Quién Soltó a los Periodistas de El Mercurio
El Mercurio de Calama publica [el 11 de junio de 2008] lo que es una aparente respuesta de un lector no identificado, a la pregunta: "¿Está de acuerdo con aplicar eutanasia a los perros vagos?" La respuesta publicada es: "Son una molestia. Si ya no hay nada que hacer con los perros, lo mejor es eliminarlos porque son una molestia grande para la gente, en especial en el centro".
Es lamentable que este diario pretenda enmascarar como opinión de lectores no identificados lo que forma parte de una persistente e irracional campaña contra los perros callejeros. Los periodistas de ese diario deberían saber, además, que la eutanasia de los perros callejeros "por molestias" constituye una forma agravada del delito de maltrato. La mera pregunta es un acto ilegal.
Matar a un perro o a otra mascota es un delito grave, por el motivo que sea. No se puede trivializar la muerte pretendiendo que los ciudadanos tendrían el derecho eventual de matar a las mascotas porque ‘molestan’, o porque les parecen ‘feas’ o ‘sucias’. Este tipo de pregunta es simplemente ilegal, e impresentable. Su formulación hace creer a los lectores que existe semejante curso de acción -eliminar a las mascotas por molestas-, mientras que es un delito.
Lo mismo sería preguntar si sería buena idea convertir en salchichón a los hijos del vecino. O aplicar eutanasia a los mayores de setenta.
Nadie en Chile, ni ministro, ni alcalde, ni vecino, ni empleado de perreras puede matar a un perro. Nunca, por ningún motivo, excepto la rabia. Fuera de esto, toda muerte de un perro, por el motivo que sea, es un delito que la ley sanciona.
Toda autoridad que dé semejante orden comete un delito. Todo subalterno que obedezca una orden semejante comete igualmente un delito.
La pena máxima -que es suave- por maltratos (torturas y muerte, por ejemplo) es de un año y medio; la multa, de un millón cuatrocientos mil pesos. Deberían ser mucho más altas.
Y todos somos iguales ante la ley. Que la orden de exterminio la dé un alcalde o cualquier otra autoridad no oblitera su naturaliza delictiva ni reduce su gravedad. Al contrario, convierte la orden en un delito todavía peor, toda vez que las autoridades las elegimos para implementar las leyes, no para violarlas.
Además, los perros que se ve en las calles de Calama no son exactamente ‘vagos’, vale decir, perros abandonados, ya sin dueños, que deambulan por las calles. La abrumadora mayoría de ellos son perros con dueños, como lo señalaba un articulista del mismo diario nada más ayer (El Mercurio de Calama).
Es parte de la cultura calameña, y de muchas regiones de Chile, respetar un cierto grado de autonomía de las mascotas, lo que significa en muchos casos que se les permite salir.
Cuando El Mercurio llama en términos velados a matar a mascotas en situación de calle, o simplemente que se encuentren en la calle, está llamando en realidad a matar a los perros de los vecinos, lo que constituye un delito de otra naturaleza, aparte del de maltrato, porque atenta contra la propiedad de otros.
Hay en ese diario algunos que escriben persistentemente contra los perros callejeros, inventando inverosímiles y absurdas o exageradas historias. Deberían aceptar que no son los perros abandonados el problema, sino sus amos que les han abandonado.
Ojalá que amigos de los animales de esa ciudad tomen cartas en el asunto para proteger a los perros callejeros de esas verdaderas gárgolas que escriben en El Mercurio.
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