La Torpeza como Método
El Mercurio de Calama nos vuelve a sorprender con un artículo, en la edición online, en la que se lee: "¿Se deben sancionar a quienes envenenan a los perros callejeros?". Inmediatamente debajo de esta pregunta, leemos: "De la forma que lo están haciendo no". Para leer el resto de la nota, tienes que pinchar el título.
Este diario ha empezado hace un tiempo con una serie de preguntas de este tenor, casi al borde de lo que se puede considerar un delito. En una ocasión anterior, habían preguntado a los lectores si les parecía delito matar a los perros de la calle.
Lo que irrita mucho es que en este titular queda la impresión de que la supuesta respuesta a la pregunta de si hay que sancionar a los que envenenan a perros, es No. Y la verdad es que esa frase es muy diferente. Sigo con la nota:
"La tenencia responsable es la mejor forma de terminar con el problema. De la forma que lo están haciendo no estoy de acuerdo. La solución pasa por la construcción de un albergue o canil, como dicen las personas que están involucradas en dicha tarea".
Sólo después de leer la nota te enteras de que la respuesta a la estúpida pregunta, es Sí (hay que sancionar a los que envenenan a perros). Pero si no entras a leer el artículo, o si, como muchos, sólo lees el título y subtítulo, te quedarás con la impresión de que la respuesta es No (no hay que sancionar).
¿Manipulación o torpeza? Yo me inclino por creer que es manipulación, porque normalmente en este tipo de notas la frase que servirá de subtítulo es habitualmente la primera frase (igual que en los títulos de Word, o en el email). Así, tendría que haber comenzado con "La tenencia responsable..." Pero en este caso, el texto interior empieza con la segunda frase, que parece una respuesta a la pregunta.
En cuanto al contenido de la nota, se trata ciertamente de una pregunta indecente. Envenenar a los perros y otros animales es un delito, pese a que todavía no se convencen los jueces de su gravedad y aplican las penas que se merecen los autores de esos actos de horror e inhumanidad. El veneno más corrientemente usado es la estricnina, que causa a sus víctimas una dolorosísima muerte.
Es lamentable también que El Mercurio de Calama pretenda iniciar un presunto debate sobre si los envenenadores se merecen o no castigo, en momentos en que vecinos de la ciudad se movilizan y piden la intervención de las autoridades para sancionar de verdad e impedir la venta ilegal de venenos y otras substancias tóxicas utilizadas para matar. En Calama se venden abiertamente, pese a la prohibición que pesa sobre ellos, venenos de procedencia boliviana o peruana. Y la policía y fiscalías, que en otros temas insignificantes muestran dedicado celo, en estos casos hacen la vista gorda.
Pero, además, la colocación de venenos en espacios públicos pone en grave peligro a otros animales que los que hechor puede tener como objetivo, e incluso puede poner en peligro a niños de corta edad, que pueden echarse a la boca el bocado arrojado para el consumo animal. Si el veneno se arroja en una plaza, es peligro es todavía mayor, porque allí suelen reunirse madres y niños en los juegos disponibles. Si el veneno se arroja en el patio o jardín de una casa donde habitan niños, el peligro es evidente.
Por todas esas razones, los autores de esos crímenes debiesen ser castigados con la mayor severidad.
Estas prácticas de El Mercurio y otros medios son francamente repugnantes. Quizá tan grave como la intención de tergiversar la verdad, es el hecho de que obliga al lector a comportarse como detective y salvaguardar las evidencias para el caso de que lo que lea se convierta en polémica. Los diarios de hoy, en sus ediciones online, han adoptado como costumbre actualizar sus contenidos sin advertir a los lectores. Así que cuando quieres volver a la página para comprobar tu primera lectura, te encuentras con que o ha cambiado o ya no existe. En este caso, el título y subtítulo de la noticia, que aparece en el listado que te llega a casa de la edición online, ya fue retirado. La torpeza, o mala intención, sin embargo, persiste en el encabezamiento de la nota misma.
La maniobra es tan pensadamente torpe, que pareciera que es exactamente lo que quieren que pienses: que es una torpeza. Pero estas torpezas se repiten en El Mercurio de Calama tan a menudo en el tema perros, que es difícil creer que no hay mala fe detrás de esos desaciertos que llamamos, generosamente, errores. Es la torpeza como método.
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