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¿Populismo O Fascismo?

Sobre todo en Holanda alguna prensa, y algunos comentaristas políticos, llaman ‘populismo' a las propuestas más autoritarias de los partidos del gobierno y más a la derecha de este. Es un uso extraño y, a mi juicio, torcido de su acepción más habitual. Normalmente llamamos populismo a esas tendencias caudillistas, con rasgos autoritarios, generalmente de izquierdas. Por tradición se ha reservado el término fascismo para las tendencias caudillistas, igualmente de rasgos autoritarios, pero generalmente de extrema derecha. Así, por ejemplo, Fidel Castro, en Cuba, es populista; también lo eran el Che Guevara, y el general Velasco, en Perú. Franco, de España, al contrario, era fascista; lo mismo que Somoza, en Nicaragua.
La diferencia en general se resume en que ambas tendencias proponen soluciones políticas y sociales autoritarias para los problemas de un país, fuera de los sistemas legales democráticos más tradicionales. Pero los populistas proponen un autoritarismo desde abajo (como en el caso de Cuba, con los comités de defensa de la revolución), mientras que los fascistas proponen un autoritarismo desde arriba (usualmente una dictadura militar). Por lo mismo, los fascistas, al contrario de los populistas, son habitualmente partidarios de medidas anti-populares (o anti-sindicales y anti-obreras).
Así, pues, llama la atención, e irrita, que se llame ‘populistas' a políticos de clara inspiración fascista, como lo fue el asesinado líder holandés Pim Fortuyn, o al jefe de la bancada parlamentaria del mal llamado ‘partido liberal' VVD (son las siglas de Volk, Vrijheid en Democratie; Pueblo, Libertad y Democracia, actualmente dirigido por un grupo de extrema derecha), van Aartsen, o a la diputado de este partido, van der Laan. También se llama erróneamente populista al jefe de la bancada (de una persona, de momento) neo-nazi de Geert Wilders.
¿Por qué son fascistas estos ‘populistas'? Todos ellos han propuesto salirse de la legalidad vigente para combatir lo que llaman la amenaza terrorista. Según ellos, esta amenaza la constituye la población musulmana misma, y en especial la inmigración, y proponen leyes especiales para controlar y vigilar a este grupo. Son partidarios de las deportaciones, de leyes especiales que permitan encarcelar sin juicio y sin acusación y por tiempo indefinido a sospechosos de terrorismo (léase, musulmanes). No me invento nada. Han declarado sus planes y propuestas desde hace mucho tiempo, antes aún del asesinato del columnista de extrema derecha van Gogh.
El señor van Aartsen, que sufrió un intento de asesinato frustrado a principios de año a manos de una abogado holandesa, reprochó a su propio gabinete "respetar más la ley que la defensa del pueblo holandés". Es una cita textual. Recuérdese que este diputado tiene la ambición de llegar a ser primer ministro del país. Sus primeras propuestas en torno a la lucha anti-terrorista eran nada menos que cerrar las mezquitas y expulsar a los imanes. Es más odio que autoritarismo, pues son medidas injustificadas e irracionales.
Al contra-argumento de que en realidad gran mayoría de los atentados terroristas de los últimos cinco años han sido cometidos por grupos de extrema derecha (a saber, incendios de mezquitas, escuelas y centros de refugiados, amenazas y atentados contra políticos demócratas), y que los principales atentados contra políticos de extrema derecha han sido cometidos por ciudadanos holandeses y no por musulmanes (a saber, el asesinato de Fortuyn, el intento de asesinato de van Aartsen, la conspiración para asesinar a la ministro fascista Verdonk), los ‘populistas' no dan respuesta. Es curioso. Guardan un extraño silencio.
Muchos de ellos no consideran terroristas a los grupos de extrema derecha. Lo que es más, el diputado van Aartsen caracterizó los atentados de la extrema derecha como "reacción espontánea del pueblo", a pesar de las investigaciones policiales de que se trata de una campaña organizada a nivel nacional por grupos de extrema derecha. El señor van Aartsen muy probablemente está ligado a esos grupos. Son los grupos que actuaron inmediatamente después del discurso del ministro del Interior, Remkes (del partido VVD), llamando a la guerra contra los musulmanes. Es importante señalar que tras el asesinato de van Gogh, el martes 2 de noviembre, y el viernes 5, el día del discurso del ministro, no se registraron atentados contra mezquitas. Los atentados comenzaron la noche misma del viernes, después aparentemente de que esos grupos recibieran esas órdenes del ministro.
Todos estos dañinos personajes vienen realizando una furibunda campaña contra la ‘corrección política' y lamentan que la ética interfiera en la política. Reclamaba el canciller austriaco, invitado en la semana a un debate sobre normas y valores en Rotterdam, que la corrección política impedía, lamentablemente, decía, tomar medidas más duras contra los extranjeros. En Holanda, una diputado fascista, de repugnante inmoralidad, viene diciendo lo mismo desde hace un tiempo: la diputado van der Laan, que exige que se abandonen los criterios morales a la hora de hacer política.
El propio primer ministro holandés, Balkenende, ha dicho en Rotterdam, en respuesta a su colega Schüssel, que "un poco de populismo" no estaría mal en Europa. (Aunque agregó que en realidad el populismo no ofrecía solución a ningún problema).
Mario Vargas Llosa participó en ese debate y yo le critiqué duramente, sobre todo por su infame e irrespetuosa afirmación de que las elecciones españolas no las había ganado el electorado español sino los terroristas de Al Qaeda. Es una infamia y una muestra de desprecio hacia los españoles que me parecen francamente inadmisibles.
Pero debo reconocer que también fue uno de los pocos que ofreció resistencia a los argumentos del fascista Schüssel (infiltrado, como otros fascistas en Holanda, en partidos más normales), diciéndole que el populismo era la mejor manera de destruir la democracia.
No podría estar en mayor acuerdo con el escritor.
Antes de terminar, quiero llamar la atención sobre otro aspecto del fascismo holandés, que ya había sido señalado y aconsejado por Fortuyn. Fortuyn no quería de ninguna manera que se lo asociara con los neo-nazis de la calle. Diseñó una política de relaciones públicas que consistía en presentarse al público como un político normal, elegante, bien hablado, alejado de los matones, tratando de trabar alianzas con los partidos tradicionales. Los fascistas en Holanda no existen casi en tanto que tales. Ninguno de ellos se llama a sí mismo ‘fascista'. Huyen del término como del azufre. Pertenecen todos a ellos a partidos normales. El partido que mayor acogida les ha dado, es el partido VVD. Pero también se han infiltrado en la democracia-cristiana, en los laboristas e incluso entre los verdes.
Es por esa razón que cuando el líder laborista anunció su deseo de gobernar con el líder de los neo-nazis de Wilders, no me sorprendió realmente.

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