¿Por Qué Echar a Esos 26.000 Refugiados?
Esta fue la decisión que adoptó el gobierno holandés en febrero de este año.
El gobierno no ha explicitado a menudo las razones de esta decisión y sus portavoces se limitan por lo general a decir que son los jueces los que han decidido la expulsión y que sus departamentos se limitan meramente a cumplir órdenes judiciales.
En otras palabras, parecen proponer esos políticos, el programa de gobierno se redactó para despejar los archiveros de los tribunales. La hipocresía ha sido norma de los gobernantes de esta época. Y una manera de eludir responsabilidades.
Pero hablando seriamente ninguna autoridad ha dicho nada con sentido. O con alguna verosimilitud. Y los partidos de oposición han optado por no hacer preguntas comprometedoras.
Algunos políticos de gobierno han salido con memeces memorables, como que el país está lleno o que hay conflictos étnicos en el país.
Veinte y seis mil personas no es una gran cantidad de personas. El año pasado solamente Holanda expulsó a cerca de 30 mil ilegales (no refugiados, o no sabe). Israel expulsó a 100 mil inmigrantes. Otros países expulsan a ilegales. 26 mil es en realidad una cifra baja. No significa un problema de capacidad de acogida del país; países infinitamente más pobres, como algunos países árabes y africanos, recogen a cientos de miles y a millones de refugiados. Jordania tiene más de dos millones de refugiados. (Al revés, 30 mil holandeses encuentran otro país de acogida al año).
Es una cifra baja.
Además, piénsese, son familias que viven aquí hace al menos cinco años; nueve años algunas. Sus hijos han nacido aquí; son holandeses; van a la escuela; sus padres trabajan aquí y están lo que se dice integrados. No son una carga para Holanda. Con ellos Holanda ganaba gente valiosa. Profesionales que el país necesita.
Así, ¿por qué no hay lugar para ellos?
Que hay falta de espacio es una estupidez. Pero suena todavía más estúpido si se considera que al mismo tiempo el gobierno ha puesto en marcha un plan que implicará el asentamiento en el país de 150 mil personas de la antigua Europa del Este en los próximos cinco años.
No podrá argumentar que no hay espacio para 26 mil, pero sí para seis veces esa cifra. La mala fe es evidente.
¿Cuál es pues la diferencia entre esos dos grupos de extranjeros? Los refugiados provienen de Somalia, Sudán, Iraq, Irán, Bosnia, Afganistán. Son en su mayoría musulmanes. Son en su mayoría árabes. O negros. Los inmigrantes de Europa del Este son en su mayoría cristianos. Y blancos.
Algunas autoridades argumentan que los refugiados son en realidad simples refugiados económicos. Como si la gente de Europa del Este no lo fuera. Como si todos nosotros no lo fuéramos. Como si Holanda no necesitara justamente refugiados, mejor, extranjeros de todo tipo para mantener en pie el país, dicho simple y llanamente.
Pero el gobierno holandés, aunque tiene un partido cristiano de extremas, no es abiertamente cristiano. Tampoco lo es el país. Es un país cristiano en el sentido de que es un país protestante con profundas raíces germánicas, pero no es ciertamente un país donde hoy por hoy ser o no ser cristiano tenga alguna relevancia.
Así, si no se les expulsa por no ser cristianos, no nos queda otro argumento que se les expulsa por no ser blancos. O, mejor, por no ser occidentales. (El problema es que el país desvaría ser occidental y no perciben las incoherencias).
Hay un elemento en la política que es difícil de calcular.
Hace menos de un mes un funcionario pidió a los alcaldes que pusieran en la calle a los refugiados rechazados. Hay familias que viven libremente en casas de alquiler. Pero su petición de asilo ha sido rechazada. El funcionario insiste en que se los desaloje de sus casas y se los ponga en calle. Sus hijos serán sacados de las escuelas. Se pondrá a toda la familia en una cárcel -que llaman aquí ´centros de partida´, como los nazis llamaban ´centros de trabajo´ a los campos de exterminio. Y serán sacados a la fuerza. (Se puede intuir qué pasará con ellos cuando lleguen a sus países, de los que vienen escapando por ser disidentes, por tener creencias religiosas diferentes, por ser homosexuales, por desertar del ejército, por huir de la guerra, por hablar otra lengua).
¿De dónde viene esa voluntad de hacer el mal? ¿A quién le parece normal echar a una familia a la calle a que sufra penurias y viva si puede de la caridad, a que arriesgue morir de frío en la calle en invierno, o a contagiarse enfermedades sin nombre? ¿A quién le puede parece normal echar a los niños de la escuela y ponerlos en la calle, tal cual? ¿Qué tipo de persona puede maquinar planes para crear la infelicidad de la gente, sometiéndoles a un sinnúmero de humillaciones diarias, violando todo tratado y ley internacionales e incluso los principios más íntimos de Occidente?
Ese funcionario llamó a varios alcaldes por teléfono pidiéndoles que pusieran en marcha un plan para desalojar a los refugiados. ¿Cómo entender tanta maldad?
Y no encuentro una explicación a la mano. Será simplemente la voluntad de hacer el mal. La voluntad de causar dolor y daño a otros, como si se tuviese que alimentar la sed insaciable de dolor de algún dios demoníaco. El mal porque sí. El demonio en la Tierra. Un dios tenebroso que vuelve del infierno.
Esos refugiados no hacen mal a nadie. Al contrario, contribuyen a hacer de este país algo mejor. No hay motivos para expulsarlos. Su deportación sólo satisfará a las bestias del averno.
Uno necesita pararse a pensar un minuto, de verdad. ¿Por qué sería malo que se quedaran?
El gobierno no ha explicitado a menudo las razones de esta decisión y sus portavoces se limitan por lo general a decir que son los jueces los que han decidido la expulsión y que sus departamentos se limitan meramente a cumplir órdenes judiciales.
En otras palabras, parecen proponer esos políticos, el programa de gobierno se redactó para despejar los archiveros de los tribunales. La hipocresía ha sido norma de los gobernantes de esta época. Y una manera de eludir responsabilidades.
Pero hablando seriamente ninguna autoridad ha dicho nada con sentido. O con alguna verosimilitud. Y los partidos de oposición han optado por no hacer preguntas comprometedoras.
Algunos políticos de gobierno han salido con memeces memorables, como que el país está lleno o que hay conflictos étnicos en el país.
Veinte y seis mil personas no es una gran cantidad de personas. El año pasado solamente Holanda expulsó a cerca de 30 mil ilegales (no refugiados, o no sabe). Israel expulsó a 100 mil inmigrantes. Otros países expulsan a ilegales. 26 mil es en realidad una cifra baja. No significa un problema de capacidad de acogida del país; países infinitamente más pobres, como algunos países árabes y africanos, recogen a cientos de miles y a millones de refugiados. Jordania tiene más de dos millones de refugiados. (Al revés, 30 mil holandeses encuentran otro país de acogida al año).
Es una cifra baja.
Además, piénsese, son familias que viven aquí hace al menos cinco años; nueve años algunas. Sus hijos han nacido aquí; son holandeses; van a la escuela; sus padres trabajan aquí y están lo que se dice integrados. No son una carga para Holanda. Con ellos Holanda ganaba gente valiosa. Profesionales que el país necesita.
Así, ¿por qué no hay lugar para ellos?
Que hay falta de espacio es una estupidez. Pero suena todavía más estúpido si se considera que al mismo tiempo el gobierno ha puesto en marcha un plan que implicará el asentamiento en el país de 150 mil personas de la antigua Europa del Este en los próximos cinco años.
No podrá argumentar que no hay espacio para 26 mil, pero sí para seis veces esa cifra. La mala fe es evidente.
¿Cuál es pues la diferencia entre esos dos grupos de extranjeros? Los refugiados provienen de Somalia, Sudán, Iraq, Irán, Bosnia, Afganistán. Son en su mayoría musulmanes. Son en su mayoría árabes. O negros. Los inmigrantes de Europa del Este son en su mayoría cristianos. Y blancos.
Algunas autoridades argumentan que los refugiados son en realidad simples refugiados económicos. Como si la gente de Europa del Este no lo fuera. Como si todos nosotros no lo fuéramos. Como si Holanda no necesitara justamente refugiados, mejor, extranjeros de todo tipo para mantener en pie el país, dicho simple y llanamente.
Pero el gobierno holandés, aunque tiene un partido cristiano de extremas, no es abiertamente cristiano. Tampoco lo es el país. Es un país cristiano en el sentido de que es un país protestante con profundas raíces germánicas, pero no es ciertamente un país donde hoy por hoy ser o no ser cristiano tenga alguna relevancia.
Así, si no se les expulsa por no ser cristianos, no nos queda otro argumento que se les expulsa por no ser blancos. O, mejor, por no ser occidentales. (El problema es que el país desvaría ser occidental y no perciben las incoherencias).
Hay un elemento en la política que es difícil de calcular.
Hace menos de un mes un funcionario pidió a los alcaldes que pusieran en la calle a los refugiados rechazados. Hay familias que viven libremente en casas de alquiler. Pero su petición de asilo ha sido rechazada. El funcionario insiste en que se los desaloje de sus casas y se los ponga en calle. Sus hijos serán sacados de las escuelas. Se pondrá a toda la familia en una cárcel -que llaman aquí ´centros de partida´, como los nazis llamaban ´centros de trabajo´ a los campos de exterminio. Y serán sacados a la fuerza. (Se puede intuir qué pasará con ellos cuando lleguen a sus países, de los que vienen escapando por ser disidentes, por tener creencias religiosas diferentes, por ser homosexuales, por desertar del ejército, por huir de la guerra, por hablar otra lengua).
¿De dónde viene esa voluntad de hacer el mal? ¿A quién le parece normal echar a una familia a la calle a que sufra penurias y viva si puede de la caridad, a que arriesgue morir de frío en la calle en invierno, o a contagiarse enfermedades sin nombre? ¿A quién le puede parece normal echar a los niños de la escuela y ponerlos en la calle, tal cual? ¿Qué tipo de persona puede maquinar planes para crear la infelicidad de la gente, sometiéndoles a un sinnúmero de humillaciones diarias, violando todo tratado y ley internacionales e incluso los principios más íntimos de Occidente?
Ese funcionario llamó a varios alcaldes por teléfono pidiéndoles que pusieran en marcha un plan para desalojar a los refugiados. ¿Cómo entender tanta maldad?
Y no encuentro una explicación a la mano. Será simplemente la voluntad de hacer el mal. La voluntad de causar dolor y daño a otros, como si se tuviese que alimentar la sed insaciable de dolor de algún dios demoníaco. El mal porque sí. El demonio en la Tierra. Un dios tenebroso que vuelve del infierno.
Esos refugiados no hacen mal a nadie. Al contrario, contribuyen a hacer de este país algo mejor. No hay motivos para expulsarlos. Su deportación sólo satisfará a las bestias del averno.
Uno necesita pararse a pensar un minuto, de verdad. ¿Por qué sería malo que se quedaran?
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