Niños, Víctimas Olvidadas del Terror
Se inauguró en estos días una muestra de la artista visual Marta Durán sobre niños encarcelados durante el régimen militar. Se trata de ‘Proyecto 188' y se exhibe en la Sala Mezzanina del Congreso, en Valparaíso. Abierta al público todos los días de nueve de la mañana a cinco de la tarde (según informa el diario de la Cámara ).
Es un capítulo poco conocido de la historia reciente del país y pocos recuerdan estos hechos como un capítulo aparte de la historia de la represión. Pero muchos niños y niñas, incluso de muy corta edad, fueron secuestrados, con o sin sus padres, sometidos a salvajes torturas, violaciones colectivas y otros inhumanos vejámenes. Muchos niños nacieron en cárceles y campos de concentración, producto de las violaciones de las tropas pinochetistas.
En el documento que invito a leer (‘Niños bajo dictadura: las víctimas olvidadas ', de Tico Tricot) se narran hechos espantosos. Según señala Ana Cortez, de la Agrupación de ex Menores de Edad Víctimas de Prisión Política y Tortura, "son muchos los que fueron víctimas de tortura intrauterina, personas que nacieron en prisión; personas cuya gestación se debe a las reiteradas violaciones de sus madres en regimientos y centros de tortura; personas que fueron secuestradas para que sus padres se entregaran a los organismos de represión; personas que fueron secuestradas y detenidas en comisarías, hogares de menores o cárceles".
Tania Salas tenía sólo cinco años cuando fue detenida con sus padres. A fines de 1987 las alimañas de la CNI irrumpieron en su casa y golpearon durante horas salvajemente a todos los miembros de la familia. A ella y a su hermanito los golpearon con varillas. A su padre lo sometieron, a vista de los aterrorizados niños, a un simulacro de fusilamiento.
Luis Salas, el hermanito, cuenta que "nos golpearon a todos, además que se toparon dos grupos y discutieron y pelearon entre ellos, ofreciéndose balazos. Por eso la situación era muy tensa, a mí me tiraban del pelo y me preguntaban dónde había cosas enterradas, a mi papá le quebraron tres costillas".
Los agentes irrumpieron en la casa de al lado, donde vivía otra parte de su familia. Los obligaron a desnudarse y les golpearon salvajemente, encerrándolos luego en un cuarto.
Según las investigaciones del autor, "al menos 80 niños de 15 años o menos murieron como consecuencia de la represión y casi 700 niños quedaron huérfanos cuando sus padres fueron detenidos y desaparecidos".
Cómo no recordar los terribles vejámenes a que fueron sometidos niños y madres en Argentina. Los militares secuestraban a mujeres acusadas de oponerse al régimen o de ser comunistas o judías y eran violadas por los jefes de las tropas. Mantenidas en cautiverio durante el embarazo, tras dar a luz las asesinaban y daban sus hijos recién nacidos en adopción o los vendían a parejas militares. En Chile, muchas mujeres fueron violadas -la rata pinochetista de nombre humano Raúl Iturriaga Neumann reclamaba el derecho, como jefe, de violar a las detenidas.
La práctica de secuestrar a toda una familia, encerrar a sus miembros en un cuarto, obligarles a desnudarse en absoluta promiscuidad -hombres y mujeres, niños y adultos- para golpearles luego salvajemente, ha sido también común en otros regímenes dictatoriales. Esos crímenes los cometieron también, por ejemplo, las tropas y paramilitares serbios al mando del dictador comunista Milosevic, en Yugoslavia. Allá los familiares debían incluso golpearse y matarse entre sí. Luego los sobrevivientes eran igualmente ultimados, lo que celebraban esas bestias con gran regocijo. Son escenas del infierno.
A las hienas que cometieron estos crímenes quieren algunos chilenos perdonar. Quieren que perdonemos y olvidemos y nos reconciliemos. Otros, más feroces, todavía celebran esos crímenes. Llaman venganza a la exigencia de justicia.
Pero sin justicia no habrá siquiera una esperanza de reconciliación. E incluso con justicia, nada tenemos que hacer con esas gentes que se apartaron de la familia humana. Sólo deben volver al lugar de donde, encarnados en seres humanos, emergieron a la Tierra para extender su reinado del infierno.
Es un capítulo poco conocido de la historia reciente del país y pocos recuerdan estos hechos como un capítulo aparte de la historia de la represión. Pero muchos niños y niñas, incluso de muy corta edad, fueron secuestrados, con o sin sus padres, sometidos a salvajes torturas, violaciones colectivas y otros inhumanos vejámenes. Muchos niños nacieron en cárceles y campos de concentración, producto de las violaciones de las tropas pinochetistas.
En el documento que invito a leer (‘Niños bajo dictadura: las víctimas olvidadas ', de Tico Tricot) se narran hechos espantosos. Según señala Ana Cortez, de la Agrupación de ex Menores de Edad Víctimas de Prisión Política y Tortura, "son muchos los que fueron víctimas de tortura intrauterina, personas que nacieron en prisión; personas cuya gestación se debe a las reiteradas violaciones de sus madres en regimientos y centros de tortura; personas que fueron secuestradas para que sus padres se entregaran a los organismos de represión; personas que fueron secuestradas y detenidas en comisarías, hogares de menores o cárceles".
Tania Salas tenía sólo cinco años cuando fue detenida con sus padres. A fines de 1987 las alimañas de la CNI irrumpieron en su casa y golpearon durante horas salvajemente a todos los miembros de la familia. A ella y a su hermanito los golpearon con varillas. A su padre lo sometieron, a vista de los aterrorizados niños, a un simulacro de fusilamiento.
Luis Salas, el hermanito, cuenta que "nos golpearon a todos, además que se toparon dos grupos y discutieron y pelearon entre ellos, ofreciéndose balazos. Por eso la situación era muy tensa, a mí me tiraban del pelo y me preguntaban dónde había cosas enterradas, a mi papá le quebraron tres costillas".
Los agentes irrumpieron en la casa de al lado, donde vivía otra parte de su familia. Los obligaron a desnudarse y les golpearon salvajemente, encerrándolos luego en un cuarto.
Según las investigaciones del autor, "al menos 80 niños de 15 años o menos murieron como consecuencia de la represión y casi 700 niños quedaron huérfanos cuando sus padres fueron detenidos y desaparecidos".
Cómo no recordar los terribles vejámenes a que fueron sometidos niños y madres en Argentina. Los militares secuestraban a mujeres acusadas de oponerse al régimen o de ser comunistas o judías y eran violadas por los jefes de las tropas. Mantenidas en cautiverio durante el embarazo, tras dar a luz las asesinaban y daban sus hijos recién nacidos en adopción o los vendían a parejas militares. En Chile, muchas mujeres fueron violadas -la rata pinochetista de nombre humano Raúl Iturriaga Neumann reclamaba el derecho, como jefe, de violar a las detenidas.
La práctica de secuestrar a toda una familia, encerrar a sus miembros en un cuarto, obligarles a desnudarse en absoluta promiscuidad -hombres y mujeres, niños y adultos- para golpearles luego salvajemente, ha sido también común en otros regímenes dictatoriales. Esos crímenes los cometieron también, por ejemplo, las tropas y paramilitares serbios al mando del dictador comunista Milosevic, en Yugoslavia. Allá los familiares debían incluso golpearse y matarse entre sí. Luego los sobrevivientes eran igualmente ultimados, lo que celebraban esas bestias con gran regocijo. Son escenas del infierno.
A las hienas que cometieron estos crímenes quieren algunos chilenos perdonar. Quieren que perdonemos y olvidemos y nos reconciliemos. Otros, más feroces, todavía celebran esos crímenes. Llaman venganza a la exigencia de justicia.
Pero sin justicia no habrá siquiera una esperanza de reconciliación. E incluso con justicia, nada tenemos que hacer con esas gentes que se apartaron de la familia humana. Sólo deben volver al lugar de donde, encarnados en seres humanos, emergieron a la Tierra para extender su reinado del infierno.
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