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Falso Dilema


Lucha por el bienestar animal no puede suplantar lucha por el fin de la explotación animal.
Muchos confunden la causa por la abolición del consumo y utilización de animales con la causa que promueve el bienestar animal. Estas dos causas no deben confundirse. La primera quiere terminar con el cautiverio y la explotación animal y reconoce el valor intrínseco de la vida de los animales. La segunda sólo busca fomentar mejores condiciones de vida, especialmente para los animales de producción (es decir, destinados al sacrificio). Los partidarios de la abolición no podrían oponerse a que los animales, en tanto dependan de los humanos, tengan mejores condiciones de vida. Pero los partidarios del bienestar no puedan apoyarles, porque no reconocen que la vida de los animales, como la humana, tenga valor intrínseco.

En estas dos posiciones hay una zona aparentemente turbia, que también se insinúa en la Declaración Universal de los Derechos del Animal de 1977, que reconoce el derecho a la vida de los animales, al mismo tiempo que prescribe que se trate bien a los animales de sacrificio. Como los humanos, según sus derechos definidos globalmente, también tienen los animales derecho a una vida sin dolor, sufrimiento, torturas, persecución o acoso, angustia, aislamiento forzado, tratos crueles, esclavitud, destrucción de sus familias o desaparición forzada. Este derecho a que se respete su naturaleza es un derecho anterior a toda circunstancia y se ha de respetar siempre, en todas partes, independientemente de las circunstancias específicas de los que sufren la violación de esos derechos.

¿Pongamos a los perros como ejemplo? A estos solemos encerrarlos en a) jaulas pequeñas y estrechas en las que apenas si pueden moverse, que todavía se pueden ver en algunas perreras e incluso clínicas y hoteles caninos; b) en jaulas grandes y espaciosas, tan altas como una habitación humana, con montículos de arena y cobertizos. ¿Es necesario considerar el destino de los animales encerrados para saber qué tipo de jaula utilizar para su encierro? El primer tipo de jaula es claramente atentatorio contra el derecho de los animales a vivir sin angustia ni aislamiento ni tratos crueles ni en condiciones de confinamiento extremo ni en ninguna circunstancia que implique privaciones innaturales (de sueño, de compañía, de alimento). Ningún perro debe vivir ahí nunca, sea su destino una familia adoptiva, la calle o su sacrificio. Igualmente, ningún prisionero humano debe ser sometido a tratos crueles e inhumanos, independientemente de quién sea, de los crímenes que haya cometido e independientemente de su condena, sea esta la muerte. Ningún cerdo, ninguna vaca deben ser ni confinados en condiciones de hacinamiento, ni torturados, ni sometidos a tratos crueles, sea o no su destino final la mesa de las familias carnívoras.

Es falso el dilema que plantean algunos entre la lucha por la abolición y la lucha por el bienestar animal.  El objetivo animalista no es el mejoramiento de las condiciones de vida de los animales en cautiverio con el argumento de que en esta vida no podremos obtener nada mejor y que el mejoramiento de esas condiciones son de alguna manera fantasmagórica un paso hacia su liberación, pero obviamente el reconocimiento del derecho a la vida de los animales implica no solamente que no se piense en ellos como alimento o materia prima sino además que se rechace que, aun en cautiverio, se les someta a tratos crueles o violentos. Los veganos, los católicos, los budistas y otros muchos grupos humanos se opondrán siempre a que se inflija dolor o se torture a animales o humanos, independientemente de toda otra consideración.

Así que no se trata de dos estrategias divergentes con un mismo fin en mente. No se alcanzará el objetivo animalista de abolir la explotación animal mejorando las condiciones de vida de los animales criados para su sacrificio. Esa mejora no conduce a su liberación, sino únicamente al matadero. Pero ningún animal debe sufrir maltrato nunca, en ninguna parte, cualesquiera sean las circunstancias.


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