¿Delito De Inspiración?
Farid Achahboun es un habitante de Schiedam, Holanda, de 30 años. El año pasado, después de oír unas declaraciones del diputado Wilders en las que este afirmaba que Yasser Arafat era un terrorista, escribió a un foro en una página web: ""Wilders debe ser castigado con la muerte por sus declaraciones fascistas sobre el islam, los musulmanes y la causa palestina".
Los jueces del tribunal de La Haya han decidido interpretar esta frase como una "amenaza terrorista". Como los jueces tampoco dan a conocer todos los antecedentes del caso, no se sabe si lo que escribió Achahboun forma parte de una petición a Dios o si es una suerte de sentencia.
La amenaza', sin embargo, no fue acompañada de ningún acto de preparación de la ejecución del diputado. Al contrario, Achahboun pidió disculpas por su exabrupto. Esas excusas las ofreció sin estar obligado a ello, antes de que un guardaespaldas holandés se querellara contra él. Los jueces dicen haber tomado en cuenta este hecho a la hora de dictar sentencia.
Pero la sentencia no tiene base alguna. Achahboun no ha cometido ningún delito.
Los jueces, sin embargo, agregan al delito no existente de amenazas, otro, cuya definición es todavía más primitiva: que las palabras de Achahboun pueden inspirar a otros a cometer actos de violencia.
Es un delito nuevo, cuya existencia desconocíamos: el delito de que un escrito sea un inspirador potencial para la comisión de un delito.
En ese sentido, seguramente toda la producción literaria occidental y no occidental puede ser, en la burra opinión de estos jueces, considerada delictiva. Hasta el mismo Código Penal.
La interpretación de leyes comunes en otros países de Occidente llama la atención en Holanda. ¿Comen algo especial los jueces nativos que los induce a estas definiciones e interpretaciones aberrantes y arbitrarias? ¿O son simplemente fascistas?
Quizás las dos cosas.
Estos mismos jueces no consideran actos terroristas los incendios provocados de mezquitas y escuelas. Tampoco consideran delitos las violencias que se cometen a diario, de palabra y de hecho, contra ciudadanos musulmanes y otros extranjeros.
Estos jueces claramente colaboran con el gobierno en la implantación de una tiranía fascista. Y se mofan de la civilización occidental.
Están empeñados en la instalación de un régimen de apartheid, con leyes especiales para musulmanes y extranjeros. En este régimen, el mero hecho de expresar repugnancia por el fascismo es considerado un delito.
Pero cuando un nativo, como el asesinado Theo van Gogh, expresa públicamente su deseo de mear en la tumba de su opositor socialista, no comete delito. Entonces se llama libertad de expresión.
Esos jueces se consideran, con todo, occidentales. Vaya farsa de simios.
Holanda ya no corre el peligro que se instale un régimen fascista, similar al alemán de los años 30. Ya se ha instalado.
Los jueces del tribunal de La Haya han decidido interpretar esta frase como una "amenaza terrorista". Como los jueces tampoco dan a conocer todos los antecedentes del caso, no se sabe si lo que escribió Achahboun forma parte de una petición a Dios o si es una suerte de sentencia.
La amenaza', sin embargo, no fue acompañada de ningún acto de preparación de la ejecución del diputado. Al contrario, Achahboun pidió disculpas por su exabrupto. Esas excusas las ofreció sin estar obligado a ello, antes de que un guardaespaldas holandés se querellara contra él. Los jueces dicen haber tomado en cuenta este hecho a la hora de dictar sentencia.
Pero la sentencia no tiene base alguna. Achahboun no ha cometido ningún delito.
Los jueces, sin embargo, agregan al delito no existente de amenazas, otro, cuya definición es todavía más primitiva: que las palabras de Achahboun pueden inspirar a otros a cometer actos de violencia.
Es un delito nuevo, cuya existencia desconocíamos: el delito de que un escrito sea un inspirador potencial para la comisión de un delito.
En ese sentido, seguramente toda la producción literaria occidental y no occidental puede ser, en la burra opinión de estos jueces, considerada delictiva. Hasta el mismo Código Penal.
La interpretación de leyes comunes en otros países de Occidente llama la atención en Holanda. ¿Comen algo especial los jueces nativos que los induce a estas definiciones e interpretaciones aberrantes y arbitrarias? ¿O son simplemente fascistas?
Quizás las dos cosas.
Estos mismos jueces no consideran actos terroristas los incendios provocados de mezquitas y escuelas. Tampoco consideran delitos las violencias que se cometen a diario, de palabra y de hecho, contra ciudadanos musulmanes y otros extranjeros.
Estos jueces claramente colaboran con el gobierno en la implantación de una tiranía fascista. Y se mofan de la civilización occidental.
Están empeñados en la instalación de un régimen de apartheid, con leyes especiales para musulmanes y extranjeros. En este régimen, el mero hecho de expresar repugnancia por el fascismo es considerado un delito.
Pero cuando un nativo, como el asesinado Theo van Gogh, expresa públicamente su deseo de mear en la tumba de su opositor socialista, no comete delito. Entonces se llama libertad de expresión.
Esos jueces se consideran, con todo, occidentales. Vaya farsa de simios.
Holanda ya no corre el peligro que se instale un régimen fascista, similar al alemán de los años 30. Ya se ha instalado.
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