¿Bush O Kerry?
Si el tema más importante de estas elecciones es la guerra de Iraq, la respuesta debería ser contundente: mi candidato sería Kerry.
La invasión de Iraq fue siempre ilegal -porque no fue apoyada por Naciones Unidas-, y aunque todavía no sabemos los motivos verdaderos de la guerra iniciada por Estados Unidos, cada día que pasa sabemos que los motivos aducidos por el gobierno republicano eran falsos.
Iraq no tenía armas de destrucción masiva, ni estaba en estado de fabricarlas aun si Saddam Hussein lo hubiese querido.
Los inspectores de Naciones Unidas lo sabían desde 1996. También lo sabían prácticamente todos los servicios secretos europeos.
Sin embargo, el presidente Bush pretende haber dado más crédito a los informes fabricados por gente como Chalabi y Allawi y el servicio secreto israelí.
Su propio servicio de inteligencia fabricó evidencias. Lo sabíamos en los meses previos a la guerra, cuando se descubrió que uno de esos informes lo había descolgado la CIA de una tesina publicada en la red.
Bush ordenó a sus servicios de inteligencia fabricar evidencias. No se equivocó ni interpretó mal.
Ciertamente, también lo sabían los servicios secretos británicos y la muerte de uno de sus hombres que se atrevió a revelar la conspiración debe ser todavía aclarada.
La guerra ha sido un desastre y una tragedia, sobre todo para los iraquíes, cuyos ciudadanos han perdido a 21.000 de los suyos, sin contar las bajas militares y de la insurgencia.
Un objetivo fundamental de las elecciones debería ser el fin de la guerra. Pero en ninguno de los candidatos se advierte un programa claro, menos aun coherente, para ponerle fin.
Con la visión de Bush, su elección significaría más guerra, más conflictos, más violencia y más actos terroristas.
También haría la situación interna de Estados Unidos peor, pues a nadie se le escapa que si es reelegido se agravarán las limitaciones ya en curso de los derechos civiles.
Para proseguir esa guerra insensata Bush no tendrá además otra alternativa que instituir nuevamente el servicio militar obligatorio, que condenará a muchos jóvenes norteamericanos a la muerte.
A nivel internacional, su reelección dará más fuerza a regímenes y gobiernos de extrema derecha en Europa y el mundo, que son los únicos que le apoyan.
Y Estados Unidos se aislará aun más. De hecho, después de la anunciada retirada de Polonia, Estados Unidos ya no tiene aliados; Polonia era su súbdito más importante, lo que queda son títeres. Y mientras de más títeres se rodee Estados Unidos, menos credibilidad si se puede tendrá su guerra de Iraq.
La guerra no terminará con más guerra. Estados Unidos debería saber que esa guerra no la puede ganar y que es urgente que busque un modo de salirse de ella.
Para ello debería buscar aliados respetables. No los tiene en el mundo árabe. No los tiene en realidad en ninguna parte del mundo.
Los dos candidatos han dejado en el tintero la ocupación israelí de Palestina. Sin embargo, es en esa ocupación donde se encuentra el origen del odio árabe hacia Estados Unidos. Mientras continúe, Estados Unidos contará sólo con enemigos en el mundo árabe y musulmán.
La idea de que Estados Unidos quiere imponer la democracia en Oriente Medio es poco creíble. Es poco creíble porque todo el mundo sabe que Bush llegó al poder cometiendo fraude. Es un presidente que no tiene autoridad moral para predicar esos valores. Por otro lado, sería su segundo mandato -una aberración de la democracia que permite la formación de dinastías políticas, justamente como la de Bush. Es fácil entender porqué la democracia que predica Bush es vista en el mundo árabe como un simulacro ridículo. ¿Qué diferencia hay entre una autocracia y un presidente que es elegido una segunda vez y que prosigue la guerra iniciada por su padre?
Bush no lucha contra el terror en Iraq. Lucha ahora para defender su pellejo, después de haberse ganado el odio y el resentimiento de los iraquíes, y de gran parte del mundo árabe. Los terroristas no estaban en Iraq. Ahora, gracias a la ineptitud y negligencia, se encuentran en todas partes..., incluso en Afganistán, donde todavía tiene domicilio Osama bin Laden. También los hay en Iraq, ahora, pero son los menos.
Los servicios de inteligencia norteamericanos confirman que la resistencia iraquí no está en manos de fundamentalistas, sino en las de los antiguos baazistas. Estados Unidos debe reconocer que si quiere realmente paz en Iraq, deberá negociar con ellos y deshacerse del grupo de notorios delincuentes -ladrones, estafadores, secuestradores incluso- que conforman su gobierno interino.
En su propio gobierno hay figuras que son francamente repugnantes. El mundo ya sabe que tiene funcionarios, como el vice-presidente Cheney, que tienen intereses comerciales personales en la guerra de Iraq. Es gente que se enriquece con la muerte y la destrucción. Sin embargo, siguen en el gobierno. Eso contribuye a la falta de credibilidad de Estados Unidos.
Si Estados Unidos, Bush o Kerry quieren seriamente poner fin a la guerra, deberían recurrir a Europa, donde se encuentran los únicos países que son interlocutores aceptables para los iraquíes y el mundo árabe.
Sin embargo, en los debates Bush sigue refiriéndose en términos despectivos a Europa.
Kerry, por otro lado, es poco claro. Si se mantiene el propósito de abandonar Iraq después de las elecciones de enero de 2005, debería crear las condiciones que hagan posible que esas elecciones sean nacionales y legítimas.
Para conseguirlo necesita crear un clima de menos violencia. Y lo puede conseguir asegurándose que los baazistas puedan participar legítimamente en esas elecciones. Habrá que confiar en que los baazistas también han aprendido lo suyo en esta guerra, porque al contrario de lo que afirmaba el presidente Bush, han sido siempre enemigos enconados de los fundamentalistas. Reconocer a los baazistas puede disminuir los niveles de violencia en el país. Aún hoy, los baazistas son la mejor carta anti-fundamentalista en Iraq.
Los aliados de Bush en Iraq no son aceptables para los iraquíes. No es probable que esos partidos conciten el apoyo de la ciudadanía. Y es indispensable restar apoyo a los fundamentalistas. Las actuales campañas bélicas norteamericanas en Iraq sólo redundan en beneficio de los extremistas musulmanes.
Estados Unidos no debe desprenderse de la obligación moral de proveer por esos miles de familias, de viudas y de huérfanos que los ataques de sus tropas y aviones han dejado en la calle y en la desesperación. Hacerlo demostraría buena voluntad, y la voluntad de reparar en lo posible los terribles daños que ha causado.
Mientras continúe la guerra no será posible para los demócratas iraquíes formar sus partidos políticos, llevar una vida normal y prepararse para participar en las elecciones. Hoy por hoy serían considerados enemigos de Iraq.
Kerry debería ser más claro. El tiempo apremia. Si es elegido el 2 noviembre, y espero que lo sea, sólo tiene dos meses de tiempo.
La invasión de Iraq fue siempre ilegal -porque no fue apoyada por Naciones Unidas-, y aunque todavía no sabemos los motivos verdaderos de la guerra iniciada por Estados Unidos, cada día que pasa sabemos que los motivos aducidos por el gobierno republicano eran falsos.
Iraq no tenía armas de destrucción masiva, ni estaba en estado de fabricarlas aun si Saddam Hussein lo hubiese querido.
Los inspectores de Naciones Unidas lo sabían desde 1996. También lo sabían prácticamente todos los servicios secretos europeos.
Sin embargo, el presidente Bush pretende haber dado más crédito a los informes fabricados por gente como Chalabi y Allawi y el servicio secreto israelí.
Su propio servicio de inteligencia fabricó evidencias. Lo sabíamos en los meses previos a la guerra, cuando se descubrió que uno de esos informes lo había descolgado la CIA de una tesina publicada en la red.
Bush ordenó a sus servicios de inteligencia fabricar evidencias. No se equivocó ni interpretó mal.
Ciertamente, también lo sabían los servicios secretos británicos y la muerte de uno de sus hombres que se atrevió a revelar la conspiración debe ser todavía aclarada.
La guerra ha sido un desastre y una tragedia, sobre todo para los iraquíes, cuyos ciudadanos han perdido a 21.000 de los suyos, sin contar las bajas militares y de la insurgencia.
Un objetivo fundamental de las elecciones debería ser el fin de la guerra. Pero en ninguno de los candidatos se advierte un programa claro, menos aun coherente, para ponerle fin.
Con la visión de Bush, su elección significaría más guerra, más conflictos, más violencia y más actos terroristas.
También haría la situación interna de Estados Unidos peor, pues a nadie se le escapa que si es reelegido se agravarán las limitaciones ya en curso de los derechos civiles.
Para proseguir esa guerra insensata Bush no tendrá además otra alternativa que instituir nuevamente el servicio militar obligatorio, que condenará a muchos jóvenes norteamericanos a la muerte.
A nivel internacional, su reelección dará más fuerza a regímenes y gobiernos de extrema derecha en Europa y el mundo, que son los únicos que le apoyan.
Y Estados Unidos se aislará aun más. De hecho, después de la anunciada retirada de Polonia, Estados Unidos ya no tiene aliados; Polonia era su súbdito más importante, lo que queda son títeres. Y mientras de más títeres se rodee Estados Unidos, menos credibilidad si se puede tendrá su guerra de Iraq.
La guerra no terminará con más guerra. Estados Unidos debería saber que esa guerra no la puede ganar y que es urgente que busque un modo de salirse de ella.
Para ello debería buscar aliados respetables. No los tiene en el mundo árabe. No los tiene en realidad en ninguna parte del mundo.
Los dos candidatos han dejado en el tintero la ocupación israelí de Palestina. Sin embargo, es en esa ocupación donde se encuentra el origen del odio árabe hacia Estados Unidos. Mientras continúe, Estados Unidos contará sólo con enemigos en el mundo árabe y musulmán.
La idea de que Estados Unidos quiere imponer la democracia en Oriente Medio es poco creíble. Es poco creíble porque todo el mundo sabe que Bush llegó al poder cometiendo fraude. Es un presidente que no tiene autoridad moral para predicar esos valores. Por otro lado, sería su segundo mandato -una aberración de la democracia que permite la formación de dinastías políticas, justamente como la de Bush. Es fácil entender porqué la democracia que predica Bush es vista en el mundo árabe como un simulacro ridículo. ¿Qué diferencia hay entre una autocracia y un presidente que es elegido una segunda vez y que prosigue la guerra iniciada por su padre?
Bush no lucha contra el terror en Iraq. Lucha ahora para defender su pellejo, después de haberse ganado el odio y el resentimiento de los iraquíes, y de gran parte del mundo árabe. Los terroristas no estaban en Iraq. Ahora, gracias a la ineptitud y negligencia, se encuentran en todas partes..., incluso en Afganistán, donde todavía tiene domicilio Osama bin Laden. También los hay en Iraq, ahora, pero son los menos.
Los servicios de inteligencia norteamericanos confirman que la resistencia iraquí no está en manos de fundamentalistas, sino en las de los antiguos baazistas. Estados Unidos debe reconocer que si quiere realmente paz en Iraq, deberá negociar con ellos y deshacerse del grupo de notorios delincuentes -ladrones, estafadores, secuestradores incluso- que conforman su gobierno interino.
En su propio gobierno hay figuras que son francamente repugnantes. El mundo ya sabe que tiene funcionarios, como el vice-presidente Cheney, que tienen intereses comerciales personales en la guerra de Iraq. Es gente que se enriquece con la muerte y la destrucción. Sin embargo, siguen en el gobierno. Eso contribuye a la falta de credibilidad de Estados Unidos.
Si Estados Unidos, Bush o Kerry quieren seriamente poner fin a la guerra, deberían recurrir a Europa, donde se encuentran los únicos países que son interlocutores aceptables para los iraquíes y el mundo árabe.
Sin embargo, en los debates Bush sigue refiriéndose en términos despectivos a Europa.
Kerry, por otro lado, es poco claro. Si se mantiene el propósito de abandonar Iraq después de las elecciones de enero de 2005, debería crear las condiciones que hagan posible que esas elecciones sean nacionales y legítimas.
Para conseguirlo necesita crear un clima de menos violencia. Y lo puede conseguir asegurándose que los baazistas puedan participar legítimamente en esas elecciones. Habrá que confiar en que los baazistas también han aprendido lo suyo en esta guerra, porque al contrario de lo que afirmaba el presidente Bush, han sido siempre enemigos enconados de los fundamentalistas. Reconocer a los baazistas puede disminuir los niveles de violencia en el país. Aún hoy, los baazistas son la mejor carta anti-fundamentalista en Iraq.
Los aliados de Bush en Iraq no son aceptables para los iraquíes. No es probable que esos partidos conciten el apoyo de la ciudadanía. Y es indispensable restar apoyo a los fundamentalistas. Las actuales campañas bélicas norteamericanas en Iraq sólo redundan en beneficio de los extremistas musulmanes.
Estados Unidos no debe desprenderse de la obligación moral de proveer por esos miles de familias, de viudas y de huérfanos que los ataques de sus tropas y aviones han dejado en la calle y en la desesperación. Hacerlo demostraría buena voluntad, y la voluntad de reparar en lo posible los terribles daños que ha causado.
Mientras continúe la guerra no será posible para los demócratas iraquíes formar sus partidos políticos, llevar una vida normal y prepararse para participar en las elecciones. Hoy por hoy serían considerados enemigos de Iraq.
Kerry debería ser más claro. El tiempo apremia. Si es elegido el 2 noviembre, y espero que lo sea, sólo tiene dos meses de tiempo.
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