La Senadora Burra
Al contrario de lo que cree de sí misma, pienso que la senadora Evelyn Matthei no tiene nada de lista. En su furibundo rechazo (en La Nación ) a la invitación del obispo Alejandro Goic a definir un salario ético, mostró el plumero cuando proclamó, grosera como sabe serlo, que monseñor no tenía idea de economía. Sin embargo, yo creo que la burra es ella. Así al menos la habrían clasificado mis profesores.
¿Por qué sería malo subir el salario mínimo? ¿Es malo en general o es malo solamente en este caso? Para una senadora que fue, y es, como su padre, una ferviente partidaria del asesinato de los dirigentes obreros para crear las condiciones que permiten el desarrollo de la economía capitalista, seguramente todo aumento de salario es malo. La idea de que aumentar los salarios es malo es de por sí bastante curiosa, pero refleja en general la ideología de la codicia que impera en Chile. La senadora dice que es malo subir los salarios porque no conviene a los patrones. El asomo de lógica sigue así: Si los patrones no se sienten a gusto, dejarán de invertir. Si no invierten, habrá desempleo. Si hay desempleo, habrá pobreza. Y como la pobreza cría comunistas y malhablados, de seguro terminamos en un período de convulsión social.
En mis clases de economía me enseñaron que el aumento de los salarios (que son remuneraciones por servicios prestados, en primer lugar) era un factor no solamente para sacar de la pobreza a los trabajadores, sino además para desarrollar el país. Si los trabajadores ganaran lo suficiente, se convertirían en consumidores. El aumento del consumo redundaría en un aumento de la demanda, y por tanto, a su vez, en un aumento de la producción y la oferta y una aceleración general de la economía. El mayor consumo, el reajuste de oferta y demanda e ingresos normales redundarán a su vez en mayores niveles de inversión. Obviamente, usualmente se prevén también las posibles consecuencias negativas. Reformas de este tipo introducidas de manera abrupta, sin dar tiempo a que el sector productivo y comercial se habitúen a la idea y hagan las previsiones necesarias, puede resultar en presiones sobre la oferta y, luego, una inflación incontrolable. Es lo que pasó en el primer año del gobierno de Salvador Allende.
Dicho sea de paso, ¿recordamos todos que en 1973 no había miseria en Chile? Solamente en 1971 -digo esto como ejemplo-, en los primeros seis meses la producción industrial aumentó en un 14 por ciento, debido al reajuste salarial y a la mayor capacidad de compra de los sectores más pobres. La economía se aceleró tanto que empezó a descarrilarse. La conspiración norteamericana, el colaboracionismo y sabotaje de las clases ricas y la traición de los militares hizo el resto. (No me olvido de la falta de experiencia, de la arrogancia y prepotencia de muchos funcionarios y partidos del gobierno socialista, de la ineptitud y también corrupción de la época, pero no son pertinentes en este contexto).
Pero el caso de la senadora es todavía peor, pues parece ignorar las condiciones reales de vida de los chilenos. O quizás las conoce demasiado bien. A la senadora le parece aparentemente normal que los trabajadores no ganen lo suficiente para llegar a fin de mes. ¿Desde cuándo que en Chile se da por sentado que un salario obrero debe ser de tal magnitud que las familias obreras no puedan realmente subsistir con él? ¿Qué persigue la senadora con mantener la situación actual con millones de chilenos viviendo en la miseria y abyección, incapaces de salir de la pobreza en la que son sometidos por voluntad patronal y la complicidad de los políticos de oposición y otros, de mantenerlos viviendo en condiciones infrahumanas?
No es la economía lo que explica este nivel de salarios bajos, sino el ánimo de explotación y humillación de la clase alta. Estamos viviendo como si la clase rica estuviera todavía vengándose de los chilenos, a los que castigaron en 1973 con Pinochet, el matón apatronado, por haber aspirado a un futuro libre donde esta clase no tenía nada que decir. Hablemos en serio. Ciento veinte mil pesos es lo que se paga por una cena para cuatro personas en cualquier restaurante de medio pelo. No es un salario: Es una humillación repetida mes a mes, día a día. Es una burla.
No me parece realmente posible que una persona -la senadora de este caso- sea tan inconsciente, tan codiciosa y rácana, que crea que el salario mínimo actual sea suficiente para cubrir las necesidades de una familia. Y pensar que, cuando rechaza la invitación de monseñor a pensar en las necesidades de los pobres, probablemente saca cuentas con los cerca de seis millones que gana ella como senadora. Qué lástima que se malgaste el dinero de los chilenos pagándole a personas como estas. Qué lástima que haya chilenos que han votado por la gárgola pinochetista.
Obviamente, volviendo al asunto, imagino que monseñor Goic nunca pretendió instituir la sugerencia de 250 mil pesos como salario mínimo mensual. [Llevo la cuenta. Hace un tiempo propuse subir al doble el salario mínimo (270 mil pesos). Otros han propuesto 216 mil pesos (Longueira), 290 mil pesos (Piñera), 180 mil pesos (Martínez)]. Tampoco creo que el obispo haya pensando en los detalles prácticos a la hora de implementarlo, o en las negociaciones en el parlamento.
Creo simplemente que monseñor habló por todos nosotros, los chilenos, que queremos ver el fin de la pobreza, que sabemos que el estado guarda más de 30 mil millones de dólares, que sabemos que los empresarios pueden pagar más, que sabemos que el salario mínimo hoy en día no es justo y no corresponde a la participación del trabajo en la producción. Es simple y llana explotación y no hay nada que la justifique.
Claro está que a la hora de pensar en la implementación de un aumento del salario mínimo, tendrán los políticos que reunirse a negociar y diseñar los modos específicos en que este aumento ha de llevarse a cabo, en cuántos años o meses, cómo exactamente y con o sin subvención estatal a las empresas que no puedan hacerlo por sí solas y por cuánto tiempo y en qué condiciones. Como supongo que cualquier persona normal habrá pensado lo mismo, destaca todavía más la infamia de la senadora: Probablemente lo que quiso hacer fue marcar terreno. La senadora toma partido por los patrones contra los trabajadores y rechaza los valores del catolicismo chileno. Para ella, conceptos como justicia social y solidaridad, claves en el pensamiento católico y para muchos partidos de izquierda y centro, son ideas deleznables.
Cuando se burla de monseñor Goic, se burla de Chile, de los católicos y de la gente de bien del país.
La intervención de monseñor Goic, por otro lado, tendrá profundas y prolongadas consecuencias, pues parece evidente que su defensa de los pobres marcará el contexto de los debates que se aproximan en las próximas elecciones presidenciales chilenas. La pobreza, la justicia social, la solidaridad y la erradicación de la pobreza serán temas importantes, definitorios de las elecciones. Cuando se habla de pobreza y de explotación se habla obviamente de Pinochet y la dictadura militar, que hicieron de Chile un país donde casi el ochenta por ciento de su población vive en la pobreza. Así que, como en los últimos veinte años, es probable que en las elecciones por venir haya dos opciones éticas. Y una de ellas es la que preferirán los católicos chilenos.
Pero para entonces esperemos que los chilenos en las urnas recuerden también que, en medio de esta trifulca por los dichos de monseñor, los partidos en la Cámara y Senado llegaron todos felizmente al acuerdo, y felicitándose profusamente, de subir el salario mínimo de 137 mil a 144 mil pesos, vale decir, unos diez euros, sin mencionar para nada la ética, ni la explotación ni la pobreza. Mi propia conclusión es que ningún partido hoy en día, ni de gobierno ni de oposición, ha calibrado la magnitud del problema. Los niveles de pobreza y exclusión en Chile son simplemente inaceptables.
¿Por qué sería malo subir el salario mínimo? ¿Es malo en general o es malo solamente en este caso? Para una senadora que fue, y es, como su padre, una ferviente partidaria del asesinato de los dirigentes obreros para crear las condiciones que permiten el desarrollo de la economía capitalista, seguramente todo aumento de salario es malo. La idea de que aumentar los salarios es malo es de por sí bastante curiosa, pero refleja en general la ideología de la codicia que impera en Chile. La senadora dice que es malo subir los salarios porque no conviene a los patrones. El asomo de lógica sigue así: Si los patrones no se sienten a gusto, dejarán de invertir. Si no invierten, habrá desempleo. Si hay desempleo, habrá pobreza. Y como la pobreza cría comunistas y malhablados, de seguro terminamos en un período de convulsión social.
En mis clases de economía me enseñaron que el aumento de los salarios (que son remuneraciones por servicios prestados, en primer lugar) era un factor no solamente para sacar de la pobreza a los trabajadores, sino además para desarrollar el país. Si los trabajadores ganaran lo suficiente, se convertirían en consumidores. El aumento del consumo redundaría en un aumento de la demanda, y por tanto, a su vez, en un aumento de la producción y la oferta y una aceleración general de la economía. El mayor consumo, el reajuste de oferta y demanda e ingresos normales redundarán a su vez en mayores niveles de inversión. Obviamente, usualmente se prevén también las posibles consecuencias negativas. Reformas de este tipo introducidas de manera abrupta, sin dar tiempo a que el sector productivo y comercial se habitúen a la idea y hagan las previsiones necesarias, puede resultar en presiones sobre la oferta y, luego, una inflación incontrolable. Es lo que pasó en el primer año del gobierno de Salvador Allende.
Dicho sea de paso, ¿recordamos todos que en 1973 no había miseria en Chile? Solamente en 1971 -digo esto como ejemplo-, en los primeros seis meses la producción industrial aumentó en un 14 por ciento, debido al reajuste salarial y a la mayor capacidad de compra de los sectores más pobres. La economía se aceleró tanto que empezó a descarrilarse. La conspiración norteamericana, el colaboracionismo y sabotaje de las clases ricas y la traición de los militares hizo el resto. (No me olvido de la falta de experiencia, de la arrogancia y prepotencia de muchos funcionarios y partidos del gobierno socialista, de la ineptitud y también corrupción de la época, pero no son pertinentes en este contexto).
Pero el caso de la senadora es todavía peor, pues parece ignorar las condiciones reales de vida de los chilenos. O quizás las conoce demasiado bien. A la senadora le parece aparentemente normal que los trabajadores no ganen lo suficiente para llegar a fin de mes. ¿Desde cuándo que en Chile se da por sentado que un salario obrero debe ser de tal magnitud que las familias obreras no puedan realmente subsistir con él? ¿Qué persigue la senadora con mantener la situación actual con millones de chilenos viviendo en la miseria y abyección, incapaces de salir de la pobreza en la que son sometidos por voluntad patronal y la complicidad de los políticos de oposición y otros, de mantenerlos viviendo en condiciones infrahumanas?
No es la economía lo que explica este nivel de salarios bajos, sino el ánimo de explotación y humillación de la clase alta. Estamos viviendo como si la clase rica estuviera todavía vengándose de los chilenos, a los que castigaron en 1973 con Pinochet, el matón apatronado, por haber aspirado a un futuro libre donde esta clase no tenía nada que decir. Hablemos en serio. Ciento veinte mil pesos es lo que se paga por una cena para cuatro personas en cualquier restaurante de medio pelo. No es un salario: Es una humillación repetida mes a mes, día a día. Es una burla.
No me parece realmente posible que una persona -la senadora de este caso- sea tan inconsciente, tan codiciosa y rácana, que crea que el salario mínimo actual sea suficiente para cubrir las necesidades de una familia. Y pensar que, cuando rechaza la invitación de monseñor a pensar en las necesidades de los pobres, probablemente saca cuentas con los cerca de seis millones que gana ella como senadora. Qué lástima que se malgaste el dinero de los chilenos pagándole a personas como estas. Qué lástima que haya chilenos que han votado por la gárgola pinochetista.
Obviamente, volviendo al asunto, imagino que monseñor Goic nunca pretendió instituir la sugerencia de 250 mil pesos como salario mínimo mensual. [Llevo la cuenta. Hace un tiempo propuse subir al doble el salario mínimo (270 mil pesos). Otros han propuesto 216 mil pesos (Longueira), 290 mil pesos (Piñera), 180 mil pesos (Martínez)]. Tampoco creo que el obispo haya pensando en los detalles prácticos a la hora de implementarlo, o en las negociaciones en el parlamento.
Creo simplemente que monseñor habló por todos nosotros, los chilenos, que queremos ver el fin de la pobreza, que sabemos que el estado guarda más de 30 mil millones de dólares, que sabemos que los empresarios pueden pagar más, que sabemos que el salario mínimo hoy en día no es justo y no corresponde a la participación del trabajo en la producción. Es simple y llana explotación y no hay nada que la justifique.
Claro está que a la hora de pensar en la implementación de un aumento del salario mínimo, tendrán los políticos que reunirse a negociar y diseñar los modos específicos en que este aumento ha de llevarse a cabo, en cuántos años o meses, cómo exactamente y con o sin subvención estatal a las empresas que no puedan hacerlo por sí solas y por cuánto tiempo y en qué condiciones. Como supongo que cualquier persona normal habrá pensado lo mismo, destaca todavía más la infamia de la senadora: Probablemente lo que quiso hacer fue marcar terreno. La senadora toma partido por los patrones contra los trabajadores y rechaza los valores del catolicismo chileno. Para ella, conceptos como justicia social y solidaridad, claves en el pensamiento católico y para muchos partidos de izquierda y centro, son ideas deleznables.
Cuando se burla de monseñor Goic, se burla de Chile, de los católicos y de la gente de bien del país.
La intervención de monseñor Goic, por otro lado, tendrá profundas y prolongadas consecuencias, pues parece evidente que su defensa de los pobres marcará el contexto de los debates que se aproximan en las próximas elecciones presidenciales chilenas. La pobreza, la justicia social, la solidaridad y la erradicación de la pobreza serán temas importantes, definitorios de las elecciones. Cuando se habla de pobreza y de explotación se habla obviamente de Pinochet y la dictadura militar, que hicieron de Chile un país donde casi el ochenta por ciento de su población vive en la pobreza. Así que, como en los últimos veinte años, es probable que en las elecciones por venir haya dos opciones éticas. Y una de ellas es la que preferirán los católicos chilenos.
Pero para entonces esperemos que los chilenos en las urnas recuerden también que, en medio de esta trifulca por los dichos de monseñor, los partidos en la Cámara y Senado llegaron todos felizmente al acuerdo, y felicitándose profusamente, de subir el salario mínimo de 137 mil a 144 mil pesos, vale decir, unos diez euros, sin mencionar para nada la ética, ni la explotación ni la pobreza. Mi propia conclusión es que ningún partido hoy en día, ni de gobierno ni de oposición, ha calibrado la magnitud del problema. Los niveles de pobreza y exclusión en Chile son simplemente inaceptables.
1 comentario
Marcelo Sánchez Ahumada -
Me parece importante referirme a esto, con las limitaciones propias de quien no tiene una mayor formación en la materia, porque es en extremo necesario que no por desconocer el complejo mundo de la moral y la ética , debamos negar su existencia y remitirnos exclusivamente a la dimensión técnica de nuestra vida.
Pareciera ser que es lo que se pretende al descalificar la voz de la Iglesia Católica en uno de sus Pastores en relación al llamado "Salario Ético".
Es inaceptable que se diga que el "Salario" es materia propia, exclusiva y excluyente, de la Microeconomía del Trabajo.En razón de ello se sostiene que el ámbito de la Iglesia es "Solo Moral" y por ende no ha de referirse a aspectos tan "trascendentes" como la Economía.
El proceso de secularización de nuestra cultura nos ha llegado a confundir respecto lo que es y lo que no es trascendente.Monseñor Goic tiene toda la autoridad para sostener la necesidad de una "Salario ético" y cuánto más de un "Salario Justo" pues ambos conceptos implican la Moral. No es en absoluto justificable sostener que el costo de la justicia o la ética serán mayores al ajuste de equilibrio en el mercado del trabajo,esto pues el verdadero "Costo Social" es mantener en la miseria a miles de nuestros compatriotas.
No podemos desconocer que la Economía tiene sus reglas y evidentemente un "Salario ético" puede traer como consecuencia un menor nivel de empleabilidad en el corto plazo en aquéllos sectores de menor productividad ( las remuneraciones de la Industria alcanzan un promedio superior al salario propuesto y muy por sobre el comercio), pero allí está el desafío, en aumentar la capacitación, en mejorar el acceso a oportunidades de los sectores más postergados.
Un Salario ético debe ser un esfuerzo social, gradual de acuerdo a nuestras capacidades, no se debe cobrar el costo de una menor productividad al empleador, en especial al microempresario que con mucho esfuerzo paga sus sueldos a fin de mes, debe ser parte de una política redistributiva por medio de transferencia directa a los quintiles más bajos en dinero en el corto plazo y en mejorar su productividad en el mediano plazo, en ese momento el mercado naturalmente conducirá a mejores oportunidades prescindiendo de subsidios, en su dinámica de equilibrio.
Me parece muy oportuna la discusión que surge a partir del "Salario ético", es bueno que enfrentemos este desafío de manera integral y con la responsabilidad de la Sociedad en su conjunto, no sólo de los grandes empresarios ni del gobierno, sino de todos, más aún, es una gran oportunidad de mirarnos y preguntarnos qué tan éticas son nuestras conductas.