El Matarife como Sacerdote
Ayer informaba La Nación sobre el llamado del Congreso de Ateísmo a mofarse de las tradiciones católicas relacionadas con la prohibición de comer carne el Viernes Santo, organizando un asado. Pero reunirse para sacrificar animales y hacerlo fundamentalmente para ofender a los católicos es lo más cercano al satanismo o al paganismo que puede uno imaginar. Es un llamado ruin, que justifica todas las barbaridades de la cultura e industria ganadera: la esclavitud animal y el espantoso degüello a manos de brutos matarifes –los nuevos sacerdotes de esta pequeña secta. Junto con el llamado al crimen, estos ateos de tómbola celebran también lo peor de una tendencia de la cultura actual: el ruido, el bullicio embrutecedor, el agobiante purumpumpún, no por algún valor presuntamente intrínseco, sino simplemente para entorpecer el silencio y el recogimiento con que los católicos recuerdan los acontecimientos de estas fechas.
Ninguno de ellos está en estado de pensar que esos chunchules, choripanes y trozos de carne de vacuno pertenecieron a personas que eran hijos e hijas, padres y madres, tíos y tías, seres sintientes que tenían tanto derecho a la vida como sus victimarios.
Tampoco come nadie pescado en recogimiento. Ni es tampoco la idea de que el salvaje asado de carne sea remplazado sistemáticamente por un igualmente bruto asado de pescados y mariscos.
Nadie está obligado, dicho sea de paso, a ver películas sobre Cristo y el Vía Crucis, ni en la televisión abierta ni en la por cable. Si no te dicen nada, no las veas. Hay literalmente cientos de otras opciones.
Rechazar las tradiciones católicas tampoco debería implicar entregarse al asesinato de los animales que los católicos se prohíben para estas fechas. Los propios católicos violan sus principios fundamentales cuando sí se permiten la carne los otros días del año.
El argumento de que no todos los chilenos son católicos y que por ello no deberían celebrarse estas tradiciones, pasa por alto el contenido moral de estos tabúes. No matar a otros seres con derecho a la vida es un valor que debería ser protegido y extendido. Es una buena tradición y no debe desaparecer. En estas materias, el relativismo moral es derechamente insostenible. Y no es una buena idea que el estado apoye a grupos y sectas fundamentalistas cuya característica principal es la intolerancia.
En un mundo donde se acepta cada vez más el derecho a la vida de los animales, en el que el cautiverio y el sacrificio animal son cada vez más rechazados, y en el que son cada vez más numerosas las personas que se privan del consumo de carne por razones morales, este llamado a multiplicar el sufrimiento animal y masificarlo todavía más, es un residuo atávico, un incoherente elogio del primitivismo y la barbarie, un llamado a regocijarse en el dolor de otros, un grito de intolerancia.
Conozco a otros ateos, y no se parecen en nada en estos matarifes.
[La foto muestra a un cerdito lechón ofrecido a la venta, entero, en un supermercado chileno. Este animal fue separado de su madre al nacer, y no se le permitió vivir más que unas semanas, para que sirviera de alimento. Fue hecho vivir para ser sacrificado. Viene del blog No Me Importa Morir.]
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