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Entre el Circo y el Zoo

En un editorial del 2 de diciembre, el diario Los Angeles Times (en mQh2) celebraba el convenio entre el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos y la compañía Feld Entertainment Inc., responsable del circo Ringling Bros. and Barnum & Bailey, según el cual la primera pagará 270 mil dólares al estado después de una prolongada investigación sobre maltrato animal. 

En los últimos dos años ciudadanos y organizaciones animalistas presentaron numerosas denuncias por maltrato animal, especialmente de los elefantes, que, entre otras cosas, permanecen encadenados durante horas y son doblegados por medio de la picana, que es un instrumento de tortura. La investigación descubrió hechos más graves que los denunciados. El convenio puso fin a la pesquisa y el circo se comprometió a implementar estrictamente la ley de bienestar animal.
Pese a que Los Angeles Times cree que el circo debería simplemente dejar de ofrecer espectáculos con animales exóticos, en lugar de proponer, por ejemplo, su prohibición, recomienda a los lectores que se perturban con los actos circenses con animales que muestren su descontento dejando de asistir, y que los que realmente quieran ver a paquidermos, pueden hacerlo pagando una visita al Zoológico de Los Angeles –como si el hecho de que no presenciemos el sufrimiento animal de un algún modo lo anulara.
Para los animales, como para los humanos, esta recomendación sugiere saltar de la sartén al fuego. Si el circo es una suerte de cárcel itinerante, el zoológico es todavía peor. La situación de los animales que viven en cautiverio en los zoológicos ha sido comparada muchas veces con la de los reos en cárceles humanas, los prisioneros en campos de concentración y los pacientes en hospitales psiquiátricos. El cautiverio en zoológicos suele ir acompañado de terribles secuelas psicológicas en los animales, que resienten el cautiverio con todavía mayor intensidad que los humanos.
El temor y la ansiedad permanentes, los estados prolongados de estupor y el rechazo de la alimentación –a veces hasta que acaece la muerte-, el proceso de aniquilación de la personalidad del animal para convertirlo en un ser asustadizo y sumiso, su exhibición permanente, son algunos de los síntomas más ligeros, si se puede, del cautiverio. “A estas frustraciones […] deben agregarse las que son creadas por el público y los guardas. La mera, ´inocente´ exhibición en una jaula puede ser una experiencia traumática, cuando te sabes observado por, y a merced de decenas de enemigos” (en Mérici).

El resultado de este confinamiento perpetuo, “son casos graves de deterioro emocional. Entre sus síntomas se incluyen ´severas crisis de ansiedad, repentinos y violentos estallidos contra los guardas u otros miembros de su especie, y ataques de autodestrucción´. Entre estos últimos el autor [Ellenberger] cuenta los movimientos repetitivos que ejecutan algunos animales: ´¿Quién no ha visto en el zoo a un oso agachando la cabeza una y otra vez, o apoyándose en un pie, moviéndose de derecha a izquierda,  o a un tigre moviéndose en círculos en su jaula, o a una hiena haciendo la figura del ocho?´ Son todas conocidas reacciones psicopatológicas ante el cautiverio. También el consumo de excrementos es un síntoma patológico, una reacción desconocida en su hábitat natural y que parece confinarse a reacciones ante algunas formas de cautiverio. Se cree que esta conducta aberrante es producto de dietas desequilibradas. Pero también son reacciones ante el aburrimiento y la falta de actividad”.

El terrible e injustificado daño emocional que sufren los animales en el zoológico afecta ciertamente su integridad mental, y no menos igualmente la de los humanos que los observan, que se habitúan a vivir en una sociedad que encuentra normal la esclavitud y la crueldad hacia los animales.
El circo pertenece al mismo universo que el zoológico, el manicomio, el campo de concentración y la cárcel. Tan es así que en Occidente y en muchas otras partes del mundo, los espectáculos artísticos que hoy vemos en los circos formaban parte del repertorio habitual de zoológicos y manicomios humanos. China acaba de prohibir hace poco los espectáculos con animales en los zoológicos. El zoológico de Chicago permitió los espectáculos con sus animales residentes nada menos que hasta 1983.
No sé si se justifica hoy la reflexión de Ellenberger de que la situación de los animales en los circos, pese al cautiverio y los síntomas del estrés asociado al confinamiento y a los malos tratos, era mejor que en los zoológicos, precisamente debido a la actividad y a las giras por paisajes diferentes, que pueden ser una fuente de entretención de los animales. Hoy tendemos a creer que esas ventajas no lo son en absoluto, cuando van acompañadas de malos tratos, torturas y humillaciones permanentes, que es el único modo en que conciben los domadores su relación con los animales.
Por eso la recomendación de Los Angeles Times suena bizarra. Presenciar el encierro animal, o disfrutar con él en un circo o en un zoológico no afecta en nada la condición de cautiverio a la que tenemos sometidos a los animales.
El zoológico, así como el circo, debiesen ser simplemente abolidos o transformados radicalmente. El primero podría convertirse en un santuario o en centro de rescate y rehabilitación animal; el segundo, si prohibiese los espectáculos con animales, ganaría mucho si los animales fuesen representados por humanos.

“El zoológico es una máquina de demencia, ansiedad, terror. Esta mera constatación debería marcar su absoluta falta de justificación. Asombra en realidad que exista todavía, conocidos los nefastos efectos sobre la salud mental de los animales, y los menos conocidos efectos sobre la salud mental de los humanos. ¿Consideramos de verdad fundamental criar y educar a los humanos en una sociedad que contempla como normal la esclavitud animal? ¿Vale la pena crecer y vivir en una sociedad que somete a violentos malos tratos y torturas a los animales, que encuentra  normal encerrarlos de por vida para divertirnos y criarlos para matarlos y mutilarlos y exhibir para la venta sus trozos sanguinolentos en las carnicerías? Muchos creemos que estos violentos espectáculos son nocivos para la condición humana, pues nos convierten en seres monstruosos e insensibles, prisioneros de nuestra pequeñez y gula, incapaces de emocionarnos e indiferentes ante la indecible crueldad con que tratamos a los animales”.

Lectura recomendada
Contra el zoológico


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