Quién Le Tiene Miedo al Rey
En el telediario de Televisión Nacional de ayer presencié un debate entre los senadores Navarro (Partido Socialista) y Romero (de la UDI). No me voy a referir a todo el debate, sino sólo al tema de las reformas constitucionales propuestas por el presidente Hugo Chávez. Lamentablemente, pareciera que los aspectos más positivos y luminosos de las reformas no interesan demasiado a los periodistas con cartón. Prueba de ello es que se concentran en la ampliación del mandato presidencial de seis a siete años y la posibilidad de la reelección indefinida de los presidentes venezolanos. Ni mencionan (no lo hizo el periodista) la reducción de la jornada laboral a seis horas. Ni la creación de organizaciones político-administrativas de base.
Sea. El tema candente es la posibilidad de que gracias a las reformas constitucionales el presidente Chávez sea reelegido, valga la redundancia, tantas veces como sea elegido. Y en esta forma de exponer el tema, queda en evidencia el dilema la mayor fragilidad de los bosquejos de alegato contra la enmienda propuesta.
Al senador Romero le parece horrendo y califica a Chávez de ser un dictador que se quiere eternizar. A Romero se le escapa aparentemente que el presidente Chávez ha sido elegido por abrumadora mayoría una y otra vez. Pero ya sabemos que a los descerebrados estos detalles lógicos se les escapan. Pero entonces, al final del debate, le dice Navarro a Romero: Usted ha sido senador durante veinte años, muchos más de lo que lleva Chávez en el poder. ¡Vaya golpe! El títere de aires versallescos tuvo que volver al ataúd donde vive. No creo que pueda volver a salir. Justamente. Este senador, que empezó su carrera como ministro de la Bestia, y que fue recompensado por su vileza y sumisión con un puesto de senador vitalicio designado, tiene la osadía de criticar a Chávez la aspiración de mantenerse en el poder tanto tiempo como quiera.
¿Por qué le parece mal al engendro que Chávez quiera ser reelegido? ¿Le molesta que sea elegido en votaciones democráticas? ¿Le molesta que sea de izquierdas? Este senador apoyó la tiranía del Putrefactor durante diecisiete años. Diecisiete estuvo lavando medias y llevando el amén a la Bestia, que no fue elegida por nadie y que dominó el país por encargo de las autoridades norteamericanas. Cuando él mismo fue designado senador, no en elecciones sino a dedo por la Bestia, guardó silencio, obviamente. ¿Habrá pensado que era un sátrapa que quería prolongarse en el poder para seguir chupando la sangre del pueblo y enriquecerse con el trabajo de los chilenos que desprecia?
Todas estas cosas pensaba yo entonces, mirando la tele. ¿Cuál es el problema con que Chávez sea reelegido? Yo creo que los latinoamericanos tenemos todos, o casi todos, una cierta inclinación republicana que nos hace desconfiar o rechazar derechamente a políticos que duren demasiado tiempo en el poder. Estoy hablando de estadistas y políticos de verdad, no de peleles. Si usted cree que es bueno que Pinochet gobernara diecisiete años ilegítimamente, y malo que Chávez gobierne siete legítimamente, es mejor que busque otra cosa que leer. Aquí me dirijo a gente seria.
En la Cumbre de Presidentes hay al menos tres blancos inmediatos de los republicanos a ultranza. (¿Pero cómo puede un pinochetista ser republicano? ¿No es una contradicción?) Hugo Chávez, que recibió los escupes del senador Romero y otros sujetos de la UDI. Pero también están Fidel Castro y Don Juan Carlos, el Rey de España. No he escuchado decir a ese senador, ni a otros sujetos de la UDI, que el rey Juan Carlos sea un dictador, un tirano, que se está eternizando en el poder y por tanto que habría que derrocarlo, o al menos insultarlo, como suelen hacer estos políticos jibarizados. Nadie lo ‘acusa' de no ser elegido.
¿Son malas las monarquías? Quizás las monarquías primitivas lo son. No sé. En varios mitos griegos de data muy antigua, los primeros reyes gobernaban hasta que llegaba un pretendiente al trono, que lo retaba y debía vencer en un combate de armas. Luego, antes y después de Cristo, nos quedamos con una imagen de los reyes en que estos son jefes militares, ordinarios, groseros y violentos que se apoderaban, según su poderío militar, de las regiones que apetecían. Pero desde la muerte de la monarquía francesa se han desarrollado en Europa varios modelos de monarquías constitucionales que no desmerecen nada junto a algunas democracias. Algunas monarquías incluso brillan, cuando se las compara con la diluida democracia chilena.
El Rey Juan Carlos es un rey demócrata. Gracias a su casa real ha podido España seguir adelante tras la criminal y prolongada dictadura del enano y convertirse en una de las monarquías constitucionales democráticas más logradas del mundo. El rey ha guiado a España por las turbulentas aguas de la transición. Y fue el rey quien salvó a España de sufrir una nueva dictadura fascista cuando se opuso tan resueltamente a la asonada de Tejero el 23 de febrero de 1981. Me pregunto si los descerebrados odiarán también al rey. Deberían. Es un rey anti-fascista. Anti-pinochetista. Y, como dice el vicepresidente cubano, en muchas cosas están incluso a la izquierda de los cubanos. (Voy a nombrar una: Un principio fundamental de las fuerzas armadas españolas es la defensa de los derechos humanos).
Creo que deberíamos deshacernos de prejuicios que entorpecen nuestra apreciación del valor de los sistemas políticos. No es mala la monarquía porque el soberano no sea elegido. Aun sin ser elegido, el monarca está sometido a varios y efectivos controles de parte del cuerpo político. Y el soberano español tiene un jefe de gobierno que gobierna, que es elegido, y que se llama José Luis Rodríguez Zapatero. Una monarquía constitucional, como demuestra el caso español, puede proporcionar al país, cuando el soberano gobierna con los representantes políticos elegidos, prolongados períodos de prosperidad y paz.
El rey, además, ha empujado a España a un escalón todavía más alto del proceso de civilización. La reforma de los principios de las fuerzas armadas es un claro ejemplo, pero también las políticas humanitarias de inmigración y la lucha contra el racismo y la xenofobia. El año pasado el rey viajó a las costas de las Canarias, a acoger a un grupo de inmigrantes africanos que entraban a España, ilegalmente, en una patera. ¿Quién no quisiera tener un rey así? Es como si Allende hubiese sido rey.
Pienso que debemos ser más pragmáticos a la hora de apreciar los pros y contras de la monarquía y de las democracias con mandatos presidenciales prolongados. ¿Alguien llama dictadura al período de gobierno de Roosevelt, que fue reelegido cuatro veces y gobernó veinte años? No. Sin embargo, Truman, que gobernó mucho menos, sí fue un tirano que causó un terrible daño a Estados Unidos y al mundo. Lagos gobernó dos veces. No es de mi predilección, como sabéis, pero fue elegido por el pueblo en las urnas en votaciones libres y universales y correctas. Quiera Dios que no quiera presentarse de nuevo como candidato a la presidencia. ¿Alguien cree que por eso fue un dictador? Yo le he llamado muchas veces mandarín, por su arrogancia e injustificados aires; pero no he puesto nunca en duda el proceso por el cual llegó a ser presidente.
Nosotros, en América Latina, nos olvidamos la monarquía a principios del siglo diecinueve. En cuanto a gobiernos absolutos, lo más cercano que hemos tenido son sanguinarios criminales enquistados en el aparato estatal para matar y robar a sangre fría. Los ejemplos abundan: Somoza, Batista, Pinochet, Videla... Personajes demoníacos que mancharon con sangre inocente las páginas de nuestra historia. En contraste, mencionemos al rey de la Patagonia, el francés Orélie Antoine, que nunca mató a nadie y se marchó escaldado a su tierra.
América Latina probablemente no conocerá ninguna monarquía en su territorio. No es a eso a lo que me refiero. Sí me gustaría que los políticos fuesen más consecuentes, y coherentes, a la hora de opinar. Simplemente no es admisible que a algunos parezca mal que un presidente sea reelegido, pero que justifican la tiranía de un jefe militar vulgar, ordinario y violento como Pinochet. Deberían aprender a detectar las cosas que importan, las cosas que están detrás de las apariencias.
Chile no es ni Venezuela ni España. España tiene un rey y conoce el país uno de los regímenes más democráticos y éticos del mundo. Venezuela tiene un presidente (lleva cinco años, tres menos que el Mandarín Arrogante) comprometido con la causa de los pobres de su país. Nada puede ser más loable. Chile tuvo una sanguijuela soez que no hizo nada bueno por el país. Chile hoy, una falsa democracia, tiene menos libertades que Venezuela. Menos ética que España. Y tienen las clases trabajadoras de Chile menos derechos que los trabajadores cubanos.
Sea. El tema candente es la posibilidad de que gracias a las reformas constitucionales el presidente Chávez sea reelegido, valga la redundancia, tantas veces como sea elegido. Y en esta forma de exponer el tema, queda en evidencia el dilema la mayor fragilidad de los bosquejos de alegato contra la enmienda propuesta.
Al senador Romero le parece horrendo y califica a Chávez de ser un dictador que se quiere eternizar. A Romero se le escapa aparentemente que el presidente Chávez ha sido elegido por abrumadora mayoría una y otra vez. Pero ya sabemos que a los descerebrados estos detalles lógicos se les escapan. Pero entonces, al final del debate, le dice Navarro a Romero: Usted ha sido senador durante veinte años, muchos más de lo que lleva Chávez en el poder. ¡Vaya golpe! El títere de aires versallescos tuvo que volver al ataúd donde vive. No creo que pueda volver a salir. Justamente. Este senador, que empezó su carrera como ministro de la Bestia, y que fue recompensado por su vileza y sumisión con un puesto de senador vitalicio designado, tiene la osadía de criticar a Chávez la aspiración de mantenerse en el poder tanto tiempo como quiera.
¿Por qué le parece mal al engendro que Chávez quiera ser reelegido? ¿Le molesta que sea elegido en votaciones democráticas? ¿Le molesta que sea de izquierdas? Este senador apoyó la tiranía del Putrefactor durante diecisiete años. Diecisiete estuvo lavando medias y llevando el amén a la Bestia, que no fue elegida por nadie y que dominó el país por encargo de las autoridades norteamericanas. Cuando él mismo fue designado senador, no en elecciones sino a dedo por la Bestia, guardó silencio, obviamente. ¿Habrá pensado que era un sátrapa que quería prolongarse en el poder para seguir chupando la sangre del pueblo y enriquecerse con el trabajo de los chilenos que desprecia?
Todas estas cosas pensaba yo entonces, mirando la tele. ¿Cuál es el problema con que Chávez sea reelegido? Yo creo que los latinoamericanos tenemos todos, o casi todos, una cierta inclinación republicana que nos hace desconfiar o rechazar derechamente a políticos que duren demasiado tiempo en el poder. Estoy hablando de estadistas y políticos de verdad, no de peleles. Si usted cree que es bueno que Pinochet gobernara diecisiete años ilegítimamente, y malo que Chávez gobierne siete legítimamente, es mejor que busque otra cosa que leer. Aquí me dirijo a gente seria.
En la Cumbre de Presidentes hay al menos tres blancos inmediatos de los republicanos a ultranza. (¿Pero cómo puede un pinochetista ser republicano? ¿No es una contradicción?) Hugo Chávez, que recibió los escupes del senador Romero y otros sujetos de la UDI. Pero también están Fidel Castro y Don Juan Carlos, el Rey de España. No he escuchado decir a ese senador, ni a otros sujetos de la UDI, que el rey Juan Carlos sea un dictador, un tirano, que se está eternizando en el poder y por tanto que habría que derrocarlo, o al menos insultarlo, como suelen hacer estos políticos jibarizados. Nadie lo ‘acusa' de no ser elegido.
¿Son malas las monarquías? Quizás las monarquías primitivas lo son. No sé. En varios mitos griegos de data muy antigua, los primeros reyes gobernaban hasta que llegaba un pretendiente al trono, que lo retaba y debía vencer en un combate de armas. Luego, antes y después de Cristo, nos quedamos con una imagen de los reyes en que estos son jefes militares, ordinarios, groseros y violentos que se apoderaban, según su poderío militar, de las regiones que apetecían. Pero desde la muerte de la monarquía francesa se han desarrollado en Europa varios modelos de monarquías constitucionales que no desmerecen nada junto a algunas democracias. Algunas monarquías incluso brillan, cuando se las compara con la diluida democracia chilena.
El Rey Juan Carlos es un rey demócrata. Gracias a su casa real ha podido España seguir adelante tras la criminal y prolongada dictadura del enano y convertirse en una de las monarquías constitucionales democráticas más logradas del mundo. El rey ha guiado a España por las turbulentas aguas de la transición. Y fue el rey quien salvó a España de sufrir una nueva dictadura fascista cuando se opuso tan resueltamente a la asonada de Tejero el 23 de febrero de 1981. Me pregunto si los descerebrados odiarán también al rey. Deberían. Es un rey anti-fascista. Anti-pinochetista. Y, como dice el vicepresidente cubano, en muchas cosas están incluso a la izquierda de los cubanos. (Voy a nombrar una: Un principio fundamental de las fuerzas armadas españolas es la defensa de los derechos humanos).
Creo que deberíamos deshacernos de prejuicios que entorpecen nuestra apreciación del valor de los sistemas políticos. No es mala la monarquía porque el soberano no sea elegido. Aun sin ser elegido, el monarca está sometido a varios y efectivos controles de parte del cuerpo político. Y el soberano español tiene un jefe de gobierno que gobierna, que es elegido, y que se llama José Luis Rodríguez Zapatero. Una monarquía constitucional, como demuestra el caso español, puede proporcionar al país, cuando el soberano gobierna con los representantes políticos elegidos, prolongados períodos de prosperidad y paz.
El rey, además, ha empujado a España a un escalón todavía más alto del proceso de civilización. La reforma de los principios de las fuerzas armadas es un claro ejemplo, pero también las políticas humanitarias de inmigración y la lucha contra el racismo y la xenofobia. El año pasado el rey viajó a las costas de las Canarias, a acoger a un grupo de inmigrantes africanos que entraban a España, ilegalmente, en una patera. ¿Quién no quisiera tener un rey así? Es como si Allende hubiese sido rey.
Pienso que debemos ser más pragmáticos a la hora de apreciar los pros y contras de la monarquía y de las democracias con mandatos presidenciales prolongados. ¿Alguien llama dictadura al período de gobierno de Roosevelt, que fue reelegido cuatro veces y gobernó veinte años? No. Sin embargo, Truman, que gobernó mucho menos, sí fue un tirano que causó un terrible daño a Estados Unidos y al mundo. Lagos gobernó dos veces. No es de mi predilección, como sabéis, pero fue elegido por el pueblo en las urnas en votaciones libres y universales y correctas. Quiera Dios que no quiera presentarse de nuevo como candidato a la presidencia. ¿Alguien cree que por eso fue un dictador? Yo le he llamado muchas veces mandarín, por su arrogancia e injustificados aires; pero no he puesto nunca en duda el proceso por el cual llegó a ser presidente.
Nosotros, en América Latina, nos olvidamos la monarquía a principios del siglo diecinueve. En cuanto a gobiernos absolutos, lo más cercano que hemos tenido son sanguinarios criminales enquistados en el aparato estatal para matar y robar a sangre fría. Los ejemplos abundan: Somoza, Batista, Pinochet, Videla... Personajes demoníacos que mancharon con sangre inocente las páginas de nuestra historia. En contraste, mencionemos al rey de la Patagonia, el francés Orélie Antoine, que nunca mató a nadie y se marchó escaldado a su tierra.
América Latina probablemente no conocerá ninguna monarquía en su territorio. No es a eso a lo que me refiero. Sí me gustaría que los políticos fuesen más consecuentes, y coherentes, a la hora de opinar. Simplemente no es admisible que a algunos parezca mal que un presidente sea reelegido, pero que justifican la tiranía de un jefe militar vulgar, ordinario y violento como Pinochet. Deberían aprender a detectar las cosas que importan, las cosas que están detrás de las apariencias.
Chile no es ni Venezuela ni España. España tiene un rey y conoce el país uno de los regímenes más democráticos y éticos del mundo. Venezuela tiene un presidente (lleva cinco años, tres menos que el Mandarín Arrogante) comprometido con la causa de los pobres de su país. Nada puede ser más loable. Chile tuvo una sanguijuela soez que no hizo nada bueno por el país. Chile hoy, una falsa democracia, tiene menos libertades que Venezuela. Menos ética que España. Y tienen las clases trabajadoras de Chile menos derechos que los trabajadores cubanos.
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