado, y el nuevo gobierno pidió excusas a las familias y ofreció compensaciones. La estrategia es muy similar, aunque ciertamente no incluye el caso holandés todavía esos extremos.
Es grave que un ministro del Interior, jefe directo del jefe anti-terrorista de Europa, conspire de manera tan descarada y burda para mentir y fingir atentados imaginarios. Las intenciones son claras: hacer creer a la opinión pública que la amenaza es inminente para justificar medidas represivas de la población musulmana y la supresión de los derechos y libertades civiles.
También ha de recordarse que dos semanas atrás, con ocasión de una demostración en una pequeña ciudad del norte de Europa, contra la construcción de uno de los llamados centros de partida' [ventrekcentra], las autoridades locales, con el consentimiento del gobierno, decretaron estado de emergencia en la zona, afectando a cuatro otras ciudades, que fueron aisladas telefónicamente y por carretera durante más de cuatro horas. La justificación de irritante mala fe es que había peligro para la seguridad y el orden público. En todo esto, el servicio secreto juega un papel destacado. Y también lo juega en sus labores de ayuda al nefasto Servicio de Inmigración y Naturalización [Immigratie- en Naturalisatiedienst], una dependencia que evoca cada vez más a unas SS nuevo estilo, que encabeza una antigua guardia y directora de prisiones de autoritarios y característicos aires.
Ayer anunciaba el ministro del Interior que quería unir a las policías y ponerlas bajo el mando directo del ministerio del Interior. La intención es grave y ominosa. Pretende poner a las policías del país bajo el mando del servicio secreto y, lo que es todavía peor, directamente bajo el mando del ministro. Estas son intenciones aviesas, si se atiende a la espeluznante hoja de servicio del ministro, que acaba de decretar un estado de alarma falso que Naciones Unidas acaba de desmentir. Sobre este capítulo ha de recordarse que el gobierno viene tratando desde hace un tiempo de controlar más directamente los cuerpos policiales, probablemente en preparación de los planes de implementación de las deportaciones forzosas y masivas de parte de la población extranjera. Hace unos meses han logrado finalmente uno de sus objetivos específicos, que era quitar a los alcaldes el mando de las policías locales y ponerlas bajo el mando directo del ministro. La consecuencia directa y evidente es que cuando los alcaldes, que no han estado colaborando con la ministro encargada de las deportaciones (la señora Rita Verdonk), rehúsen hacer intervenir a la policía para desalojar de sus casas a los refugiados, el ministro podrá anular a las autoridades locales. Es un plan siniestro. Y huele mal.
Hace algunas semanas se celebró el primer juicio -contra seis árabes sospechosos de querer cometer atentados terroristas- en que se aplicó la nueva ley del gobierno que permite que los jueces acepten como prueba definitoria las declaraciones anónimas de espías, agentes de policía y soplones e informantes. Naturalmente, fueron todos ampliamente condenados a largas estancias en prisión en base a esta aberrante manera de entender la administración de justicia. En estos juicios kafkianos el servicio secreto lleva la batuta.
También recientemente ha anunciado el gobierno su intención de hacer intervenir a la procuraduría pública toda vez que alguien en algún medio de prensa o público compare las medidas del gobierno con el período nazi o con la persecución de los judíos. Le disgusta al gobierno que se lo compare con los nazis y amenaza con penas de prisión a los que lo hagan.
Lleva la procuraduría en estos momentos algunos casos muy significativos: un señor, que envió un e-mail a un programa de televisión (cuyos redactores informaron a la policía) amenazando a un ministro literalmente con que "pasaría algo" en el mundo si continuaba la detención de dos señoras que mancharon con salsa de tomates a la ministro de Extranjería, está siendo acusado de planear un atentado terrorista y el fiscal, en el colmo del ridículo, pide nada menos que cadena perpetua para él. Las intenciones de acallar a la prensa y de intimidar a los ciudadanos son evidentes. Y en todo esto, el servicio secreto juega un importante papel.
¿Va pues Europa a dejar su seguridad en manos de matones? ¿En manos del mismo país que colaboró con la cobardía de sus soldados y su odio de los musulmanes en la muerte de siete mil vecinos de Sbrenica? ¿En manos de un gobierno que conspiró con Bush para falsificar las evidencias para hacer la guerra a Iraq? ¿En manos de un servicio secreto que guarda estrechas relaciones con Israel y su servicio secreto? ¿Un servicio secreto que inventa peligros y enemigos según manden las... autoridades?
Tendremos que aguantar, pues lo manda el reglamento. Y roguemos que no pase nada. El gobierno holandés viene implicado en una campaña contra los musulmanes que es absurda, injustificada, odiosa y ciertamente contraproducente. Sus políticas anti-árabes, xenofóbicas e ilegales, constituyen una terrible amenaza para Europa. Un coordinador holandés de la lucha anti-terrorista no va a impedir los atentados; lo más probable es que quiera provocarlos.
Hay que recordar que todos los gobiernos que se saben inmorales recurren a la represión y al terror para convencer a sus ciudadanos de que la mano dura es justificada. Es su única esperanza de permanecer en el poder. Son un peligro para la democracia y la libertad de Europa; un peligro para la civilización occidental.
Seis meses no es mucho. Ahora se harán eternos. Hay peligro. Que Dios esté con nosotros.
Sobre todo inquieta que Holanda se ocupe de la coordinación anti-terrorista. Los antecedentes del país en este terreno son de los peores de Europa.
Para comenzar, el servicio secreto holandés participó en la conspiración para mentir y fabricar evidencias sobre las armas de destrucción masiva del dictador Saddam Hussein y su capacidad de ataque contra Europa. Aunque el gobierno holandés finalmente optó por basar su apoyo de la invasión de Iraq en una "decisión soberana" (vale decir, que el gobierno no deberá explicarse ante nadie, pues el principio supone la impunidad), el servicio secreto participó en la aberrante farsa, hoy conocida por todos e incluso aceptada por sus fabricadores.
Este solo hecho, en sí mismo, quita toda validez a las absurdas pretensiones holandesas. Un servicio de inteligencia servil como el de los Países Bajos no tiene nada que hacer en una Europa que necesita gente capaz a la altura de la labor.
La semana pasada decretó el gobierno un estado de alarma grave por amenazas concretas de atentados terroristas. El ministro del Interior dijo basar su decisión en informaciones del servicio secreto, que habría recibido supuestamente de Naciones Unidas en Nueva York. Allá habría llegado una carta de amenazas de Osama Bin Laden. Los atentados se cometerían en La Haya y Bruselas. El estado de alarma mencionaba además objetivos concretos y en razón de estos planes de atentado se detuvo a dos personas. Pero la verdad, según informó la prensa ayer y hoy, es que Naciones Unidas no informó para nada a Holanda por la simple razón de que la información, incluyendo la carta del cabecilla terrorista y los planes de atentados contra objetivos precisos, era falsa. Sin embargo, esas dos personas detenidas fueron explícitamente acusadas de planear uno de esos atentados. ¿Qué significa esto? ¿Cómo pretende el ministro procesar a esas dos personas por planear un atentado que ahora su propio servicio secreto dice que nunca existió?
Bien considerado, este caso es francamente aterrador. Trae a la memoria los hechos no muy lejanos acaecidos en Macedonia, donde el ministro del Interior del anterior gobierno de extrema derecha, similar al holandés en muchos respectos, ordenó matar a siete inmigrantes paquistaníes para hacer creer a la opinión pública y a Estados Unidos que eran blanco de los terroristas y que luchaban junto a Occidente contra ellos. La trama se descubrió; el ministro está encarcelado, y el nuevo gobierno pidió excusas a las familias y ofreció compensaciones. La estrategia es muy similar, aunque ciertamente no incluye el caso holandés todavía esos extremos.
Es grave que un ministro del Interior, jefe directo del jefe anti-terrorista de Europa, conspire de manera tan descarada y burda para mentir y fingir atentados imaginarios. Las intenciones son claras: hacer creer a la opinión pública que la amenaza es inminente para justificar medidas represivas de la población musulmana y la supresión de los derechos y libertades civiles.
También ha de recordarse que dos semanas atrás, con ocasión de una demostración en una pequeña ciudad del norte de Europa, contra la construcción de uno de los llamados centros de partida' [ventrekcentra], las autoridades locales, con el consentimiento del gobierno, decretaron estado de emergencia en la zona, afectando a cuatro otras ciudades, que fueron aisladas telefónicamente y por carretera durante más de cuatro horas. La justificación de irritante mala fe es que había peligro para la seguridad y el orden público. En todo esto, el servicio secreto juega un papel destacado. Y también lo juega en sus labores de ayuda al nefasto Servicio de Inmigración y Naturalización [Immigratie- en Naturalisatiedienst], una dependencia que evoca cada vez más a unas SS nuevo estilo, que encabeza una antigua guardia y directora de prisiones de autoritarios y característicos aires.
Ayer anunciaba el ministro del Interior que quería unir a las policías y ponerlas bajo el mando directo del ministerio del Interior. La intención es grave y ominosa. Pretende poner a las policías del país bajo el mando del servicio secreto y, lo que es todavía peor, directamente bajo el mando del ministro. Estas son intenciones aviesas, si se atiende a la espeluznante hoja de servicio del ministro, que acaba de decretar un estado de alarma falso que Naciones Unidas acaba de desmentir. Sobre este capítulo ha de recordarse que el gobierno viene tratando desde hace un tiempo de controlar más directamente los cuerpos policiales, probablemente en preparación de los planes de implementación de las deportaciones forzosas y masivas de parte de la población extranjera. Hace unos meses han logrado finalmente uno de sus objetivos específicos, que era quitar a los alcaldes el mando de las policías locales y ponerlas bajo el mando directo del ministro. La consecuencia directa y evidente es que cuando los alcaldes, que no han estado colaborando con la ministro encargada de las deportaciones (la señora Rita Verdonk), rehúsen hacer intervenir a la policía para desalojar de sus casas a los refugiados, el ministro podrá anular a las autoridades locales. Es un plan siniestro. Y huele mal.
Hace algunas semanas se celebró el primer juicio -contra seis árabes sospechosos de querer cometer atentados terroristas- en que se aplicó la nueva ley del gobierno que permite que los jueces acepten como prueba definitoria las declaraciones anónimas de espías, agentes de policía y soplones e informantes. Naturalmente, fueron todos ampliamente condenados a largas estancias en prisión en base a esta aberrante manera de entender la administración de justicia. En estos juicios kafkianos el servicio secreto lleva la batuta.
También recientemente ha anunciado el gobierno su intención de hacer intervenir a la procuraduría pública toda vez que alguien en algún medio de prensa o público compare las medidas del gobierno con el período nazi o con la persecución de los judíos. Le disgusta al gobierno que se lo compare con los nazis y amenaza con penas de prisión a los que lo hagan.
Lleva la procuraduría en estos momentos algunos casos muy significativos: un señor, que envió un e-mail a un programa de televisión (cuyos redactores informaron a la policía) amenazando a un ministro literalmente con que "pasaría algo" en el mundo si continuaba la detención de dos señoras que mancharon con salsa de tomates a la ministro de Extranjería, está siendo acusado de planear un atentado terrorista y el fiscal, en el colmo del ridículo, pide nada menos que cadena perpetua para él. Las intenciones de acallar a la prensa y de intimidar a los ciudadanos son evidentes. Y en todo esto, el servicio secreto juega un importante papel.
¿Va pues Europa a dejar su seguridad en manos de matones? ¿En manos del mismo país que colaboró con la cobardía de sus soldados y su odio de los musulmanes en la muerte de siete mil vecinos de Sbrenica? ¿En manos de un gobierno que conspiró con Bush para falsificar las evidencias para hacer la guerra a Iraq? ¿En manos de un servicio secreto que guarda estrechas relaciones con Israel y su servicio secreto? ¿Un servicio secreto que inventa peligros y enemigos según manden las... autoridades?
Tendremos que aguantar, pues lo manda el reglamento. Y roguemos que no pase nada. El gobierno holandés viene implicado en una campaña contra los musulmanes que es absurda, injustificada, odiosa y ciertamente contraproducente. Sus políticas anti-árabes, xenofóbicas e ilegales, constituyen una terrible amenaza para Europa. Un coordinador holandés de la lucha anti-terrorista no va a impedir los atentados; lo más probable es que quiera provocarlos.
Hay que recordar que todos los gobiernos que se saben inmorales recurren a la represión y al terror para convencer a sus ciudadanos de que la mano dura es justificada. Es su única esperanza de permanecer en el poder. Son un peligro para la democracia y la libertad de Europa; un peligro para la civilización occidental.
Seis meses no es mucho. Ahora se harán eternos. Hay peligro. Que Dios esté con nosotros.
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