Terrorismo E Incompetencia Policial
Holanda no es el único país donde la policía, a la hora de combatir el terrorismo, ha demostrado una espantosa incompetencia.
Los ejemplos abundan: el detenido en Utrecht, que supuestamente había transportado explosivos y que, además, según declaró tan rocambolescamente el ministro de Justicia, había escondido en casa de conocidos sin que estos se enteraran, era un bocón. Al bocón, quizás por lo mismo, el servicio secreto le había pinchado el teléfono. Y como aparentemente pretendiera por teléfono ante un interlocutor desconocido, que era un terrible terrorista, la policía le detuvo. Le detuvo a él, a un pariente de Bruselas y a toda una familia, que debió permanecer en las mazmorras policiales nada menos que dos días, sólo para volver a casa y encontrarla completamente destruida. El vil y soez esperpento llamado ministro de Justicia se apareció por televisión luego para decir que los destrozos los habían causado la misma familia. Los vecinos -holandeses, no marroquíes- habían sin embargo presenciado todo, y una de las vecinas contó incluso que entre destrozo y destrozo les había servido ella misma café a los valientes agentes, porque hacía frío. El ministro no quiere pagar los daños. Se trataba de eso, y de humillar a la familia marroquí. Vía la familia, humillar y castigar a toda la comunidad marroquí.
Bien. El fanfarrón no sabía que en el servicio secreto tenía un amigo inesperado: un agente o espía marroquí que le hizo saber -aparentemente, sin identificarse- que era vigilado por la policía. Quizás quería el espía doble ayudar a la causa.
El espía marroquí está preso. El bocón, en libertad.
Ahora se nos informa que el agente marroquí también dejó una carta anónima en casa de Mohammed, el que mató a Theo van Gogh, advirtiéndole que el servicio secreto lo tenía vigilado, a él y otros amigos, por sospecharles de preparar un atentado terrorista.
Los terroristas no se dieron el trabajo de deshacerse de los documentos. Y la policía, tras un allanamiento, los recuperó.
Otro ejemplo breve: los cuatro árabes detenidos y acusados de querer volar el Parlamento eran turistas saudíes, y han vuelto a su país. Se hicieron sospechosos por pasearse en un parque de diversiones haciendo lo que suelen hacer los turistas: hacer videos.
Terroristas Y Policías De Tombola
De risa, los agentes del servicio secreto. Tan de risa, que incluso me han pinchado el teléfono a mí, gastando tiempo y recursos que me gustaría que usaran mejor persiguiendo a los malos. En fin, incompetentes por donde se los mire. ¿Y a este montón de necios quiere la población holandesa entregarle todavía más autoridad, incluso la de violar las leyes, para que combatan al terrorismo?
Los servicios policiales holandeses se enfrentan a un problema que seguro conocen otros servicios policiales de Europa. Para hacer frente a la amenaza terrorista musulmana es necesario tener agentes musulmanes y árabes, que se puedan infiltrar en potenciales grupos terroristas; es necesario tener traductores, que puedan trasladar con rapidez documentos que pueden ser relevantes, hasta decisivos; y se necesitan policías árabes y musulmanes en las calles de los barrios, en los que los vecinos árabes puedan confiar para comunicarles lo que piensen que deban comunicar cuando se trate de prevenir la comisión de algún delito.
No se le pide a la policía y al servicio secreto que hagan otra cosa. Y, sin embargo, a pesar del 17 de julio de 1995 (Sbrenica), a pesar del 11 de septiembre de 2001 (Nueva York) y a pesar de 11 de marzo de 2003 (Madrid) -para nombrar solo algunas fechas significativas-, no tienen ni espías, ni traductores ni agentes de policía árabes, o no en la medida suficiente. Y no los tienen porque el estado y las autoridades no han dedicado atención a este asunto y se han mostrado reacios a incorporar a árabes y otros extranjeros a los servicios pertinentes.
Así, cuando se hace necesario, descubren que es demasiado tarde... para algunos.
Ahora se entenderá que no hay posibilidad alguna de ganar esta lucha contra el terrorismo si no se cuenta con agentes, espías y traductores árabes, y que no es posible tenerlos ni ganar su lealtad si los árabes siguen siendo discriminados, excluidos y marginados de servicios que son indispensables para el mantenimiento del orden y la seguridad públicas.
No se necesitan leyes ni excepcionales ni de excepción para hacer frente al terrorismo. Se necesita eficiencia; se necesitan policías y servicios secretos competentes. Y se necesita un poco de inteligencia, la suficiente para que los diferentes cuerpos de seguridad puedan coordinarse y no perder el tiempo en perseguir a terroristas de tómbola.
Los ejemplos abundan: el detenido en Utrecht, que supuestamente había transportado explosivos y que, además, según declaró tan rocambolescamente el ministro de Justicia, había escondido en casa de conocidos sin que estos se enteraran, era un bocón. Al bocón, quizás por lo mismo, el servicio secreto le había pinchado el teléfono. Y como aparentemente pretendiera por teléfono ante un interlocutor desconocido, que era un terrible terrorista, la policía le detuvo. Le detuvo a él, a un pariente de Bruselas y a toda una familia, que debió permanecer en las mazmorras policiales nada menos que dos días, sólo para volver a casa y encontrarla completamente destruida. El vil y soez esperpento llamado ministro de Justicia se apareció por televisión luego para decir que los destrozos los habían causado la misma familia. Los vecinos -holandeses, no marroquíes- habían sin embargo presenciado todo, y una de las vecinas contó incluso que entre destrozo y destrozo les había servido ella misma café a los valientes agentes, porque hacía frío. El ministro no quiere pagar los daños. Se trataba de eso, y de humillar a la familia marroquí. Vía la familia, humillar y castigar a toda la comunidad marroquí.
Bien. El fanfarrón no sabía que en el servicio secreto tenía un amigo inesperado: un agente o espía marroquí que le hizo saber -aparentemente, sin identificarse- que era vigilado por la policía. Quizás quería el espía doble ayudar a la causa.
El espía marroquí está preso. El bocón, en libertad.
Ahora se nos informa que el agente marroquí también dejó una carta anónima en casa de Mohammed, el que mató a Theo van Gogh, advirtiéndole que el servicio secreto lo tenía vigilado, a él y otros amigos, por sospecharles de preparar un atentado terrorista.
Los terroristas no se dieron el trabajo de deshacerse de los documentos. Y la policía, tras un allanamiento, los recuperó.
Otro ejemplo breve: los cuatro árabes detenidos y acusados de querer volar el Parlamento eran turistas saudíes, y han vuelto a su país. Se hicieron sospechosos por pasearse en un parque de diversiones haciendo lo que suelen hacer los turistas: hacer videos.
Terroristas Y Policías De Tombola
De risa, los agentes del servicio secreto. Tan de risa, que incluso me han pinchado el teléfono a mí, gastando tiempo y recursos que me gustaría que usaran mejor persiguiendo a los malos. En fin, incompetentes por donde se los mire. ¿Y a este montón de necios quiere la población holandesa entregarle todavía más autoridad, incluso la de violar las leyes, para que combatan al terrorismo?
Los servicios policiales holandeses se enfrentan a un problema que seguro conocen otros servicios policiales de Europa. Para hacer frente a la amenaza terrorista musulmana es necesario tener agentes musulmanes y árabes, que se puedan infiltrar en potenciales grupos terroristas; es necesario tener traductores, que puedan trasladar con rapidez documentos que pueden ser relevantes, hasta decisivos; y se necesitan policías árabes y musulmanes en las calles de los barrios, en los que los vecinos árabes puedan confiar para comunicarles lo que piensen que deban comunicar cuando se trate de prevenir la comisión de algún delito.
No se le pide a la policía y al servicio secreto que hagan otra cosa. Y, sin embargo, a pesar del 17 de julio de 1995 (Sbrenica), a pesar del 11 de septiembre de 2001 (Nueva York) y a pesar de 11 de marzo de 2003 (Madrid) -para nombrar solo algunas fechas significativas-, no tienen ni espías, ni traductores ni agentes de policía árabes, o no en la medida suficiente. Y no los tienen porque el estado y las autoridades no han dedicado atención a este asunto y se han mostrado reacios a incorporar a árabes y otros extranjeros a los servicios pertinentes.
Así, cuando se hace necesario, descubren que es demasiado tarde... para algunos.
Ahora se entenderá que no hay posibilidad alguna de ganar esta lucha contra el terrorismo si no se cuenta con agentes, espías y traductores árabes, y que no es posible tenerlos ni ganar su lealtad si los árabes siguen siendo discriminados, excluidos y marginados de servicios que son indispensables para el mantenimiento del orden y la seguridad públicas.
No se necesitan leyes ni excepcionales ni de excepción para hacer frente al terrorismo. Se necesita eficiencia; se necesitan policías y servicios secretos competentes. Y se necesita un poco de inteligencia, la suficiente para que los diferentes cuerpos de seguridad puedan coordinarse y no perder el tiempo en perseguir a terroristas de tómbola.
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