La Senadora Burra 2
[A raíz de mi artículo anterior -que tuvo diversos títulos: ‘Senadora, Burra y Parásita', ‘Senadora contra Católicos'-, se originó en un portal chileno un debate, donde defendí mi posición frente a reacciones de algunos lectores].
1 Consumo y Consumismo
No he querido decir, en ningún momento, que mi defensa de la propuesta católica ha de interpretarse en el sentido de que monseñor Goic quiera para Chile una sociedad consumista o que ponga el consumo por encima de todo otro valor. Al decir que aumentando los ingresos se aumenta el consumo, me he referido a una simple ley de la economía; cuando las personas viven con ingresos que no les permiten adquirir los bienes esenciales de vida (no tener seguro médico, no poder pagar la escuela o la universidad de sus hijos, tener problemas para meramente sobrevivir, para trasladarse, para pagar las cuentas, para acceder a mejores servicios de mejor calidad, etc.), se supone que cuando logran mayores ingresos destinan estos a adquirir esos bienes vitales (contratar mejores seguros médicos, pagar la educación de los hijos, etc.) No hay nada malo en esto. Al contrario, es justamente la situación de precariedad de tanta gente en Chile -en realidad, de la mayoría de la población- que monseñor Goic, y otros antes de él y, obviamente, también y abundantemente después, han abordado derechamente este problema.
¿Le parecería malo, Sr. ***, que la gente, con esos ingresos adicionales, comprara bicicletas, que hoy no podrían pagar, para sus traslados casa-trabajo y en general como medio habitual de transporte? ¿Es malo que las familias de trabajadores, que con salarios dignos podrían ahorrar, abran cuentas en el banco para pagar en el futuro las matrículas de sus hijos? Usted cree que la gente en realidad va a usar el dinero para comprarse ropa de marca o viajar a Cancún. Qué idea tan estrambótica! Yo no creo eso, en realidad, pero es la propia gente la que debe decidir cómo gasta su dinero. Este asunto no es competencia de nadie, obviamente. Si una familia se satisface comprando ropa de marca, pues allá ellos: están en todo su derecho.
¿Le parecería malo que esas familias pobres pudieran, por ejemplo, pagar las vacunas de sus mascotas? ¿Sería malo que una madre obrera comprara un piano para su hija talentosa? ¿Es malo que la gente quiera televisores plasma?
Por otra parte, este es también un asunto de mera justicia social, de equilibrio, de humanidad, de compensación. Usted sabrá como yo que nadie, menos una familia, puede vivir con el salario mínimo. ¿Podría pagar un alquiler, vestirte, comer, viajar, salir de carrete, echarte una novia, comer fuera de vez en vez, ir al cine, comprar un libro o un compacto, adquirir un computador? No puede hacer nada de eso, sino además ni siquiera podría comer decentemente; ni usted podría comer decentemente ni sus hijos u otros familiares, si los tuviera. Por eso es que el contexto en que monseñor discute este tema, es el contexto ético. No es simplemente aceptable que un patrón se ampare en las leyes para continuar pagando lo que en el pasado se llamaba ‘salario de hambre': no te mueres, pero tampoco vives. Tus hijos son desnutridos. En invierno pasas frío. Vives en los peores barrios. Te roban y asaltan a cada rato. Tu casa tiene separaciones de tabique. Tu ropa huele. Te menosprecian e insultan en todos lados. Eres un pobre. Un paria. Un intocable. Sabes que hay lugares a los que no puedes entrar. Este es el legado de la dictadura. Y hay que terminar de raíz con este legado infrahumano. Hay que restaurar la noción de que el salario no es una dádiva ni una ayuda, sino una paga por servicios prestados que deben ser pagados de acuerdo a norma sociales generales y de acuerdo a una tabla de asignaciones verosímil. Acá en Chile este valor del trabajo aparentemente lo determinan los patrones según les place, y en realidad debería ser determinado por el estado de acuerdo al valor de los productos en el mercado y al valor social general que asigne el estado al trabajo (cuánto dinero/servicios necesita una familia para vivir dignamente).
2 Católicos, Iglesia, Catolicismo
***, no creo que monseñor haya propuesto este salario ético para rescatar ‘el asunto social' y enmascarar los ámbitos en los que la iglesia -no los católicos- falla tan lamentablemente, como en los de la sexualidad, el aborto, el divorcio, el sacerdocio femenino, el matrimonio homosexual o los curas casados. Estos últimos son temas por los que muchos católicos hemos venido demandando cambios durante largo tiempo -incluyendo la reforma introducida recientemente por el Papa Benedicto XVI, de tener la posibilidad de oír la misa en latín, que es un gran logro. El pueblo católico no coincide siempre ni necesariamente con la iglesia, que tiene también funciones metafísicas que a todos interesan. Pero en la lucha por los derechos humanos, por la democracia y por la justicia social tiene Chile en su iglesia católica un gran y formidable aliado.
Yo tengo la esperanza de que la gente medite en las palabras de la senadora de extrema derecha, que reflejan el odio en que tiene a los católicos y sus principios éticos. Y espero que le paguemos a ella, y a los suyos, desterrándola de las instituciones cívicas del país que, ciertamente, no fueron construidas pensando en gente de su calaña.
3 Salario y Ética
A menudo se dijo que la dictadura -que, según entiendo las cosas, fue una dictadura de clase antes que política- había llegado para realizar la fase de acumulación de capital. También la llaman algunos acumulación primitiva de capital. No sé qué tendrá de verdad. Pero me recuerda que hace veinte años los trabajadores aceptaron salarios muy bajos (40 mil pesos), en parte porque la dictadura significó para las clases trabajadoras un período terrible no solamente de opresión, sino de hambre y privaciones desde el golpe de estado de 1973. Porque aunque los militares perdieron en las urnas, han seguido comportándose como si hubiesen ganado alguna guerra y tratando a los chilenos como si fuesen enemigos extranjeros.
En Europa el salario mínimo ronda los mil euros y, según países, hasta mil 500 euros. Ese salario mínimo cubre el alquiler (entre 300 y 700 euros), el seguro médico (100 euros) y todos los otros gastos normales de un individuo que vive independientemente. Los patrones son en general profesionales; quiero decir, no es simplemente el patrón primitivo, prepotente y abusador, que es fuerte por su dinero, y al que respaldan leyes siniestras, sino un profesional que conoce su oficio o su ramo al revés y al derecho y que no se considera, de ninguna manera, por encima de sus trabajadores. Y los trabajadores son personas formadas, que conocen como el patrón su oficio también al revés y al derecho, y que ambos, patrones y trabajadores, han gozado generalmente del mismo tipo de educación. Pero la clase rica chilena está tan lejos de eso. Sospecho que aquí los patrones todavía creen, como en otros continentes, que se demuestra superioridad social comiendo y ¡engordando! Y es lamentable, porque mucho depende de las clases ricas.
4 Salario Ético No Es un Nuevo Término en Economía Política
Aunque no idolatro al mercado, creo que es la fuerza menos dañina si contamos con instancias de control y orientación. Y creo que sabemos, o podemos intuir, qué pasa cuando se lo niega. Creo que cuando monseñor avanzó su preocupación no estaba pensando en hacer una nueva contribución a la economía política, agregando a su arsenal el concepto de salario ético. Creo que quiso decir que el salario mínimo actual no es ético, o que es inmoral. Por eso, el asunto entre manos es simplemente el salario mínimo. Y, en concreto, cómo subir el salario mínimo y cómo fijar una norma de medición verosímil, objetiva, para determinar el ingreso mínimo.
Desde hace un tiempo que los trabajadores -sus sindicatos- demandan un aumento del salario mínimo, y hace unas semanas el señor Martínez, de la CUT, pidió a los parlamentarios subirlo a, según recuerdo, 180 mil pesos. Nadie lo llevó de apunte, ni los políticos concertacionistas ni los de oposición. Un senador de extrema derecha propuso incluso, antes de estos últimos debates, elevar el mínimo a, creo 216 mil pesos. No sé por qué ni cómo llegaron a esas cifras. Pero creo que es el camino para avanzar hacia un acuerdo. Quiero decir, con fuerzas del mercado no se entiende solamente la llamada ley de oferta y demanda. En la fijación de los salarios debe intervenir obviamente el sindicato o la asociación obrera (y creo que sindicalización debería ser universal, automática u obligatoria, y que las negociaciones debiesen ser colectivas) y otras instancias, como el estado. Tampoco me sé los detalles. No era la intención. Si algunas empresas no pueden pagar un aumento, pues deberían discutirse modos en que el estado pueda contribuir a cerrar esa brecha, durante unos años, o permanentemente, dependiendo de las condiciones del acuerdo.
Obviamente no propone monseñor nada tremebundo. No creo que tenga en mente terminar con las empresas que no pueden pagar un salario ético, como pretende la señora pinochetista. Esa es una insinuación (de la senadora) muy tirada de los cabellos.
La iglesia, naturalmente, tiene sus cosas que decir, pero dudo que monseñor tenga una suerte de plan adelantado en vistas a las elecciones. Sería desastroso, y no lo creo, que la iglesia pretendiera extorsionar a los chilenos. Creo que simplemente hace lo que hace en su propio contexto. Hace algunos años a los católicos que lamentaban la desaparición de la misa en latín se los tildaba, creo, hasta de fascistas. Hoy la podemos oír en latín gracias a una reciente disposición del Papa. (Y en realidad, yo he asistido a varias misas en latín en los últimos treinta años, y nadie fue excomulgado). Con esto quiero decir que no hay que desesperar, que la iglesia también es susceptible de cambios.
En la cabina de votación, todos votaremos según nuestra conciencia como ciudadanos, pero sin olvidar que nuestra identidad más básica, como chilenos, ha sido modelada por la lucha por la justicia social, por la democracia y por los derechos humanos, y contra las fuerzas del mal que representó Pinochet. Y esos valores tan terriblemente propios -que nos llevó a elegir a Salvador Allende, y antes a confiar en la reforma agraria del presidente Eduardo Frei- son los mismos que compartimos con la iglesia.
1 Consumo y Consumismo
No he querido decir, en ningún momento, que mi defensa de la propuesta católica ha de interpretarse en el sentido de que monseñor Goic quiera para Chile una sociedad consumista o que ponga el consumo por encima de todo otro valor. Al decir que aumentando los ingresos se aumenta el consumo, me he referido a una simple ley de la economía; cuando las personas viven con ingresos que no les permiten adquirir los bienes esenciales de vida (no tener seguro médico, no poder pagar la escuela o la universidad de sus hijos, tener problemas para meramente sobrevivir, para trasladarse, para pagar las cuentas, para acceder a mejores servicios de mejor calidad, etc.), se supone que cuando logran mayores ingresos destinan estos a adquirir esos bienes vitales (contratar mejores seguros médicos, pagar la educación de los hijos, etc.) No hay nada malo en esto. Al contrario, es justamente la situación de precariedad de tanta gente en Chile -en realidad, de la mayoría de la población- que monseñor Goic, y otros antes de él y, obviamente, también y abundantemente después, han abordado derechamente este problema.
¿Le parecería malo, Sr. ***, que la gente, con esos ingresos adicionales, comprara bicicletas, que hoy no podrían pagar, para sus traslados casa-trabajo y en general como medio habitual de transporte? ¿Es malo que las familias de trabajadores, que con salarios dignos podrían ahorrar, abran cuentas en el banco para pagar en el futuro las matrículas de sus hijos? Usted cree que la gente en realidad va a usar el dinero para comprarse ropa de marca o viajar a Cancún. Qué idea tan estrambótica! Yo no creo eso, en realidad, pero es la propia gente la que debe decidir cómo gasta su dinero. Este asunto no es competencia de nadie, obviamente. Si una familia se satisface comprando ropa de marca, pues allá ellos: están en todo su derecho.
¿Le parecería malo que esas familias pobres pudieran, por ejemplo, pagar las vacunas de sus mascotas? ¿Sería malo que una madre obrera comprara un piano para su hija talentosa? ¿Es malo que la gente quiera televisores plasma?
Por otra parte, este es también un asunto de mera justicia social, de equilibrio, de humanidad, de compensación. Usted sabrá como yo que nadie, menos una familia, puede vivir con el salario mínimo. ¿Podría pagar un alquiler, vestirte, comer, viajar, salir de carrete, echarte una novia, comer fuera de vez en vez, ir al cine, comprar un libro o un compacto, adquirir un computador? No puede hacer nada de eso, sino además ni siquiera podría comer decentemente; ni usted podría comer decentemente ni sus hijos u otros familiares, si los tuviera. Por eso es que el contexto en que monseñor discute este tema, es el contexto ético. No es simplemente aceptable que un patrón se ampare en las leyes para continuar pagando lo que en el pasado se llamaba ‘salario de hambre': no te mueres, pero tampoco vives. Tus hijos son desnutridos. En invierno pasas frío. Vives en los peores barrios. Te roban y asaltan a cada rato. Tu casa tiene separaciones de tabique. Tu ropa huele. Te menosprecian e insultan en todos lados. Eres un pobre. Un paria. Un intocable. Sabes que hay lugares a los que no puedes entrar. Este es el legado de la dictadura. Y hay que terminar de raíz con este legado infrahumano. Hay que restaurar la noción de que el salario no es una dádiva ni una ayuda, sino una paga por servicios prestados que deben ser pagados de acuerdo a norma sociales generales y de acuerdo a una tabla de asignaciones verosímil. Acá en Chile este valor del trabajo aparentemente lo determinan los patrones según les place, y en realidad debería ser determinado por el estado de acuerdo al valor de los productos en el mercado y al valor social general que asigne el estado al trabajo (cuánto dinero/servicios necesita una familia para vivir dignamente).
2 Católicos, Iglesia, Catolicismo
***, no creo que monseñor haya propuesto este salario ético para rescatar ‘el asunto social' y enmascarar los ámbitos en los que la iglesia -no los católicos- falla tan lamentablemente, como en los de la sexualidad, el aborto, el divorcio, el sacerdocio femenino, el matrimonio homosexual o los curas casados. Estos últimos son temas por los que muchos católicos hemos venido demandando cambios durante largo tiempo -incluyendo la reforma introducida recientemente por el Papa Benedicto XVI, de tener la posibilidad de oír la misa en latín, que es un gran logro. El pueblo católico no coincide siempre ni necesariamente con la iglesia, que tiene también funciones metafísicas que a todos interesan. Pero en la lucha por los derechos humanos, por la democracia y por la justicia social tiene Chile en su iglesia católica un gran y formidable aliado.
Yo tengo la esperanza de que la gente medite en las palabras de la senadora de extrema derecha, que reflejan el odio en que tiene a los católicos y sus principios éticos. Y espero que le paguemos a ella, y a los suyos, desterrándola de las instituciones cívicas del país que, ciertamente, no fueron construidas pensando en gente de su calaña.
3 Salario y Ética
A menudo se dijo que la dictadura -que, según entiendo las cosas, fue una dictadura de clase antes que política- había llegado para realizar la fase de acumulación de capital. También la llaman algunos acumulación primitiva de capital. No sé qué tendrá de verdad. Pero me recuerda que hace veinte años los trabajadores aceptaron salarios muy bajos (40 mil pesos), en parte porque la dictadura significó para las clases trabajadoras un período terrible no solamente de opresión, sino de hambre y privaciones desde el golpe de estado de 1973. Porque aunque los militares perdieron en las urnas, han seguido comportándose como si hubiesen ganado alguna guerra y tratando a los chilenos como si fuesen enemigos extranjeros.
En Europa el salario mínimo ronda los mil euros y, según países, hasta mil 500 euros. Ese salario mínimo cubre el alquiler (entre 300 y 700 euros), el seguro médico (100 euros) y todos los otros gastos normales de un individuo que vive independientemente. Los patrones son en general profesionales; quiero decir, no es simplemente el patrón primitivo, prepotente y abusador, que es fuerte por su dinero, y al que respaldan leyes siniestras, sino un profesional que conoce su oficio o su ramo al revés y al derecho y que no se considera, de ninguna manera, por encima de sus trabajadores. Y los trabajadores son personas formadas, que conocen como el patrón su oficio también al revés y al derecho, y que ambos, patrones y trabajadores, han gozado generalmente del mismo tipo de educación. Pero la clase rica chilena está tan lejos de eso. Sospecho que aquí los patrones todavía creen, como en otros continentes, que se demuestra superioridad social comiendo y ¡engordando! Y es lamentable, porque mucho depende de las clases ricas.
4 Salario Ético No Es un Nuevo Término en Economía Política
Aunque no idolatro al mercado, creo que es la fuerza menos dañina si contamos con instancias de control y orientación. Y creo que sabemos, o podemos intuir, qué pasa cuando se lo niega. Creo que cuando monseñor avanzó su preocupación no estaba pensando en hacer una nueva contribución a la economía política, agregando a su arsenal el concepto de salario ético. Creo que quiso decir que el salario mínimo actual no es ético, o que es inmoral. Por eso, el asunto entre manos es simplemente el salario mínimo. Y, en concreto, cómo subir el salario mínimo y cómo fijar una norma de medición verosímil, objetiva, para determinar el ingreso mínimo.
Desde hace un tiempo que los trabajadores -sus sindicatos- demandan un aumento del salario mínimo, y hace unas semanas el señor Martínez, de la CUT, pidió a los parlamentarios subirlo a, según recuerdo, 180 mil pesos. Nadie lo llevó de apunte, ni los políticos concertacionistas ni los de oposición. Un senador de extrema derecha propuso incluso, antes de estos últimos debates, elevar el mínimo a, creo 216 mil pesos. No sé por qué ni cómo llegaron a esas cifras. Pero creo que es el camino para avanzar hacia un acuerdo. Quiero decir, con fuerzas del mercado no se entiende solamente la llamada ley de oferta y demanda. En la fijación de los salarios debe intervenir obviamente el sindicato o la asociación obrera (y creo que sindicalización debería ser universal, automática u obligatoria, y que las negociaciones debiesen ser colectivas) y otras instancias, como el estado. Tampoco me sé los detalles. No era la intención. Si algunas empresas no pueden pagar un aumento, pues deberían discutirse modos en que el estado pueda contribuir a cerrar esa brecha, durante unos años, o permanentemente, dependiendo de las condiciones del acuerdo.
Obviamente no propone monseñor nada tremebundo. No creo que tenga en mente terminar con las empresas que no pueden pagar un salario ético, como pretende la señora pinochetista. Esa es una insinuación (de la senadora) muy tirada de los cabellos.
La iglesia, naturalmente, tiene sus cosas que decir, pero dudo que monseñor tenga una suerte de plan adelantado en vistas a las elecciones. Sería desastroso, y no lo creo, que la iglesia pretendiera extorsionar a los chilenos. Creo que simplemente hace lo que hace en su propio contexto. Hace algunos años a los católicos que lamentaban la desaparición de la misa en latín se los tildaba, creo, hasta de fascistas. Hoy la podemos oír en latín gracias a una reciente disposición del Papa. (Y en realidad, yo he asistido a varias misas en latín en los últimos treinta años, y nadie fue excomulgado). Con esto quiero decir que no hay que desesperar, que la iglesia también es susceptible de cambios.
En la cabina de votación, todos votaremos según nuestra conciencia como ciudadanos, pero sin olvidar que nuestra identidad más básica, como chilenos, ha sido modelada por la lucha por la justicia social, por la democracia y por los derechos humanos, y contra las fuerzas del mal que representó Pinochet. Y esos valores tan terriblemente propios -que nos llevó a elegir a Salvador Allende, y antes a confiar en la reforma agraria del presidente Eduardo Frei- son los mismos que compartimos con la iglesia.
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